martes, noviembre 28, 2006

El Futuro

Entrevista a Marcola, jefe de la banda carcelaria de San Pablo denominada Primer Comando de la Capital. El 23 de mayo de este año, el diario O Globo de Brasil en su Editorial Segundo Cuaderno, publicó una "Entrevista a Marcola del PCC". Él es Marcos Camacho,jefe de la banda carcelaria de San Pablo denominada Primer Comando de la Capital (PCC), que durante este año ha provocado numerosos actos de vandalismo en esa ciudad y alrededores. La siguiente es la traducción textual del reportaje.

¿Usted es del PCC?

Más que eso, yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El diagnostico era obvio: migración rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas periferias; la solución nunca aparecía. ¿Qué hicieron? Nada. ¿El Gobierno Federal alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros? Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las villas en las montañas o en la música romántica sobre "la belleza de esas montañas al amanecer", esas cosas. Ahora estamos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social ¿Vió? Yo soy culto. Leo al Dante en la prisión.

Pero la solución sería...

¿Solución? No hay solución, hermano. La propia idea de "solución" ya es un error. Ya vio el tamaño de las 560 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero por sobre la periferia de San Pablo? ¿Solución, cómo? Sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una "tiranía esclarecida" que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del Legislativo cómplice. ¿O usted cree que los chupasangres (sanguessugas) no van a actuar? Si se descuida van a robar hasta al PCC. Y del Judicial que impide puniciones. Tendría que haber una reforma radical del proceso penal del país, tendría que haber comunicaciones e inteligencia entre policías municipales, provinciales y federales (nosotros hacemos hasta "conference calls" entre presidiarios.) Y todo eso costaría billones de dólares e implicaría una mudanza psicosocial profunda en la estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución.

¿Usted no tiene miedo de morir?

Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bombas. En las villas miseria hay cien mil hombres-bombas. Estamos en el centro de lo insoluble mismo. Ustedes en el bien y el mal y, en medio, la frontera de la muerte, la única frontera. Ya somos una nueva "especie", ya somos otros bichos, diferentes a ustedes. La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común. ¿Ustedes, intelectuales, no hablan de lucha de clases, de ser marginal, ser héroe? Entonces llegamos nosotros! ¡Ja, ja, ja.! Yo leo mucho; leí 3000 libros y leo al Dante, pero mis soldados son extrañas anomalías del desarrollo torcido de este país. No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. ¿Ustedes no escuchan las grabaciones hechas "con autorización" de la justicia? Es eso. Es otra lengua. Está delante de una especie de post miseria. Eso. La post miseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes. Mis comandados son una mutación de la especie social. Son hongos de un gran error sucio.

¿Qué cambió en las periferias?

Mangos. Nosotros ahora tenemos. ¿Usted cree que quien tiene 40 millones de dólares como Beira Mar no manda? Con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un escritorio. ¿Cuál es la policía que va a quemar esa mina de oro, entiende? Nosotros somos una empresa moderna, rica. Si el funcionario vacila, es despedido y "colocado en el microondas". Ustedes son el estado quebrado, dominado por incompetentes. Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Nosotros estamos bien armados. Ustedes tienen calibre 38. Nosotros estamos en el ataque. Ustedes en la defensa. Ustedes tienen la manía del humanismo. Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes nos transformaron en "super stars" del crimen. Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados. Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos "globales". Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros "clientes". Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia que provocamos.

¿Pero, qué debemos hacer?

Les voy a dar una idea, aunque sea en contra de mí. ¡Agarren a "los barones del polvo" (cocaína)! Hay diputados, senadores, hay generales, hay hasta ex presidentes del Paraguay en el medio de la cocaína y de las armas. ¿Pero, quién va a hacer eso? ¿El ejército? ¿Con qué plata? No tienen dinero ni para comida de los reclutas. El país está quebrado, sustentando un estado muerto con intereses del 20 % al año, y Lula todavía aumenta los gastos públicos, empleando 40 mil sinvergüenzas. ¿El ejército irá a luchar contra el PCC? Estoy leyendo Clausewitz "Sobre la Guerra". No hay perspectiva de éxito. Nosotros somos hormigas devoradoras, escondidas en los rincones. Tenemos hasta misiles anti-tanque. Si embroman, van a salir unos Stinger. Para acabar con nosotros, solamente con una bomba atómica en las villas miseria. ¿Ya lo pensó? ¿Ipanema radiactiva?

Pero, ¿No habrá una solución?


Ustedes sólo pueden llegar a algún éxito si desisten de defender la "normalidad". No hay más normalidad alguna. Ustedes precisan hacer una autocrítica de su propia incompetencia. Pero a ser franco, en serio, en la moral. Estamos todos en el centro de lo insoluble. Sólo que nosotros vivimos de él y ustedes no tienen salida. Sólo la mierda. Y nosotros ya trabajamos dentro de ella. Entiéndame, hermano, no hay solución. ¿Saben por qué? Porque ustedes no entienden ni la extensión del problema. Como escribió el divino Dante: "Pierdan todas las esperanzas. Estamos todos en el infierno".

lunes, noviembre 27, 2006

Una distopía barrial

Comprar cds truchos en el parque rivadavia cada vez se parece más a comprar droga, o a comprar licor en la época de la ley seca yanqui. La mercadería está en exhibición, todos la pueden ver, comparar, sopesar. Pero hay todo un ritual que se asemeja a la compra de droga: los billetes se pasan disimuladamente, utiliza cierta jerga, cuando determinado programa o mp3 no está stock, el dealer (mejor dicho el puestero) te hace esperar en el limbo un rato y va a buscar la mercancía a otro puesto... Se aceptan devoluciones y cambios pero todo depende de la confianza que tengas con el vendedor, de tu capacidad para demostrar "que sabés de que se trata la cosa". Vas muerto si te ven pinta de inspector municipal. Se parece a una anticipación sci-fi tercermundista del futuro de la desesperación humana: drogas digitales tan poderosas como el viejo opio de los fumaderos, envueltas en sobrecitos berretas y grabadas en cd de pocos centavos la unidad: paco pentium, crack v.2.0.
Con una lluvia perpetua sería una buena locación para Blade Runner II.

miércoles, noviembre 22, 2006

Ímpetu, tempestad

Fue en el Strung und Drang de nuestra juventud…
El metro de Berlín atraviesa túneles que en otro tiempo sirvieron para la escapatoria de refugiados, para fosas de perseguidos, para madrigueras de disidentes: ahora en el otoño de la civilización las muchachas punks se sientan con las piernas abiertas (esos borceguíes) y hablan en dialecto suavo con sus novios raquíticos y posiblemente yonquis; las matronas de pelo teñido de azul suben cargadas de bolsas con regalos para los nietos y se miran en las ventanillas el rictus inconfundible de la desesperación; jóvenes rubios con camperas verde-oliva que dicen Afrikan Korps mascan el chicle agrio de la época y comentan con sus cofrades el resultado de Hannover – Shalke 04. En el medio de todos ellos Tomás Rainer paladea el gusto a guijarros de su alemán heredado. Strung und Drang. Jóvenes poetas y filósofos llenos de cerveza, cantando tonadas campesinas, levantándoles las polleras a las mozas, moliendo extranjeros a palos, alistándose en los ejércitos de Federico de Prusia, leyendo Novalis en las trincheras, plantando en el jardín de la casa familiar el árbol deforme de la Revolución Francesa, muriéndose de tuberculosis, de sífilis, de cólera, de disentería, de difteria, de gota, de fiebre amarilla, de viruela, de pena, de rabia, de orgullo.
Saliendo a la avenida Rainer camina por un bulevar cruzado por los vientos. Su departamento se encuentra en un barrio pobre de Berlín y para llegar a él debe atravesar un gran parque. Estatuas de grandes muertos flanquean su sendero. Un precursor de la química orgánica, un naturalista, un ministro de Bismarck, un filósofo idealista menor, un filántropo. Viejos turcos juegan en mesitas un juego de cartas que parece demasiado complicado: se ríen y se cargan en su idioma materno y es como una nube que subiera de Estambul y convirtiera todo en un lugar aún más raro.
En el departamento lo primero que hace es poner un viejo disco que se trajo de Buenos Aires, uno que le habían regalado en un cumpleaños y jamás se había dignado a escuchar hasta llegar a Berlín, tantos años después. Canta un tipo con voz de borracho perdido, esa voz rasposa, suplicante, agotada de quienes ya renunciaron a todo. La canción lame las paredes y Rainer piensa en la vecina de al lado, una mujer solitaria, devota de los ovnis y los fenómenos paranormales. Piensa en ella leyendo sola en la cama una revista de divulgación sobre los últimos avistajes de naves extraterrestres en las playas de Tulum, de Seychelles, de San Borombón. Una vez la vio en camisón, recién bañada, el pelo tirante y mojado, la vio en el pasillo sacando la basura, la puerta de su departamento entreabierta dejando apenas ver su bunker privado de fantasías galácticas.
La soledad de la ciudad se le asoma en el alma a Rainer. La tesis que lo trajo a Berlín ya está terminada y espera sólo el veredicto de los profesores. Podría irse ya de ahí. Podría lanzarse a los caminos de Europa y recorrer las estaciones de tren, las fondas, los cementerios, los palacios atacados en otra época por los revolucionarios ingenuos de la primavera moderna. Puede verse con una enorme mochila en la espalda, fumando tabaco armado en una estación rural de Checoslovaquia, esperando el silbido de la máquina que lo lleve hasta el próximo destino. Sacar fotos, llenar cuadernos con impresiones viajeras, trabar amistades de una noche, dormir mal sobre colchones mojados, olvidarse cepillos de dientes en lavatorios sucios.
Abajo, bajo el balcón de su departamento, unos tardíos obreros salen de un bar discutiendo a los gritos, se insultan, se contienen, se abrazan. El sol va cayendo, la calle se vuelve más oscura. El olor de los árboles vuela por el aire y se mete en el departamento impregnando todo de una fragancia pura, de otra época, incontaminada. No va a llover pero sin embargo la calma que se apodera del barrio parece predecir una tormenta.
El disco termina, el silencio es total, la tesis duerme sobre el escritorio. Y los jóvenes del Strum und Drang, en tanto, se ríen lejanamente desde el campo de batalla del mundo.

Altman

lunes, noviembre 20, 2006

Hoy

Hoy en el subte, recién bah, un tipo subió a pedir unas monedas a cambio de algo (¿una estampita? ¿una plancha de calcomanías de las chicas superpoderosas) y lo más raro fue que sostenía un radiograbador que emitía baladas tristes de los años 80's: esas que pasan por algunas radios para adultos sensibles. Una grasada, podría haber dicho en otro momento, pero hoy más bien quería seguir escuchando esas canciones, quería que me acompañaran durante todo, todo el viaje.

miércoles, noviembre 15, 2006

Mata Hari

Conocí a la famosa Mata Hari en un tren que unía Amberes con París en el otoño de 1914. Fue el otoño anterior a la famosa Primera Guerra Mundial, esa guerra donde las trincheras se construían con cadáveres y las máquinas inventadas por el sueño de la razón positivista demostraron toda su efectividad. Los mismos campos que atravesamos en aquel tren Mata Hari y yo meses después se cubrirían con las marcas de la viruela bélica: pozos excavados donde los soldados jugaban al rummy y escribían cartas a sus infieles novias; pozos separados por la tierra de nadie donde se acumulaban los desechos de las batallas inmóviles que caracterizaron esa contienda. Pero en el tren, en aquel otoño pre bélico, reinaba una atmósfera muy diferente. Mata Hari tenía el poder de hechizar a los hombres: los tres que estábamos en aquel camarote fuimos revelando nuestros más intimos secretos ante la mirada y la sonrisa de esa mujer. Dicen que fue una bailarina exótica y que sus presentaciones eran inolvidables, lamentablemente nunca la pude ver actuar sobre el escenario. Me alcazó con lo que vi en el camarote del tren. Una belleza de pelo largo y oscuro que usaba recogido en una coqueta cola de caballo, unos ojos verdes como los campos de labranza belgas que se colaban por la ventanilla, una sonrisa amplia que dejaba ver sus blanquísimos dientes y que lo sumergían a uno en una sensación de vértigo, su cuerpo era pequeño pero con tallado tan proporcionalmente que nada sobraba ni faltaba en él. Ahí estaba yo, recién subido al tren con mis tres vecinos de camarote, intimidado y deslumbrado ante aquella mujer que apenas murmurando unas palabras nos incitaba a contar nuestras intimidades.
El primero en hablar fue un obeso banquero de Amberes que se lanzó a relatar con lujo de detalle su enamoramiento clandestino con un joven dependiente de su banco. Hablaba de él como de una princesa, lo ascendía con sus palabras a las cumbres de la belleza, la inteligencia, la generosidad. Mata Hari asentía con la cabeza y desplegaba la sonrisa, movía uno de sus pequeños pies hasta rozar nuestras rodillas: lábil pez en el río de la lujuria. El banquero obeso seguía contando sus amores, perfectamente olvidado de que estaba con extraños, había abierto su corazón a Mata Hari.
Luego del banquero tomó la palabra un joven universitario de Lieja. En lágrimas relató su enamoramiento con una mujer a la que describió como "única" y "maravillosa". Lloraba de pena por el rechazo del que había sido objeto, entre sus sollozos se podía distinguir la culpa que sentía por no haber podido estar a la altura de las circunstancias. Era un espectáculo triste de verdad, y Mata Hari - mi espía- lo calmó tomándole suavemente las manos.
Cuando llegó mi turno estaba decidido a no contar nada. Soy una persona celosa de su intimidad y la perspectiva de verme sumido en el mismo estado que mis compañeros me producía una instantánea aversión. Mata Hari me dirigió unas palabras. Mata Hari me miró a los ojos. Mata Hari deslizó su lábil pez de la lujuria -su pequeña botita negra- hacía mi pierna. Mata Hari mostró una de sus sonrisas. Y me largué a hablar. Cómo lo hicieron igual los oficiales franceses y alemanes en la guerra. No podía sino hablar y confesar los secretos ante esa agente del espionaje emotivo. Conté sobre mi ex mujer, conté sobre mis hijos, conté sobre mis padres. Relaté con detalle mi última aventura amorosa, expuse teorías sobre el amor, sobre el matrimonio, sobre la fidelidad, sobre la intimidad. Mata Hari se arreglaba delicadamente el pelo. Mata Hari miraba y sonreía. Nada de lo que digas puede sorprenderme. Ningún secreto puede escandalizarme. ¿Es necesario decir que me enamoré de Mata Hari? ¿Es necesario confesar que en ella pude entrever un poder, una fuerza, que creía imposible en un ser humano? ¿Y es necesario aclarar que los tres hombres que estabamos en aquel tren, en aquel otoño pre bélico de 1914, el banquero, el joven estudiante, este narrador, todos caímos presos del mismo influjo y que en ese momento hubiesemos hecho cualquier cosa para hacer feliz a nuestra dueña?
Cuando llegamos a París hubiese jurado que estábamos de regreso de un viaje a las entrañas de la tierra, tal era mi agotamiento, tal era mi fragilidad. Mata Hari nos despidió en el andén y nos invitó gentilmente a visitarla en su casa. Todos besamos su mano enguantada e hicimos una torpe reverencia, pero estábamos demasiado cansados como para enhebrar una frase con sentido.
Luego comenzó la guerra y ella se dedicó a extraer secretos más relevantes que las pobres historias de amor de desconocidos reunidos por azar en un tren de épocas pacíficas. Pero nunca nadie, ni antes ni después me produjo la misma sensación de entrega que aquella mujer. Todavía sueño que veo su sonrisa en el fondo de un abismo y que yo me acerco al precipicio y que sin ningún temor me dejo caer, planeando, hacia ella.

jueves, noviembre 09, 2006

¿Quién le teme a Martin Amis?

Henry More versiona una encantadora fábula sobre los tiempos que corren, y lo hace siguiendo la estela de un cínico inglés.

Así estamos

En Estados Unidos
- El hombre Marlboro
- Gran Hermano
- Rey Arturo
- Santa Claus
- Hamlet
- Frankenstein
- Sigfrido
- Sherlock Holmes
- Romeo y Julieta
- Dr. Jekyll & Mr. Hyde

En Argentina
- La tortuga Manuelita
- Hijitus
- Patoruzú
- Isidoro
- Mafalda
- Carozo y Narizota
- Clemente
- Gold Silver
- Pibe Bazooka
- Margarito Tereré
Vía Page/12, un ranking de los personajes de ficción más influyentes de la cultura popular elaborado por tres freaks de Estados Unidos. En fin, para ellos Jekyll & Hyde para nosotros Margarito Tereré...
Harold Bloom, te perdonamos.

La caída del Halcón negro

miércoles, noviembre 08, 2006

"Es ella"


Casi, casi como Graciela en el 98

martes, noviembre 07, 2006

Adiós Carlos Marx, nos vemos en el cielo


"Vamos a conservar la misma línea, es decir, que sea la empresa privada el principal motor de desarrollo del país. Habrá un respeto absoluto a la propiedad privada y a la seguridad jurídica. La idea es impulsar la inversión privada en estas áreas. En ninguna circunstancia se considerarán políticas estatistas." (Jaime Morales, vicepresidente electo de Nicaragua)

De Sarmiento a Elisa Carrió

Caí en perfil.com donde la barba canosa y nada venerable del ex alumno de la E. D. P. José Eliashev te da la bienvenida. Casi, casi, como el dintel de la Divina Comedia. Comparte pantallita con Lanata, un personaje que armó un diario a los 26 años y ahora labura con Tinelli - en el programa de radio de Lanata hay dos boludas que hablan pavadas, y todos se hacen los graciosos, Sietecase la juega de rosarino galán y Lanata de paterfamiliae del periodismo jugado-. Son los censurados de la TV que tienen pantallita propia en perfil.com, a ver si le dan también un espacio a Liliana López Foresi (otra censurada, según esta lógica) o a Pedro Olgo Ochoa (que hace mucho que no aparece y presuponemos, ergo, que también está censurado).
Pero bien, leo una crónica de Elisa Carrió sobre la elecciones de hoy en EE. UU. La idea es interesante, admitámoslo, una cuenta más en el largo collar de los viajeros argentinos a América. Viñas tenía ese libro de excelente título De Sarmiento a Dios, releyendo las experiencias de deslumbramiento y horror registradas en el iniciático viaje a la gran potencia del Norte. Estados Unidos siempre ha provocado ese efecto: atracción y repulsión. Después de todo, desde el momento mismo de su fundación por los puritanos del Mayflower, EE. UU. se pensó a si mismo como un Nuevo Mundo, como un laboratorio social y político de ideas y movimientos que no podían cuajar en el Viejo Continente. Ese caracter aislado de los Estados Unidos, ese ser diferente, ha fascinado a ejércitos de intelectuales. Desde Tocqueville a Deleuze, desde Weber a Jean Genet, las ciudades norteamericanas fueron suelo fértil para disparar reflexiones sobre el futuro del mundo. Todo lo que pasa, pasa primero en América.
Carrió no es ajena a ese deslumbramiento viajero. En la ligazón fundacional yanqui de religión y política se siente cómoda, después de todo, Arendt escribió sus mejores páginas políticas siguiendo de cerca el sueño revolucionario jeffersoniano y en la crónica de Carrió se siente latir esa influencia. Palabras sobre la "nueva mayoría" interreligiosa e intercultural que se estaría tramando para desbancar a Bush. Palabras lincolnianas sobre la imposibilidad de mantener engañado a todo un pueblo todo el tiempo. Palabras para las almas bellas y castas sobre la influencia decisiva de la moral y la religión, sobre la virtud y el diálogo. En la visión de Carrió los hombres malos obtienen su merecido y el pueblo, finalmente, despierta de su letargo. Esa sí que es una mirada americana sobre el mundo, con su candor y su fe irredenta en la "good people".
Al lado de la nota de Carrió hay otra que me resulta más interesante. Es sobre una nueva práctica que se está dando en los vecindarios norteamericanos: asesinar homeless por placer.
Todo lo que pasa, pasa primero en América.

lunes, noviembre 06, 2006

Realpolitik

–Pero, acláreme algo, porque a usted se lo veía hasta hace poco en actos duhaldistas, y de pronto se convirtió en candidato de Kirchner.
(Se ríe.) –Fue una jugada política. Yo fui al Congreso de Lanús (duhaldista) para que me vieran en los medios, con el propósito que me llamen a negociar. Y así pasó: me empezó a llamar todo el mundo y también los muchachos del Frente para la Victoria, que me hicieron candidato y salí votado como concejal en Escobar.


Qué grande Larry, ¿no?... (cri, cri, cri) ... ¿no?

sábado, noviembre 04, 2006

Malvárez Tejar, un hombre en peligro

Hace semanas que busco la imagen aquella de Morales Solá vestido de duendecillo (¿o era de drácula? ¿o de príncipe valiente? ¿o de ayudante de Papá Noel?) en ese legendario institucional navideño de Canal 9 de la era Romay. Creo que el Tano Ranni hacía de Santa Claus y Guillermito Andino de un muy gay paje navideño. También estaba Magdalena. Si fuera asesor del gobierno utilizaría esa imagen para extorsionar al "agudo" columnista de La Nación. Bueno, quizá ya se les ocurrió.

Al estilo mundo del cinismo

Las viudas de los jueves de Claudia Piñeiro es la versión pedorra-argenta de Noches de cocaína de J. G. Ballard.

viernes, noviembre 03, 2006

La peste

Una de las secciones más divertidas de la revista Barcelona (no pongo el link porque el sitio de la revista no dice gran cosa) es el correo de lectores. Una vedadera delicia de pelotudos que escriben indignados ante las tropelías de la revista. Cosas como tengo una hermana mogólica y ustedes son unos hijos de puta que no respetan a nadie, mi hermanita es un ser luminoso y hermoso y les deseo que tengan muchos hijos mogólicos, cosas como esas que uno nunca termina de saber (bueno, ese es un poco el juego de la revista) si son ciertas o más bien un nuevo chiste de la redacción. En el último número hay varias cartas de lectores que giran en torno al tema de la represión y los desaparecidos. Lo que me llama la atención, en mi ingenuidad, es el tono brutal de muchas de esas cartas: fascistas de comedor diario que escriben cartas burlándose de la "sidosa de Arrostito" o de "la concha de Bonafini" o de "los putos montoneros". Quiero decir, debe ser el pensamiento de mucha gente, debe ser el chiste diario de muchas familias cristianas, y no solo de los habitués de Plaza San Martín o miembros de la "familia militar", sino de gente mediopelo que ve con horror el discurso de los derechos humanos ahora legitimado vía Presidencia de la Nación.
Siempre me alarmaron más esos fascistas "de a pie" que los fascistas obvios de las jerarquías militares, empresariales o eclesiásticas. Digo, si estás tomando un copetín en el Círculo Militar y escuchás que alguien se vanagloria de sus hazañas setentistas, bueno, ¿qué esperabas? va con la lógica del lugar. Lo mismo si una vieja del Opus Dei o de Tradición, Familia y Propiedad larga a viva voz su íntimo deseo de que "acá hace falta un Pinochet" para arreglar el país, es todo tan predecible. El escalofrío viene cuando alguien que considerás a priori como "normal" se despacha con su credo videlista. Un tipo común, insignificante, inofensivo en apariencia. Un oficinista, ponele. Y de pronto puede decir el clásico "hay que matarlos a todos" o "habría que ponerles una bomba así se dejan de joder" o "qué bien los militares que se violaban a esas zurdas de mierda". Esos momentos son un shock de realidad: el mundo es así, las personas son así, esos son los contenidos que guardan en sus cabezas. Lo politicamente correcto es hipocresía en la mayoría de los casos. Animales hobbesianos disfrazados de buenos ciudadanos rousseaunianos.