martes, febrero 27, 2007

Colores Primarios

Qué suerte que Macri nos avisó que no todo el mundo vive en Callao y Alvear. Gracias, Mauricio. No lo sabíamos hasta ayer.
Alguna vez habría que escribir algo sobre lo extraña que resulta la retórica política de Macri. Ayer mismo, durante su "lanzamiento", mezcló alusiones a Martín Palermo y la película Happy Feet, con un escenario que pretendía demostrar la decadencia urbana actual (pregunta: ¿cuándo Macri señalaba el paisaje que lo rodeaba y decía: “Desde acá, mostrando lo que queremos erradicar, les decimos se puede”, se refería al basural a sus espaldas o al Sur de la ciudad in toto?).
Macri utiliza permanentemente un tono de niño hastiado de que sus compañeritos no le hagan suficiente caso y no reconozcan su supuesto liderazgo natural. Además se le nota mucho el esfuerzo que hace para parecer simpático y décontracté... ¡La lavandina que habrá usado ayer al llegar a su casa para sacarse de encima todo vestigio de Villa Lugano!

lunes, febrero 26, 2007

Gente que no

Leía un comentario dejado en este blog sobre el affaire Di Nucci (qué lindo, qué culto, es eso de usar affaire, hace sentir al más humilde un furioso dreyfusard). No puedo dejar de estar de acuerdo con la reflexión del comentador. Efectivamente el plagio supone un trabajo: buscar el objeto a plagiar, seleccionarlo cuidadosamente, enmascararlo, apropiárselo, montarlo y unirlo al resto del texto borrando sus límites. Es un trabajo, casi, de amor. ¿Para qué decir con otras palabras lo que ya está bien dicho? ¿Si encaja tan bien en nuestro universo, no es acaso que nos pertenece también a nosotros? Si de lo que se trata es de literatura, ¿qué tiene que ver aquí la moral del copyright, la celosa custodia de palabras, sólo palabras?
Un sujeto cuyo único mérito ha sido ganarle un juicio civil a un gran escritor dice: "Sergio Di Nucci es un vulgar ladrón. Un plagiero. No parecía escritor, porque no es escritor." Y luego agrega, en una pausa de sus cómodas vacaciones frente al mar, justo antes de quitarse la arena de los pies: "No queremos a este imbécil en la literatura argentina". Evidentemente los largos años dedicados a transitar tribunales y trasegar expedientes le han adherido la firme creencia en la judicialización de la literatura. Para Nielsen y otros indignados buenos ciudadanos, los libros de ficción deben analizarse, ante todo, con el Código Civil en la mano. Por otra parte, ¿qué es eso de "no parecía escritor"? ¿Cuál es el physique du rol de un escritor? ¿Nielsen cumple con esos requisitos?
El único valor que debe considerarse a la hora de juzgar un libro es su eficacia poética. Lo demás es campo para los policías y jueces amigos del señor N.

Gira mágica y misteriosa

Vivir nuestra ciudad. Creo que en Dublineses, o en algún otro lugar que se me escapa si es que no se trata de Dublineses, Joyce decía algo así como que siempre se trata de "denunciar el alma de esa hemiplejía o parálisis llamada ciudad". Y entonces, de nuevo caminando por Buenos Aires tenemos una sensación parecida. Nos adentramos primero por donde Rivadavia adquiere su grosor natural que la acompañará hasta lo más profundo de la pampa. A la altura del teatro Liceo, Rivadavia es una calle angosta y angustiante, edificios de principio de siglo y bodegones españoles, hoteles-pensiones, los restos-ahí-tirados-en-el-piso del corso de la Avenida de Mayo: envases de Rey Momo, borrachos durmiendo en la calzada, grupitos de amigos cagándose a golpes con botellas pardas de cerveza. Alguien repara en el ruido de los grillos que resuenan en la magrugada: sí, grillos. Alguien, yo, hace un chiste sobre aviones fumigadores del Gobierno de la Ciudad que arrojan noche a noche miles de grillos sobre el cemento urbano con la intención de darle a la ciudad un aire más campero y relajado. Es una hipótesis loca pero no descarto que sea cierta.

Unas cuadras más atrás nos habíamos cruzado nuevamente con el Poeta Perdido, frente a la Continental de Callao y Corrientes, una presencia invisible que pasa a nuestro lado como si no nos conociera. En fin, supongo que a esta altura de las cosas ya somos mutuamente desconocidos.

El calor había sacado, como sucede en verano siempre, las más extrañas criaturas a la calle. Se desplazaban lentamente, miraban con ojos torvos, todo fluía a dos velocidades menos que lo normal. En Yrigoyen y 9 de Julio los darks departen amablemente, los adolescentes pugnan por entrar al antro antes conocido como El Dorado. Nos quedamos afuera y escuchamos por unos minutos los one hit wonder de los años ochenta. Pero no son los años ochenta, eso sí que no.

Adentrarnos en Lavalle fue una decisión dificil. Se escucha un comentario racista sobre la tarea inconclusa de Roca. Hay quien piensa en ese cuento del Cortázar pre castrista, del Cortázar gorila: Las puertas del cielo. Uno que canta a los gritos Let It Be de los Bealtles, frente a los fichines a los que solía escaparme en las horas libres. Sus alaridos se escuchan a diez cuadras de distancia: Mother Mary comes to me... La gente arrastra los pies, se rie, se agolpa por un superpancho, todos fluyen hacia 9 de Julio, todos caminan hacia la salida. Nosotros hacemos el trayecto inverso.

En la bajada de Lavalle a Alem hay una de las obras por las que nuestro querido alcalde será recordado por los siglos de los siglos: una peatonalización coqueta con banquitos de cemento y muchos tachos de basura que nadie usa. Allí el paisaje social cambia: ahora son ingleses y españoles y alemanes que salen y entran de Bahrein, un ex banco devenido boliche. Los grillos, los grillos, ay, siguen cantando.

En el Yacht Club de Puerto Madero hay una fiesta. Desde el otro lado del dique, a través del agua, oímos las melodías de Los Auténticos Decadentes, Jazzy Mel, Los Pericos y los Paralamas. Hay una dictadura de la música pasable en una fiesta. Tal vez el pop berreta sea la auténtica democracia ya que trasciende barreras socioeconómicas. El pop como metáfora de una posible sociedad sin clases. Pero la hipótesis se agota ahí mismo: se trataría de una sociedad sin clases en la cual no querría participar. Barajamos la posibilidad de colarnos en la fiesta, pero reconocemos que no estamos con el ánimo adecuado para tan magna empresa.

El final de la noche coincide con el final de la ciudad. No hay más ciudad para seguir caminando, si la hubiera, si no hubiera río, hoy estaríamos en Colonia del Sacramento. Contra el murallón de la costanera, entre un carrito de choripanes llamado El Diegote y otro llamado El Sueño, contemplamos los silenciosos trabajos arquitectónicos del menemismo tardío. En unos años esto no va a existir.
Detrás, entre los pastizales acumulados largamente por la labor del río, más allá de los árboles intrusos, la noche comienza a desgajarse. Y el canto de los grillos acá ya no parece tan desubicado: son animales nobles, traídos en el lomo de los camalotes, desde el norte cálido del Delta, desde una geografía quieta y natural. Y cantan porque es lo único que saben hacer.

sábado, febrero 24, 2007

Kim


Y ella canta -en este preciso momento-: Does love ever end/When two hearts have torn away?/Or does it go on/And beat strong anyway?

viernes, febrero 23, 2007

Por una república de creyentes

Hoy en Clarín una pastillita decía algo así como que la Angélica Doctora Carrió se quejaba por el adelantamiento de las elecciones porteñas. Su argumento consistía en denunciar que el apuro de Telerman no había contemplado que la fecha de cierre de listas (el 3 de abril, dos meses antes de la elección) coincide con la celebración de las pascuas judía y católica. ¿Qué tipo de proyecto republicano encabeza la ateniense doctora? Tal vez uno donde el calendario civil esté sujeto a los caprichos de las efemérides religiosas...

lunes, febrero 19, 2007

Los ricos también lloran: o sobre cómo el dinero acarrea diversos inconvenientes y de las virtuosas enseñanzas que se pueden extraer de esta verdad

Hay que tener estómago para leer La Nación por las mañanas, antes de comer un bocado, y encontrarse con estas simpáticas historias:

El texto dice así: "Adolfo Caballero y Ana Fontán Balestra de Caballero solicitan por este medio a familiares y amigos no ser invitados a futuras recepciones de casamientos, considerándolos cumplidos con la simple participación de los mismos. Desde ya, agradecen una buena interpretación de este pedido, basado exclusivamente en la saturación de compromisos sociales".
Según el matrimonio, que vive en Palermo, la catarata de invitaciones comenzó hace más de dos años, y aseguran que, para colmo, se pusieron de moda las fiestas en quintas o salones que quedan lejos, en las afueras de Buenos Aires.
"Eso es lindo y divertido para los más jóvenes que se quedan bailando hasta las 5; pero nosotros, a nuestra edad, viajar tanto para ir a cenar y volver... Al día siguiente estoy cansado, y casi no me puedo mover cuando voy al club a jugar al tenis", relata Adolfo.
Y cuenta que, además, entre la peluquería de su mujer por la mañana, vestirse y arreglarse desde una o dos horas antes de la misa, que suele empezar a las 20, y después viajar a la fiesta que es lejos, y volver...

domingo, febrero 18, 2007

Dios se ocupa de las pequeñas cosas


Todo el día escuchando este disco.

sábado, febrero 17, 2007

"With me or without me"

Los lejanos días de la infancia coincidieron con aquello que los periodistas a la violeta llamaron "la primavera alfonsinista". Alfonso leyendo el Preámbulo en el cierre de campaña en la 9 de Julio. Las buenas intenciones. Después de la noche queríamos ser socialdemócratas. Ilusiones blancas, volver a la Constitución tan bello texto mancillado... apenas diez años antes quien lo decía hubiera sido mirado como un débil pequebú, para volver a la jerga fuerte de nuestros años salvajes. Pero en el 83 ese retorno a 1853 era lo máximo. Volver al siglo XIX era un avance tan grande. Restauración, sí. Y Alfonsín estaba ahí. Herminio, era la figura trágicómica que necesitaba la escena para configurarse definitivamente como histórica. El broche de campaña que avivara la leyenda negra de "la pesada", o en las mentes más librescas, el retorno de la barbarie. Porque, digámoslo, todo país que se organiza necesita fundarse sobre una metáfora, y si esa metáfora es dicotómica, si esa metáfora juega con los opuestos, mucho mejor. Civilización o Barbarie, es la metáfora que sigue recorriendo la historia argentina. Gran slogan el de Sarmiento. Chapeau. Usos múltiples y siempre queda bien.
Y Herminio funcionó en esa circunstancia tanto como víctima propiciatoria, tanto como juguete de la astucia de la Razón. El atildado Luder no cuadraba demasiado bien en el juego de los opuestos. Herminio, con sus legendarios desquicios sintácticos y ortográficos, con su fama de pesado del conurbano y ultraortodoxo, funcionaba perfectamente como contrafigura en el imaginario de la sociedad que buscaba "volver" al estado de derecho - ese calmo prado donde florecen las instituciones, ese Valhalla de los abogados.

miércoles, febrero 14, 2007

Focus group

A propósito de un cuento de D. F. Wallace que empecé a leer hoy y se ambienta en un focus group, recordé algunas experiencias personales en dichos lugares. Tenía un amigo que estaba metido en ese curro: armar grupos de personas para que den su opinión sobre cierto producto comercial, o sobre cierto "nicho" de mercado que los gerentes allá arriba deseaban "explorar". Me sigue sorprendiendo la jerga de la investigación de mercado. Me sorprende todavía la mismísima expresión "investigación" adosada a la palabra mercado. Uno piensa en investigación y las connotaciones se disparan a un tipo de sombrero de fieltro, traje raído y despacho cochambroso en algún edificio art decó: Marlowe, claro. Marlowe. Investigación viene pegada inmediatamente a intriga, misterio, riesgo, peligro. A la serie negra, por qué no. Lo mismo con otro término igual de equívoco: "trabajo de campo". Trabajo de campo. Un inglés rubio con bermudas caqui, largavista, mochila, seguido por diez negros que portan el equipaje de la exploración; abriéndose camino por la selva africana para la mayor gloria del Imperio. Livingstone, supongo.
Pero no. Bajado a la tierra, las investigaciones tienen más que ver con oficinas con plantas artificiales y una jarra de café y coca cola y algunas masitas dispuestas sobre una mesa de fórmica alrededor de la cual se hallan ocho, diez personas de distinto target socioeconómico. O al menos de supuesto distinto target socioeconómico, porque yo recuerdo como mi amigo armaba esos focus groups:
- ¿Tenés auto?
- No.
- Mmm... Bueno, ¿qué auto te gustaría tener?
- Yo qué sé... no sé...
- Cualquiera, decí cualquiera.
- Mustang 65.
- Já.
- No sé, ponele un ford focus.
- Gracioso.
Y así con cosas más pequeñas, hasta moldear el sujeto que las variables nivel económico, edad, estado civil, zona de residencia, etc. requerían para cumplir las cuotas especificadas de una muestra más o menos representativa. ¿Qué marca de cerveza tomás? ¿Qué supermercado preferís? ¿Tomarías caldo instantáneo de espárragos? ¿Y de zanahoria? ¿Y de remolacha? ¿Aproximadamente cuántas revistas leés por año? ¿Aproximadamente cuántas veces por año pensás en Dios? Bueno, no tanto. Pero era bastante así.
Después venían los focus propiamente dichos. Fui a algunos. Una vez me pagaron plata, otra vez me dieron un cartón de cigarrillos infumables, otra vez unos vales para una casa de comidas rápidas. Gratificaciones por los servicios prestados. En el de las comidas rápidas nos pasamos discutiendo media hora si Burger King debía tener o no un personaje identificatorio tal como el payaso maldito Ronald McDonald. Encarnizada discusión. "¿Pero ninguno de ustedes vio la película It?" "¿Acaso vieron alguna vez a un niño encariñado con ese personaje, que ciertamente, parece esconder debajo del maquillaje al Estrangulador de Boston?" "A mi nena le encanta el payasito". Etc, etc, etc. Había una psicóloga - o socióloga, no sé, o asistenta social- que "coordinaba" la discusión: explayate un poco más... ¿por qué no te gusta el payaso? Terminás detestando a tus congéneres, terminás detestando al mismísimo sistema capitalista, terminás añorando al Camarada Stalin y a Laurenti Beria y a la NKVD y a los Juicios de Moscú. Pensás en el después: tus comentarios son codificados para ser agrupados en una serie de categorías que luego serán procesadas en un programa de bases de datos como el SPSS, por ejemplo, y después filtrados y cruzados con otras variables y presentados en cuadros de dos entradas que hagan "visible" la asociación entre tus respuestas y tu características de base: Un 88% de los que respondieron que la comida de Burger King les parece infame tienen estudios terciarios completos, no compran revistas deportivas, cultivan el ancestral arte de la meditación zen, habitan en casas cuyos techos tienen más de 3,8 metros de altura, registran una alta propensión a imaginar con lujo de detalle el asesinato de altos diganatarios de la Iglesia Católica y suelen veranear en lugares que se encuentran a un promedio de 751,14 (+-15) kilómetros de su lugar de residencia.
Encima, ahora que lo pienso, me doy cuenta que sigo teniendo esos vales para comer en BK. Ya deben haber expirado. Y yo que los salvé de tener un payaso en la puerta.

martes, febrero 13, 2007

Quiero decir

Sergio Di Nucci me cae ahora mejor que nunca.

miércoles, febrero 07, 2007

La posmodernidad y sus descontentos

"De manera que, supuestamente, la clase social, la raza y el género habían desaparecido (y otras cosas supuestamente estaban desapareciendo, como la vejez, la belleza y hasta la educación): todas las formas realmente automáticas de establecer quién era mejor y quién era peor... habían desaparecido. Por todas partes la gente bienpensante declaraba que no tenía prejuicios, que al menos en ellos ya no había más prejuicios heredados. Ellos lo habían decidido. Pero para los que estaban en el terreno espinoso de la operación... los ignorantes, digamos, o los feos... no se trataba simplemente de una decisión. Algunos de ellos no tenían ropa nueva. Aún llevaban el uniforme de sus deficiencias. Había quienes andaban vestidos con esa misma mierda."
M.A., Heavy Water.

domingo, febrero 04, 2007

Impresionismo

Recién cuando venía en el colectivo para acá, la ciudad me pareció más oscura que nunca: ¿es esa la verdadera actitud Buenos Aires, o se trata de un efecto no querido de nuestra percepción?

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Pienso en las diferentes actitudes ante la cultura: hay toda una actitud genuflexa ante la "alta cultura" que delata la posición subordinada que uno ocupa en el mentado "campo cultural". Sí, esa anécdota que ya conté sobre el sociólogo que leía un cápitulo del Capital en alemán antes del desayuno y como sus esclavas de la cátedra se mojaban al escucharlo... Por otro lado, pienso en la literatura cucurtiana y en las estrategias de marketing que ha disparado, tal vez en mucho de eso resida una falsa conciencia, unas ganas de probarse a sí mismo como alguien capaz de entablar una relación "directa y transparente" con la cultura. Una ilusión.

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Hay una luz que nunca se va. Enciende el YouTube y busca el clip que mejor refleje tu estado de ánimo. Puede ser un video de Lou Reed o un segmento de una película de Lynch. Patricia Arquette subiéndose a un auto en Carretera Perdida. En todo esto hay algo inquietante, pero no lo puedo describir con palabras.

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Shoplifters of the world, unite and take over.

jueves, febrero 01, 2007

Sólo pasaba por ahí

Hay veces que mis reparos ante los celebratorios discursos que anuncian el futuro de la "literatura" en el soporte blog, dejan paso a algo parecido a la emoción: entonces digo, puede ser que algo de eso sea verdad, puede ser que sea posible todavía encontrarte por casualidad con textos que salven el día, textos que se mantengan solos, en el anonimato, por su propia fuerza. Algo de eso me pasó recién cuando leía esto.

Tres lindos cubanos

Estoy leyendo un libro que se llama Tres lindas cubanas. El autor es el mexicano Gonzalo Celorio -de quien hace bastante me habían recomendado mucho mucho una novela que no leí llamada Y retiemble en sus centros la tierra, sobre un profesor de literatura borracho que recorre cual Cónsul de Bajo el Volcán las cantinas, bolichones y pulquerías del DF hasta morir-. Bien, en la contratapa del libro decía que era una saga familiar situada entre México y Cuba, siguiendo la historia de los padres del autor y entreverandose con la convulsa historia política latinoamaricana. Ok. Eso no me gustó mucho, no soy muy amante de la literatura latinoamericana, y menos de aquella producida en esa zona "real-maravillosa" llamada trópico. Palmeras, calor, árboles genealógicos complicadísimos, dictadores, etc.. Tristes tópicos de los trópicos latinoamericanos. La empecé a leer igual, y la verdad es que está bastante bien. Basicamente es la historia de la transformación de la mirada del narrador sobre Cuba a lo largo de sus sucesivos viajes a la isla. Desde la fascinación juvenil del estudiante de Letras post Tlatelolco hasta el desencanto del maduro profesor universitario de los 90. Sí, algo conocido: la adultez como antídoto ante los raptos pasionales de los años jóvenes, o -como sostendrían los eternos gauchistes de fe de hierro- del "venderse al sistema" conforme uno va asentándose en la sociedad. Crecer, bah. Como sea, lo que me gusta del libro es como Celorio utiliza los pequeños detalles para ir dando cuenta de su des-enamoramiento con la Isla Rebelde. Las colas que tienen que hacer los cubanos para entrar al cabaret donde canta Bola de Nieve, mientras los turistas pasan sin esperar; la obligación de usar camisa de mangas largas para comer en el restaurant del hotel mientras hace 40 grados a la sombra; la miradas hostiles a su pelo largo -mientras fuera de Cuba el largo del pelo era usado como una señal de rebeldía y de cercanía con el ideario de la "Isla Rebelde"-, el penthouse de Nicolás Guillén (EL poeta nacional) sobre el malecón; el silecioso avance del mercado negro; las playas sin cubanos de Varadero; las medias remendadas de una bailarina del Tropicana que dan cuenta calladamente de las contradicciones culturales del sistema: "Es explicable que las mallas de las cabareteras no sean prioritarias en las nuevas condiciones políticas y económicas de Cuba, pero por qué, entonces, se mantiene vivo -o moribundo- un espectáculo de otros tiempos que en nada se corresponde con el ideario del hombre nuevo que la Revolución cubana propone". Esos detalles, registrados casi lateralmente, como al pasar, van cobrando poco a poco mayor peso en el relato y haciendo mayor cada vez la distancia entre el narrador y el régimen cubano.
Y sobre ese devenir planean como ángeles vengativos, como víctimas ofendidas, las figuras de Lezama Lima, Arenas y Cabrera Infante. Marginados, ocultos, negados. El primero tachado de "conflictivo y antisocial", los otros dos exiliados y palabra prohibida dentro del establishment literario local. Cuba es La invención de Morel de Latinoamérica: la garantía de sobrevida del sistema reside en la repetición ad infinitum de los gestos, poses y discursos que tuvieron sentido y vida hace mucho tiempo. Cuba es un wishful thought, una proyección de lo quiso ser Latinoamérica en un momento y no pudo, no quiso o no la dejaron ser.
Todo esto mientras Fidel se muestra de nuevo (¿vivo? diría Su Giménez, en el archigastado chiste) y, como en La invención de Morel, uno no puede distinguir si ese tape es de ayer, de hace seis meses, de hace dos años o - he aquí el realismo maravilloso tropical- o de los próximos 6 meses, o de los próximos veinte años.
Claro que fuera de esa burbuja las cosas no son mejores, ni más democráticas, ni más libres, tan sólo tienen otras formas y otras velocidades. Y no les queda ni siquiera la ilusión de ser "el territorio libre de América".
Viven, vivimos, al calor de la época.