martes, enero 10, 2006

Palermo

Todos eran artistas. Los camareros y camareras de los cafés eran actores y actrices, y los clientes de los cafés eran libretistas y guionistas, arpistas, puntillistas, ceramistas, caricaturistas, contrapuntistas. Los niños eran patinadores y malabaristas, las niñas bailarinas (conversando en las mesas con sus madres y maestros). Hasta los bebés eran estrellas de publicidad y tenían agentes. Y la cosa no paraba allí. En las calles los escultores empujaban carretillas con fragmentos de piedra y se cruzaban con flautistas en borceguíes, y una troupe de payasos hacía mímica frente a un público que ensayaba improvisaciones. Y mucho más: había payasos en zancos de tres metros. Divas que precticaban sus escalas en las ventanas de los inquilinatos. Los que instalaban corriente alterna eran todos instalacionistas. Los obreros de la construcción eran constructivistas.
Martin Amis, "La coincidencia de las artes" en Agua Pesada, Emecé, Buenos Aires, 1999.

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