lunes, febrero 23, 2009

Gaby Lilita Buenos Aires

No, no es un nuevo escalón en el descenso irrefrenable del neurótico neoyorquino más famoso a las profundidades de la banalidad. Se trata de lo que deja la lectura dominguera de un nuevo capítulo de las "Entrevistas de Fontevecchia", un ritual sadomasoquista al que nos hemos hecho adictos desde hace algún tiempo. Cosas como:

—¿De Narváez es tan peronista como Solá, o Solá es más peronista?

—Felipe hace mucho tiempo que milita en las filas del peronismo, entonces su identidad peronista está más arraigada. Francisco desde siempre dijo que se sentía identificado con el peronismo, pero hay una dificultad enorme para definir qué es el peronismo, porque tenemos Menem, Kirchner, Duhalde, Francisco, Felipe, Reutemann.

O

—Un antecedente de disciplina partidaria. Sobre Carrió dijo en diciembre pasado que ella era “muy personalista y más sesgada que yo en la construcción política, y por eso estamos en espacios diferentes”. Pero Carrió sigue repitiendo que con usted va a cualquier lado. ¿Carrió la quiere más a usted, que usted a ella?

—Yo tengo un respeto muy importante por ella, y además le tengo aprecio. Más allá de que a veces me enojo y me da bronca alguna de las cosas que hace, creo que es una persona muy valiosa para el sistema político argentino. Lo que me distancia es que limita demasiado las posibilidades de construcción, y cuando ella etiqueta de una manera tan rápida y facilista situaciones que son un poco más complejas, y que además, están compuestas por personas muy razonables, que no tienen cuestionamientos éticos o de deshonestidad, que son las cosas en que ella hace tanto hincapié. Ahí me da un poco de bronca. Me parece que ella, en ese punto cierra un poco, las puertas y las posibilidades de vínculos.

Una política de los nombres de pila: Francisco, Felipe, Mauricio, Lilita. Una política, parece, dominada por los afectos cara a cara, por el conocimiento íntimo, casi díria, como la que puede dominar en las elecciones internas de un club de tenis o en las reuniones de la comisión administradora de un country. Ese tema de los nombres de pila me intriga hace bastante. ¿En qué momento comenzó (con Graciela, con Chacho)?, ¿De qué trasformaciones de los vínculos representativos da cuenta? No tengo más que hipótesis impresionistas, estaría bueno leer algo al respecto. Una especie de "entre nos" que obra como ficción de familiaridad, pero que en boca de Michetti resulta totalmente naturalizado, totalmente inconciente: todos sabemos que De Narváez es Francisco y que Felipe es Solá, no es necesario aclararlo para la gilada desprevenida, todos formamos parte del mismo círculo y pronunciar los apellidos resulta redundante y acartonado.
Y lo mismo para esa economía de las pasiones que explica los armados políticos: nada de coincidencias ideológicas, nada de discusiones de fondo; apenas la atracción, el afecto, la buena onda como cemento de las articulaciones electorales. Como sea, tal vez no es tan grave. Todavía a Biolcati no le dicen "Hugo" ni a Buzzi "Eduardo". Cuando llegue ese momento ya va a ser más preocupante.

viernes, febrero 13, 2009

Por siempre juvenilia

Odio la psicología barata aplicada a la política, pero estoy convencido de que buena parte del comportamiento entre errático y patético de personajes como Felipe Solá y Aníbal Ibarra se explica por su paso en la tierna adolescencia por el querido Nazional. El ego, el ego siempre por delante como una fuerza irresistible.
Obviamente, también me incluyo en lo que me toca, aunque en una escala un tanto menos dañina a nivel colectivo. Gracias a Dios.

viernes, febrero 06, 2009

Z

Volvió.
(En griego significa "está vivo", como nos enseñó Costa Gavras, cuando éramos chicos progres del Nazional)

El latido del corazón a la izquierda

Hoy andaba con ganas de ir a ver la película del Che. La de Benicio del Toro y Steven Soderbergh. Me daba curiosidad ver que hace con el Che el director de Sexo, mentiras y video, esa película icónica de los primeros noventas. Al final no fui a ver la película (ir solo al Tita Merello un viernes a la noche es una experiencia que prefiero evitar. Digamos que quedarse encerrado escuchando OK. Computer de Radiohead o The Boatman's Call de Nick Cave resulta más alegre en comparación) pero me quedé pensando en Guevara y me sumergí en una especie de sueño narcolépsico en la wikipedia surfeando por entradas referidas a las pesadillas de la izquierda revolucionaria.
Pasaron ante mi el Ejército de Liberación Simbionés, la Venceremos Organization, los Weatherman, el Black Liberation Army, la Angry Brigade, el Ejército Guerrillero de los Pobres, los Grupos de Resistencia Antifascista... con sus banderas, sus símbolos, sus manifiestos, sus asesinatos, sus mártires, sus delirios. Hoy de todo eso no queda nada. Sólo el gesto un poco camp de invocar esos puños crispados alzados en un mundo al que sólo podemos tener acceso a través de la máquina cultural que lo revive en documentales, novelas y películas. En cintas de video. Vistos desde hoy, desde el mundo de la democracia formal y el mercado, esas formaciones nos resultan un tanto curiosas, un tanto excéntricas, un tanto infantiles. Chicos grandes inventando logos revolucionarios, estandartes, copiando el estilo iracundo de los manifiestos vanguardistas, inscribiéndose en polígonos de tiro para practicar con armas hurtadas, grabando cintas clandestinas encapuchados. Entre la foto de Korda del Che y Sandinista de los Clash hay una deriva lenta que va de la lucha política al mercado. Ya sabemos quién ganó. Y no digo que eso me moleste del todo.
En el daily de hoy de TP, se dice que "pegarle a la izquierda no es cool". No estoy del todo seguro, no estoy nada seguro. La izquierda en Argentina (por lo menos desde hace 25 años) es apenas una referencia cultural sin anclaje político alguno. Se dice "soy de izquierda" con mucha liviandad. Algo que se identifica con ir a la marcha del 24 de marzo, con estar a favor del aborto, con estar contra Macri porque tiene una papa en la boca o porque abraza con asquito a los pobres, o por algún vago recuerdo adolescente de haber tenido un disco de Víctor Jara en el cuarto del departamento del Socorro allá en el lejano 1973. Ser de izquierda hoy en Argentina también puede ser una estrategia para épater la bourgeoisie sin correr ningún riesgo: he escuchado con mis propios oídos a elegantes millonarios decir que iban a votar a Pitrola. Si Pitrola pudiera confeccionar las listas para los futuros huéspedes de la Lubianka supongo que no lo dirían con tanta ligereza...
Pero esencialmente sí, pegarle a la izquierda es cool. Nos burlamos de ellos por sus lecturas, por sus gustos musicales, por su fidelidad al Museo de la Revolución, por su lealtad a objetos y lugares que consideramos ya parte del pasado y a los que sólo accedemos como guiño o referencia posmodernista. Escuchamos las palabras "clase obrera" en la boca del Chipi Castillo y no podemos contener la carcajada. ¿Quién de nosotros vió jamás a un obrero? Pero mientras comemos en Palermo (en un bolichito, ojo, eh, nada palermero, algo "auténtico") discutimos sobre la soberbia de los K, sobre la falta de diálogo, sobre las referencias fallidas de Cristina a Hegel, sobre el clientelismo político en La Matanza, y después pasamos a Vicky Cristina Barcelona y si está buena de verdad y cuánto nos gusta Bardem y después a Barcelona la ciudad y que bueno estaría ir este invierno allá. Y mientras, todo sigue igual, igual a sí mismo.