lunes, enero 30, 2006

Un amor en Florencia

Cada vez que veo a Helena mi anglofilia se expande y adquiere tamaños imprevistos.
I beg you pardon, darling.

domingo, enero 29, 2006

¿Un libro? Los Siete Pilares de la Sabiduría


Esa pregunta tan de revista Gente de la década del 80: ¿cuál es su libro preferido? Nunca la pude responder, en primer lugar porque preguntar por sólo un libro (o una película) me traba instantáneamente y los días subsiguientes me arrepiento de no haber nombrado este o aquel libro fundamentales de los cuales no podría prescindir. ¿Qué libro te llevarías a una isla desierta? Bueno, en realidad me llevaría un botiquín y una botella de JB, que serían tanto más útiles.
Pero como no estamos en una isla desierta, sino en una ciudad muy poblada y caótica, el libro que elijo, el que salvaría de un hipotético incendio sería Los siete pilares de la sabiduría de T.E. Lawrence. Lo quise leer desde los 16 años cuando vi por primera vez Lawrence de Arabia de David Lean pero lo conseguí recién hace poco más de un año. Un libro infinito como el desierto saudí, un libro que es al mismo tiempo memorial de guerra, tratado antropológico, ensayo moral, diario de viaje y novela épica. Un libro que te lleva a parajes extraños y desolados no por su conformación geográfica (los desiertos árabes) sino por el ejercicio autodestructivo e impiadoso que ejerce T. E. en cada página. Nunca una autobiografía fue más cruel con su autor, nunca un escritor se expuso tan impúdicamente como en los Siete Pilares lo hace Lawrence.
Hijo bastardo de un rico propietario galés, arquéologo oxfordiano, políglota, traductor de la Odisea de Homero, soldado destacado en Egipto, a los 28 encabeza la rebelión árabe contra el imperio otomano, a los 30 libera Damasco con su éjercito de beduinos aguándole la fiesta a los tropas de la Reina. Comprometido con la causa árabe aún sabiendo que ingleses y franceses los iban, inevitablemente, a traicionar, Lawrence dinamita puentes y locomotoras, se autoflagela por su deseo homosexual ante las pieles moras, es torturado por los turcos y descubre en las arenas de Arabia el perfecto escenario para desaparecer completamente, para hundirse en la nada abismal que su angustia mental reclamaba. Ultimo victoriano, dandy wildeano atormentado, erudito renacentista, héroe de la liberación islámica, infiel entre los fieles, intelectual armado de fusíl, guerrillero que recitaba a Byron, Lawrence pertence a esa estirpe de escritores que escriben a pesar suyo, que escriben para desaparecer, para ser olvidados.
Para terminar transcribo un fragmento del poema de Lawrence que él coloca como invocación al inicio de los Siete Pilares:
Me pidieron los hombres que alazase nuestro monumento, la casa inviolada
en tu recuerdo.
Pero, para hacer la obra justa, la convertí en un fracaso, la dejé inacabada:
y ahora bullen esos minúsculos seres y apañan sus chozas
en la sombra y la ruina
del don que yo te había destinado.

Que Alá, Lawrence y Peter O'Toole nos protejan.

"Autogooglearse"

Dícese de la acción que ciertos personajes realizan a altas horas de la madrugada o en horas muertas de la oficina, consistente en entrecomillar su nombre y apellido y entrever que resultados arroja el buscador Google. Acción propia de desesperados y crédulos en cierta efímera fama virtual. Sin el "auto" puede consistir en buscar presencias ya desaparecidas de nuestras vidas como ex novias, ex amigos, ex compañeros, ex rivales, etc. Los sentimientos anejos a esta acción pueden ser: envidia (ante un gran número de resultados), satisfacción (ante alguien más looser que nosotros, raro por otra parte) y sorpresa (cuando descubrimos que aquel nerd del colegio ahora es profesor de posgrado con tesis en un tema irrelevante pero financiado por el CONICET).
Mis googleos más patéticos: "pinky + cancer", "cris miró + HIV", "biasatti + carolina fal", "roman antopolsky", "fogwill + drogas" y otros que me reservo.

viernes, enero 27, 2006

Lupín, los peruanos y una foto que todos queremos ver

De El Castillo partían los santacruceños a jugar algún partido de fútbol y una anécdota apoyada en pruebas, relata que "enfrentando a un equipo de residentes peruanos, tan habituales en aquellos tiempos en las universidades, Lupín, luego de un encontronazo, se calentó y comenzó a insultar; los trató de 'negros de mierda', de 'muertos de hambre' y otras linduras, hasta que un morocho fibroso, le pidió que parara con las agresiones. Lupín lo invitó a pelear al costado del campo, y aceptado el convite, el Lupo le dio la espalda y empezó a caminar al lateral" (el ex estudiante platense se ríe e imita el tranco desgarbado de Kirchner). "Cuando movió los brazos así (imita el braceo), el peruano lo agarró, lo levantó y lo tiró al suelo, dándole patadas en el culo; Lupín nos pidió ayuda, nosotros nos reíamos y yo aproveché para sacar esta foto, con una cámara que siempre llevaba... por supuesto que la foto la tengo duplicada y guardada".

De una "biografía no autorizada" de K: "Kirchner, el amo del feudo". Se consigue en internet.

Entre el maricón fino y el macho perverso

"Cuando sea grande quiero tener un vice jefe, un vice amigo, un vice algo como Jorge Telerman. Leal y copado que cuando yo inicie la segunda semana de juicio político por algo así como crímenes como contra la humanidad (por eso lo contraté a Strasera) él esté abrazando a una mamá con su hija trasplantada en brazos, rodeado de cientos de guardapolvos blancos salvadores, como hizo esta mañana en la Casa Cuna. Cuando tenga vice algos así, seguro que voy a poder dormir sin Rivotril.
(...)
Telerman deprime. Lo veo solo en la casa, poniéndose prolijo como Patrick Bateman, ensayando en el espejo el punto exacto entre el maricón fino y el macho perverso, reteniendo nombres propios para que lo sientan cerca."
Schmidt, 24/01/06 en TP

Semántica

En los lejanos tiempos de la antipolítica alguien podría haber creado un partido llamado JAMAS.

Summer News

Algunas noticias veraniegas para salir de la mediocridad cromañón-playa-acuerdos anti inflación.

-El Diego le rompió la crisma a una trola en Bora-Bora, Tahiti (Gauguin sería de River).
- Un grupo anarquista robó las oficinas de Tinelli (Pergolini no estaría tan aburguesado como pensábamos)
- La Bonaerense descubrió un nuevo gomón utilizado por la banda de cacos para escapar del banco (Se descarta la participación de Aquaman por ser sólo un personaje de comics).
- García Market reconoce no haber escrito nada durante el 2005 (la decisión tendría que ver con el cambio climático: ya no hay lluvias que duran cuatro años y el hielo se consigue fácil en Macondo).
- Ah, la ballena del Támesis crepó.

martes, enero 24, 2006

Banana Spleen

Aburrimiento y depresión. Podría ser el subtítulo de la biografía de un poeta francés del siglo XIX, entre escombros del barón Haussman y copas de ajenjo. Podría ser también una simple constatación objetivista de los días que corren y corroen. Buenos Aires se convierte en una ciudad tropical sin mulatas ni pintores aburridos esperando la inspiración en los soportales. No hay ron por aquí. Ni siquiera hay violencia en la belleza de las calles. Ya lo sabemos Buenos Aires es tan susceptible, pero a veces nosotros le ganamos la carrera de la susceptibilidad. En una librería de Caballito (que madura su pena a la sombra del maldito triángulo Yenny - Village Cúspide) me resguardo de la lluvia: cuando uno está down los libros parecen más caros y más prescindibles de lo que son en realidad. Compro Los impacientes de Gonzalo Garcés y camino a la caja me doy cuenta (sin haber leído nada de Garcés antes) que odio a Garcés. Ojeando la solapa descubro razones para mi odio: joven argentino nacido en Buenos Aires en 1974, se educó en Alemania y Francia antes de inscribirse en Filosofía y Letras de la UBA. Su foto de solapa muestra a un niñato de ojos claros y pesadas ojeras. Manito en el mentón en pose soñadora y profunda. Ciertos escritores elogian su uso del lenguaje al que califican de "perfectamente argentino, bonaerense, porteño casi...", pero yo detecto en las primeras páginas palabras como "recórcholis" "pamplinas" "jauja", etc. Estafado, deseo cambiar mi Garcés por cualquier cosa: dame un Andahazi, please; dame un ganador de premio clarín añejo; hasta te fumaría un Jota Jota Sebreli, hasta esos extremos me rebajo con tal de que apartes de mi a Garcés.
Ahora que tipeo esto escucho Cemetry Gates de los Smiths y es como una redención al final del día:
So we go inside and we gravely read the stones
All those people, all those lives
Where are they now?
With loves, and hates
And passions just like mine
They were born
And then they lived
And then they died
It seems so unfair
I want to cry

lunes, enero 23, 2006

La leyenda del indomable sociólogo (continuación)


Aquí vía Perfil y vía monolingua un clavo más en el ataúd del profesor Fogwill.
Ya hemos departido amablemente en este espacio (ver más abajo un post al respecto) acerca de este personaje que despierta desde hace casi treinta años las pasiones bajoventrales de las estudiantes de letras y los terrores bienpensantes de los escribas del lugar común. Fogwill genera miedo y calentura, lo cual no deja de ser llamativo en un campo tan dado a gestos pacíficos y superados como el espacio literario. Hay toda una leyenda Fogwill sustentada (como toda leyenda) no tanto en sus textos sino en lo que pensamos y especulamos sobre Fogwill quienes no lo conocemos. Está esa foto de los ochenta de un Fogwill con ojos de alucinado y melena parnasiana; están sus intercambios de mails con chicas entre lo jocoso y lo babeante; están las sobremesas con amigos en que deliramos acerca de los excesos de Fogwill, no sin admiración; están sus arranques patoteriles frente a críticas adversas (buscar, por ejemplo, las cartas cruzadas entre Quintín, Link y Fogwill sobre Vivir afuera) y sus declaraciones incomprensibles como aquella culpando a la industria de la pirotecnia por los sucesos de Cromañón, en un reportaje del canal Ciudad Abierta. Está ese uso de su apellido, despojado de los nombres de pila, que lo emparenta con ciertos iconos de la música pop (¿acaso llamarse Fogwill a secas no es similar a llamarse Morrissey a secas, o Madonna o Prince a secas?).
Todos elementos que se van inflando mutuamente para componer en nuestras mentes una imagen de Fogwill como sujeto extraño, como rara avis literaria, como objeto interesante sobre el cual apasionarse y discutir. En este sentido, Fogwill no es Aira. ¿Quién va enredarse en una charla sobre el ermitaño de Flores, barrio aburrido y clasemediero si los hay? En cambio, la invocación del nombre "Fogwill" siempre es acompañada por sintagmas peligrosos y estimulantes: cocaína, reviente, marketing, masturbación, servicios de inteligencia, literatura y sociología. Literatura y sociología. Dos mundos de la experiencia sensible que Fogwill ha explorado en solitario y que lo convierten (más allá y más acá de nuestras fantasías) en una referencia ineludible a la hora de revisar territorios peligrosos como la dictadura, las organizaciones armadas, los años 90, los entrecruzamientos de clases sociales, la vida urbana, las grandes corporaciones y el dinero, el sexo y el lenguaje.
Por todo eso seguimos leyendo a Fogwill y nos dejamos inocular por su venenosa visión de las cosas; por todo eso deseamos y fantaseamos que algún día sea lectura obligatoria en la ex maternidad de la calle Marcelo T. de Alvear. ¿Fogwill decano de Sociales? Sería un cago de risa.

domingo, enero 22, 2006

Libros gratis

Para los proletarios de las letras, para los que fantasean con robar a mano armada una librería y así imponer un poco de justicia en este mundo, visiten este lugar y bájense todo lo que quieran.
Si pueden leerse todo 2666 de Bolaño, por ejemplo, en la pantalla, entonces ustedes están para cosas grandes.

sábado, enero 21, 2006

No es mi generación (thanks God)

Hay alguien en Página/12 que extraña los pulóveres peruanos:

"Y empezaba una búsqueda personal y colectiva al mismo tiempo, que primero que nada fue una búsqueda de iconos, emblemas, una búsqueda temática: mi generación vino al mundo enchufada y el órgano de difusión de entonces era el Expreso Imaginario. Usábamos zuecos del gurú Maharaji, telas de batik y olíamos a patchuli. Esa búsqueda nos llevó a los primeros hallazgos unplugged de nuestras vidas: el sikus, por ejemplo, de pronto sonó en nuestras cabezas con una dignidad ya repuesta de los “Aquí Cosquín” de Julio Mahárbiz."
"Pero después, gota a gota, fue cayéndonos encima la lluvia de la posmodernidad, capturando nuevamente nuestras percepciones y nuestros intereses. Y también fue cayéndonos encima la vida, fuimos haciéndonos adultos, y aquella temática indígena que nos había deslumbrado fue empapándose de una acusación: ¿a quién le importan los indios? Ya nos vestíamos de negro y sacábamos del living los retablos peruanos y las quenas bolivianas. Venía el minimalismo y lo net y lo soft y lo light y lo hard y lo tecno y lo pop. Venía, de nuevo, el olvido."

Con todo respeto: pasar del batik y las quenas, del patchuli y los souvenires de Machu Pichu a "lo tecno, lo pop, lo hard, etc." es toda una evolución. Al menos en lo que a buen gusto se refiere.
Leyendo estas cosas uno entiende mucho mejor los últmos 25 años de historia argentina.

viernes, enero 20, 2006

Bukowski & Bukowski

Bukowski no se llamaba Bukowski. Y esto reviste cierta lógica si consideramos que el Bukowski del que hablo no era el individuo nacido en Alemania en 1920, criado en Estados Unidos y muerto en la ciudad de San Pedro, CA, en 1994. Este Bukowski no fumaba ni bebía alcohol. Este Bukowski no escuchaba cuartetos de Beethoven mientras cortaba rojos tomates en su casa. Este Bukowski no jugaba a las carreras de caballos ni acostumbraba vomitar en las fiestas de sus amigos. Mi Bukowski atendía un locutorio en la calle Díaz Vélez y Acoyte y su máxima transgresión era escuchar las conversaciones ajenas con un dispositivo bastante inteligente situado debajo de la caja registradora. Entonces, lejos estaba Bukowski de Bukowski. Pero, entonces ¿por qué le decían Bukowski a Bukowski? Según me contó una vez en un bar de la calle Bartolomé Mitre llamado (sí, adivinaron) Bukowski Bar, Bukowski arrastraba ese sobrenombre desde una noche en que había cometido una imprudencia fatal. Era una noche de cervezas y MTV con sus amigos, una noche sedentaria frente a la pantalla que emitía partidos de fútbol mexicano y tal vez fragmentos de películas soft de Fim Zone, una noche con amigos de barbas crecidas y bermudas pasados de moda y ventilador de techo impulsando el aire hitchockeanamente. Una noche de esas que se olvidarían fácilmente si Bukowski no hubiera cometido, casi al pasar, esa imprudencia fatal.
- A mi lo que me gustaría es escribir - dijo, el pre Bukowski.
Entonces el escarnio público se sumió sobre él. Entonces las risas y las burlas se levantaron como una pared imbécil y descontrolada sobre la humanidad, indefensa, honesta, pueril casi, de Bukowski. Para defenderse Bukowski intentó argumentar.
- Y por qué no?, es cuestión de sentarse frente a la máquina y darle duro. Todos los que fueron grandes empezaron así, como desesperados ante esa única salida. Hemingway, Céline, Dostoie...
No sirvió de nada, claro. Bukowski pasó a ser el punto de las bromas de la reunión, una tenue ovejita negra que intentaba diferenciarse del horizonte de ovejas blancas de sus amigos. Bukowski el literato, Bukowski el escritor, Bukowski el que quería dejar de ver Fox Sports con sus amigos y sentarse a escribir sus penas frente a la máquina de escribir. El dueño de casa fue hasta su pieza y volvió con el único libro que tenía, un librito que había conseguido en el parque Rivadavia por 5 pesos y un El Gráfico de 1987: La máquina de follar.
-Vos querés ser como este tipo, la máquina de follar. Pero ni máquina ni follar es lo tuyo, Bucoski.
Y así siguió toda la noche: Bukowski, Bukowski, Bukowski. Y Bukowski rojo de verguenza, de rabia, de impotencia por sus ilusiones rotas se tomó las varias cervezas que había sobre la mesa. En medio del sopor alcóholico Bukowski ya se había convertido en Bukowski y los vapores le traían aires de venganza. Cuando salieron de la casa, ya a la madrugada, el silencio del barrio se vio interrumpido por el ulular de una sirena policial. Más allá se escucharon los gritos desesperados de una mujer, el llanto de un niño despertado violentamente en la noche. Esto es Los Angeles, pensó Bukowski. Esta es la selva donde vivo. Esta es la noche americana que se me mete en las costillas.
Vomitó, mi Bukowski sobre la pared de la casa y ese vómito bien podría considerarse un renacimiento, el bautismo que lo incorporaba a una nueva comunidad. Su entrada personal a la gran sociedad de los poetas muertos borrachos.
Desde ese día Bukowski escribe. Desde ese día le da duro a las teclas de la máquina. Desde ese día Bukowski lucha por parecerse a Bukowski. Aunque no beba, fume o juegue a las carreras, porque esos son sólo detalles en la vida de un gran escritor.

miércoles, enero 18, 2006

Genética popular

Hay un tipo, ahí, no se dónde exactamente, pero puede ser en un ubicuo ahí, que rastrea en internet fotos de tipas parecidas a su ex novia. Empezó por azar, una noche que se descubría, como tantas otras, en el afán masturbatorio frente a la pantalla. En un sitio polaco de maduras creyó ver el contorno de unas tetas conocidas. Otra vez en una página de bondange descubrió un rostro que lo hería y le gustaba. Entre las sogas unos ojos le recordaban los ojos de la mujer que ya no estaba. Luego, en un tgp yanqui de lesbianas, un recuadrito le llamó la atención: pero no, no podía ser. Pero sí, podía ser. No costaba nada clickear y averiguarlo. El universo humano al fin de cuentas es finito y los genes que diseñan nuestras caras y nuestros cuerpos son combinaciones proteínicas enhebradas entre un numero finito de posibilidades. Era posible que una puta de Phoenix, Arizona filmada en un cuarto de motel (no vancancy?) teniendo sexo con otra de sus compañeras (una rubia de aspecto cheerleader, digamos) pudiera poseer en su carga genética la exacta combinación de proteínas que determinaran una cara igual a la de ella, unas tetas más que similares, un pelo de la misma textura y movimiento, unas manos con las mismas habilidades, grosor de dedos y ancho de palma. Podía ser que esa trola triste de Oakland, California o Wichita, Kansas o Cleaveland, Ohio representara una copia exacta (o por lo menos exacta hasta donde el sample de las fotos de la página podía mostrarlo) de su antigua novia. Otra trola, no tan triste y no precisamente de Biloxi, Mississippi o Amarillo, Texas o Des Moines, Iowa, sino de aquí cerquita. Pero ahí estaba la prueba, la brutal demostración de la existencia del doble pese a las casi infinitas probabilidades en contra. Amplió las fotos. Cada una en una pantalla diferente. Era ella, no había duda, y la rigidez de su miembro al contemplar ese cuerpo tan, tan conocido se imponía ante cualquier consideración de índole geográfico. Creyó, entonces, haberla descubierto en ese motel de la gran noche americana abrazada a una rubia que le chupaba las tetas con los ojos cerrados. Creyó, digo, recontruir a miles de kilómetros de distancia una comunión fugaz entre esa mujer desaparecida de su vida y su miembro solitario iluminado con la luz celeste de la pantalla, una comunión mediada por las fotos de esa absurda doble yanqui que en la tercera foto descargada penetraba a la cheerleader con un consolador violeta. Porque era, en última instancia una metáfora perfecta de su relación: sólo por intermedio de los píxeles almacenados en un servidor del Medio Oeste norteamericano podía volver a coger con su antigua novia. El cuerpo de esa otra era el cuerpo de ella y esa ficción bastaba para traer a su memoria escenas del pasado real que se fundían (a segundos del orgasmo) con las fotos abiertas en el monitor.
Cuando acabó quiso que las fotos desaparecieran instantaneamente. La realidad retornaba a su reino. Antes de cerrar las fotos las miró por última vez. Y ahí estaba. Ella no tenía el cuello tan largo, ella no tenía las cejas del mismo grosor, ella no inclinaba el cuerpo en el momento final de la misma manera. Ni siquiera los genes hacían bien su trabajo, se dijo, habrá que seguir buscando en otras páginas.

martes, enero 17, 2006

Las mejores mentes de mi generación

"Había uno que pintaba para cosas grandes. En una buhardilla infame del barrio de Congreso soñaba desde la cama las palabras justas de una gran novela río. A la hora violenta del amanecer creía escuchar el susurro de la inspiración dictándole la historia secreta de un etnólogo alucinado perdido en el delta de un río infectado por peces comedores de hombres. Sobre el colchón despanzurrado, sobre el suelo de maderas gastadas, sobre su piel misma pegada a las sábanas, sentía el latir narcoléptico de la vida literaria. La locura que empujaba las nubes afuera, en la ciudad, era una clave secreta que esperaba ser develada. 1800 páginas, tres tomos, apéndices con mapas de territorios ficticios, grabados antiguos de salvajes que nunca existieron. La materialidad del libro no escrito iluminaba la miseria de su presente como una catedral envuelta en llamas vista desde un promontorio por peregrinos con pies ampollados. Escribir y prenderle fuego al mundo. Escribir y prenderse fuego. Escribir y fracasar en el intento. ¿Era una de las tan mentadas mejores mentes de nuestra generación? Era un alucinado más. Sus fantasías evocaban siempre la misma escena: una aldea improvisadamente construida por los salvajes. Un hombre blanco mirando las pieles oscuras, desmesuradamente, sexualmente. Gritos acompasados a contraluz del fuego, en la noche. Un banquete hecho con insectos y raíces amargas, manos que se extendían para comerlo. Miedo y asco. Las ganas de matarlos a todos. Un rito neolítico que no decía nada. Luego, el amanecer y el hombre blanco acostado con una niña de doce años. Por fuera de la cultura no hay nada.
"Por fuera de la cultura no hay nada" alcanzó a escribir antes de caer de nuevo presa de un sopor inexplicable, de un sueño muy diferente al de los justos."

Tomás Augusto Rainer, "La religión de los salvajes y otros ensayos de antropofagia urbana", Tandil, Revuelta ed., 1994.

domingo, enero 15, 2006

Teoría del Osito

"El creador de la famosa Teoría del Osito, el alemán jujeño Boris Adolfo Goeringer*, tenía tres mujeres y sin embargo apenas se le paraba la pija. Con cierta mala fe, eran varios quienes lo susurraban en la cuadra, Goeringer era medio impotente y tal adjetivo sonaba como una lápida, en oportunidades bromeaba el mismo alemán a propósito de su presunta impotencia: decía que se le había formado un callito en el dedo mayor, de tanto darle al dediclit, su famosa especialidad. Y mostraba con grandeza el dedo: ligeramente inclinado hacia la altura de la uña, cierta dureza de color amarillo adornaba su yema."
Jorge Asís (o Astiz, según el recordado Gerardo Romano en una memorable polémica en el líving del Doctor Grondona. Para los anales de la bizarrie nacional). En Diario de la Argentina, Oberdán Rocamora editor, Buenos Aires, 2000.
* Léase Jorge Goetling, columnista de tango de Clarín. Uno de los tantos seudónimos que utiliza Asís para retratar la redacción del diario en aquella época.

Es rigurosamente conciente Asís que él, como personaje, se convirtió en uno de los peores obstáculos de su literatura. Una circunstancia que, en el fondo, tampoco deja de divertirle. Y sabe que pesan, en su contra, significativos pecados imperdonables.Cometió, primero, el pecado de dejar de ser de izquierda. Y de reírse, para colmo, del insolvente progresismo profesional de gran parte de sus omitidores.Cometió, después, el pecado de haberse quedado en Argentina en aquellos años del proceso militar. Y, para colmo, de haber tenido, sospechosamente, en tal tramo inmoral de la historia, éxito. Cometió, más adelante, el pecado de haberse atrevido a publicar el "Diario de la Argentina". Por lo tanto debe convivir con la contra eterna del silencio de Clarín y sus subproductos, con la solidaridad incomprensiblemente culposa de La Nación, y con la sumatoria derivada de la abrumadora cobardía intelectual de los unánimes colegas, quienes lo omiten, por las dudas, o con acostumbrado entusiasmo, porque temen comprometer sus apariciones posibles en la intrascendencia semanal de "Ñ". Y para colmar la ficha de sus arrogantes agravios estructurales, Asís cometió el intolerable pecado de haberse incorporado a la caravana de réprobos del menemismo. Y de haber sido embajador, artículo quinto, de Menem. ¿Cómo se puede saludar, siquiera, a un escritor como Asís?¿Qué hombre honorable puede atreverse a llevar, visiblemente, cualquiera de sus libros?
En http://www.jorgeasisdigital.com/v2/motor_textos.php?codigo=200 , septiembre 2005.

viernes, enero 13, 2006

Hermética (o, una adolescencia)

La noche pospolítica. Buenos Aires es tan susceptible que casi podría tocar tu piel erizada por las espinas cotidianas. Las cosas que construimos son importantes, pero más importantes son las cosas que destruimos. Los baldíos, los huecos, los agujeros entre casa y casa donde crecen los yuyos. Juventud desperdiciada. Yo fui al Colegio Nacional de Buenos Aires, sí. Promoción 95. Yo que fui un hombre de leyes y sentencias. Sarmiento no pudo entrar. Borges no hizo la secundaria. Caparrós sí. También Corach y Pepe Eliashev. Also, el Pepe Firmenich, Jorge Dorio y un jugador de Vélez de los 50 llamado Spinetto. Aníbal Ibarra, Bernardo Houssay, Manuel Belgrano, Jota Jota Castelli, los Saenz Peña. Sebastián Grenoville, Matías Kaplan, El Choclo, El Polaco, Valeria Poey Sauerville, Facundo Ferster. Nombres desconocidos como el mío. A los doce años nos hacían estudiar griego antiguo. Nos daba clase un profesor con SIDA. A los diecisiete buscábamos el porro y la birra. Podíamos traducir "me gustan tus tetas" al latín de Horacio. Freaks. ¿Olvidar es una bendición o una maldición? Virgilius inter poetas clarus est. Senatus populusque romanus. Tempus fugit, carpe diem. "Tempus fugit", esa me la sé más que bien... Cómo sea, no tuvimos ningún Robin Williams entre el cuerpo profesoral: nunca nos paramos sobre el pupitre y dijimos "Oh Captain, my Captain!". Sólo humildes afiliados a la CONADU, poco afectos a los gestos emotivos. Entonces una conchita era el Santo Grial. Hubiera dado mi pierna gangrenada por una. Como Rimbaud en Etiopía. Como Bukowski en Los Angeles. Como Céline huyendo de la Resistencia. Como Mishima cagado hasta las patas frente al papel de arroz que envuelve el puñal. Y después vino la vida. "No permitiré que nadie diga que los 20 años son la mejor época de la vida" dijo Paul Nizan. Es verdad. Los 17 son mejor. Los 17 son mejor. Y todo lo que dejamos atrás. Y todo lo que todavía nos acompaña. Esas cosas que hacemos y no contamos. Esos miedos que nos averguenzan. Caminar a Parque Lezama para ver los "escenarios" de Sobre Heroes y Tumbas. Soñar con la "Tentación de San Antonio" enfrente de la iglesia de San Ignacio de Loyola. Bolivar al 300. Darks antes de conocer lo dark. Góticos vestidos con la ropa que nos compraba mamá. En un campamento de vacaciones de invierno vi a un poeta vomitar café al cognac. Un sociólogo levantaba minitas. Con Javier Alvarez Dasnoy caminábamos por San Pedro de noche y lloviendo: vimos un caballo blanco pastando en las barrancas de la Vuelta de Obligado. El tetra con tang de naranja nos había pegado, pero sabíamos declinar el acusativo. También el nominativo. Nos sentíamos como César al amanecer (en bosques nublados y fríos) de una batalla en las Galias. Eramos Augusto velando las armas en Actium. Nosotros éramos la IV Égloga de Virgilio. ¡Ahí estaba el secreto, académicos, nunca lo descubrieron!
Y nada de eso permanece ahora. Bajo el látigo del supervisor de Día Discount no sirve invocar al cielo los versos de Catulo, ni las andanzas salvajes (buensalvaje, oh sí) del Satiricón de Petronius. La cultura humanista es humo. ¿Qué importa quién habla? diría Foucault. Bueno, a mí sí me importa, Michel. Ahí está todo lo que importa justamente: quién habla. Quién dice qué cosa. Disculpen, pero quiero saberlo.
Las calles de Buenos Aires son tan, tan susceptibles. Ahora cojen detrás de la Iglesia de San Lucas dos putos de la plaza Houssay. En la otra punta de la ciudad un escritor que nunca conocí rellena su blog apelando a sus novias pasadas. Su mujer duerme bajo el aire acondicionado. Un padre de familia repasa la lista de mañana en el Carrefour de Boedo. Una ex novia se abraza a su pareja en el departamento que habíamos soñado pero no habito. Unos patovicas se miran en el espejo los músculos. Una chica fea se prepara para ir al Podestá. El dueño de un restó de Palermo se pregunta, angustiado, si los chinos de Arribeños tendrán listo su cargamento de panang curry. Un amigo que no veo hace mucho prepara su gran viaje al Amazonas, revisando por enésima vez la mochila. Y Yo escribo esto, pensando en gente que no lee. Y le robo a Cheever y digo que "los reyes de aureas vestiduras atraviesan las montañas cabalgando sus elefantes".
Si pueden, atraviésenlas ustedes también.

jueves, enero 12, 2006

Las Viñas de la Ira

Hoy (o ayer en realidad) vi a David Viñas. Vi por un instante de cerca al hombre que escribió: "La literatura argentina es la historia de la voluntad nacional". Vi a ese oso que creó la revista cultural que todos siguen copiando desde hace 45 años. Vi esos mostachos flaubertianos o niezscheanos que se curvaron hacia arriba para quitarle definitvamente, para siempre, el aura sagrada a los libros y restituirlos, así, a su calidad de artefactos políticos.
Donde podría ser este encuentro sino enfrente de La Academia. Viñas compraba cigarrillos, yo también. Viñas está muy viejo, yo no. Viñas sabe mucho, yo nada. ¿Pedirle un autógrafo? Sería una ironía sublime y un farsesco gesto rídiculo. Igual lo pensé, no crean. Acababa de comprar Todo un hombre de Tom Wolfe por 5 pesos en una tienda de saldos. La firma de Viñas sobre la primera página de Wolfe.
La hoguera de la vanidades. Sí, hoguera de vanidades.
Después de la mercantil compra Viñas retornó a los billares de La Academia. Yo retorné a la soledad del hogar.
Oh, ciudad! Qué nos deparas con esos encuentros fugaces. La creencia vana de que todos habitamos el mismo mundo, cuando en realidad nos separan años luz de distancia.

miércoles, enero 11, 2006

La solución kirchneriana

Para Santiago Llach y Gustavo Ramírez, con afecto: "Do not go gentle into that good (political) night."

¿Entienden?
¿No saben que en estas tierras se espera siempre que alguien
venga a mandar?
El rebenque pronto, los aperos ajustados, el freno
que desgarre las encías
si el potro maula se niega a obedecer.
Este país no es una alucinación
ni siquiera un delirio de grandeza
este país es un caballo tuerto con la
panza marrón comida por la sarna
Un caballo que equivoca el paso
y debe ser castigado por eso.

Los campos de labranza del modelo
Agro-exportador
los llevamos inoculados en la sangre
El desierto se nos insinua en las entrañas
Los yuyos bárbaros pugnan por salir
hasta en las plazas asfaltadas por la dictadura:
la chica que toma sol en Las Heras,
el pibe que vende aritos en la Houssay
no lo saben, quizá, pero la tierra baldía
los acecha desde abajo
Y los va a atrapar
Los va a atrapar.

Esta tierra ya era vieja cuando los
conquistadores pusieron un pie acá.
Los indios lo sabían, ya estaban cansados
de esta tierra
por eso se entregaron mansitos.
No es un territorio virgen.
No es un terreno fértil. No.
Es una estancia disfrazada
de parque temático
Y todos estamos ya un poco cansados
Y es tarde
Y es de noche
Y todo dura más de lo que debería durar.

martes, enero 10, 2006

Palermo

Todos eran artistas. Los camareros y camareras de los cafés eran actores y actrices, y los clientes de los cafés eran libretistas y guionistas, arpistas, puntillistas, ceramistas, caricaturistas, contrapuntistas. Los niños eran patinadores y malabaristas, las niñas bailarinas (conversando en las mesas con sus madres y maestros). Hasta los bebés eran estrellas de publicidad y tenían agentes. Y la cosa no paraba allí. En las calles los escultores empujaban carretillas con fragmentos de piedra y se cruzaban con flautistas en borceguíes, y una troupe de payasos hacía mímica frente a un público que ensayaba improvisaciones. Y mucho más: había payasos en zancos de tres metros. Divas que precticaban sus escalas en las ventanas de los inquilinatos. Los que instalaban corriente alterna eran todos instalacionistas. Los obreros de la construcción eran constructivistas.
Martin Amis, "La coincidencia de las artes" en Agua Pesada, Emecé, Buenos Aires, 1999.

Una república de iguales (cerrado por vacaciones)

La doctora Carrió entrevistada por el diario Clarín:
P—Quiere decir que no habrá cambios en el Gobierno en cuanto a los métodos que denuncia.

C—Mucha gente confunde fascismo con totalitarismo. El fascismo tiende a cooptar y comprar a las organizaciones intermedias, a los medios de comunicación, amedrentarlos, persigue opositores, y tiene liderazgos que fomentan el resentimiento popular por largos fracasos. En las sociedades que tuvieron muchos fracasos, muchas frustraciones, existen liderazgos que fomentan una especie de reivindicación vengativa del resentimiento.

P—¿Quién gana entonces?

C—Los que no tienen precio. Aunque el camino sea difícil, esta pelea la ganamos los que no somos susceptibles de ser cooptados.

P—El panorama que está dando para 2006 no es nada alentador...

C—Es que va a ser difícil. Pero quiero que todo el mundo pase un buen verano, y yo también. Es que hay hechos objetivos: entrega de reservas del país, intento de aniquilamiento de la Justicia, vaciamiento parlamentario y operaciones sucias contra la prensa y la oposición. Parece inevitable que Kirchner empiece a desarrollar al extremo su propia lógica de poder.

Así que ya saben, eh: disfruten del fascismo mientras duran las vacaciones. O mejor, disfruten de las vacaciones mientras dura el fascismo. Ella luchará por nosotros para hacer de estas tristes provincias la república ateniense-arendtiana que todos soñamos. Con nuestras túnicas blancas departiremos amablemente en el ágora y la Razón política planeará sobre nuestras testas como el buho de Minerva sobre las colinas áticas. Mientras todo esto se prepara, la Doctora de adelgazada figura toma sol en la "casona de ocho cuartos —gentileza, según aclara, de una militante de su partido— con vista al campo del golf club Cancha Nueva, en la zona del camino viejo a Miramar, lejos del centro de Mar del Plata".

sábado, enero 07, 2006

Compras y lecturas y otras cosas por el estilo

En la misma librería costera del año pasado, donde el hijo del dueño tiene esquizofrenia y se sienta junto a la puerta a gritar, saludar y comentar en voz alta los resultados de Racing-San Lorenzo (como Fernandito, pero más pacífico. Nota a Vawe), allí compro mis libros de verano:
- Agua pesada, de Martin Amis (8 pesos)
- El loro de Flaubert, de Julian Barnes (7 pesos)
- Diario de la Argentina, de Jorge Asís (10 pesos)

No los leo, de hecho llevo a la playa el voluminoso Las correcciones de Jonathan Franzen (8 pesos en Parque Centenario) y nuevamente me identifico con los personajes hasta las lágrimas, hasta preguntarme si Franzen no será un freak capaz de imaginar vidas tan hechas un quilombo como la mía y si no tendría que pantear una demanda por plagio literario. Como sea, yo soy Chip Lambert. Yo impartí clases de Estudios Culturales en un College de la Ivy League. Yo perdí el trabajo por acostarme con una alumna ambiciosa y fría como el hielo. Yo olí el tapizado del sillón buscando pruebas de nuestro último polvo. Si no leyeron la novela, mejor para ustedes que se ahorraron ese trance. Si sí la leyeron quizás me conozcan un poco mejor.
Mi hermana me pregunta en la playa (dejando de lado su Código Da Vinci de rigor) de qué trata Las correcciones. ¿Cómo decirle que trata de nosotros, que trata de nuestros padres, que trata de lo que nos hacemos mutuamente, que trata de esos momentos donde el camino correcto ya está demasiado detrás y no queda más que la esperanza de la "corrección" de lo recorrido? Demasiado difícil de decir. Le digo solamente que trata sobre una familia disfuncional del Medio Oeste yanqui. Con eso es suficiente. Pero la cuestión de la "corrección" queda pendiente. Seguiremos informando.

El Comando tiene página oficial

Para ustedes, paparulos. Para ustedes, lectores exigentes. Para ustedes, que entran buscando culos y tetas. Para ustedes, que como diría el hijo del ex secretario de programación económica del menemismo, se inmolan en la Iglesia de las Letras. El Comando Norma Aleandro viene a imponer un poco de justicia en estas pampas rebeldes.
Todavía hay poco material escrito, pero no se preocupen: cuatro cabezas (no confundir con el eterno adolescente Pergolini) están elaborando los textos subversivos que esta época necesita.
Así que ya lo saben. La revolución benetton se llama ahora Comando Norma Aleandro.

PD (en letra chiquita): la empresa buensalvaje no se responsabiliza por ninguna salvajada allí expuesta, nos lavamos las manos, nos escapamos por la tangente, nos hacemos los giles. Queda dicho.

viernes, enero 06, 2006

Una excursión a los indios playeros

En esas franjas marrones de la costa bonaerense (donde llegar implica pasar por pueblos empapelados con el rostro de la primera dama y de la ex primera dama, ajados por el sol y la lluvia), en esas franjas de pueblos a medio construir con sus edificaciones hechas para tres meses, sus paradores de madera terciada; sus peatonales de niñas adolescentes con pieles quemadas, cabellos mojados y bombachitas blancas asomando apenas por el tiro bajo del pantalón; sus hoteles donde lloran niños asustados por la inmensidad del océano y padres que elaboran complejas maniobras para quedarse 15 minutos solos y efectuar el santísimo coito; en esos balnearios donde una ficha de metegol o tejo en el pseudo sacoa equivale al postre antes de dormir y las familias comprenden con horror que deben convivir las 24 horas uno arriba del otro, sin escapatoria, sin salida, sin intimidad; en esos lugares dados a lo que un cínico podría llamar infierno pequeñoburgués donde las horas son cronometradas con mayor exactitud que en una fábrica de textil de Lancanshire; en esos lugares decía, el buensalvaje que es quién escribe esto, la pasó bastante bien. Tomó sol el buensalvaje, se bañó en el mar de los sargazos y despuntó el vicio en un viejo tetris de la época de Breshnev. No hizo mucho más. O sí, pero eso está por verse.

domingo, enero 01, 2006

Se acabó la farsa

En este blog que he inaugurado hoy, primer día del año de los santos vesiculares, he colocado un cuento de mi autoría. Para ir terminando con la farsa acerca de mi amor por la literatura y demostrarle al mundo que los malos poetas también tenemos derecho a cantar bajo el cálido sol.
El gesto de mostrarse así, tan impúdicamente ante la mirada y lectura de los demás, es comparable al del pobre alucinado que se abre su perramus frente a la mirada átonita y experta de unas chicas de colegio católico, mostrando su miembro al aire libre, exponiéndose a las críticas más crueles.
Así que ya saben, un cuento del buensalvaje inédito, visiten lossietepilares.blogspot.com y digan su opinión que me interesa y mucho.