miércoles, julio 22, 2009

Ayer me quedé hasta las cuatro de la matina leyendo los comentarios a este post. No les pido que hagan semejante locura, pero sí que le dediquen un poco de su tiempo a leer algunas de las cosas que se debaten ahí. Si se logra dejar en un segundo plano el tono agresivo (pero no olvidarlo, porque el tono también dice mucho) uno puede acercarse a una discusión, que para mi es crucial, sobre el lugar de los DD. HH. en la democracia argentina y sobre las tensiones entre construcción política real y memoria.
La larguísima tira de comments es, básicamente, una discusión entre Martín Rodríguez y Nicolás Prividera, director de la película documental M. Empieza como un debate sobre la entidad del kirchnerismo como proyecto transformador (o como otro fracaso deglutido por el "pejotismo") y culmina con intercambios entre los dos muy duros sobre el rol de la memoria, sobre la endogamia de los organismos de DD. HH., sobre la utilización política de los años setenta, sobre la construcción conflictiva de la democracia argentina. Me interesa que sea una discusión entre tipos de la misma generación, seguramente con recorridos vitales similares, pero que tienen miradas muy diferentes sobre qué hacer con todo eso - me refiero a la herencia política de la generación anterior, me refiero a la historia íntima familiar también - en el contexto abierto por el kirchnerismo.
La cuestión generacional más importante para los que nacimos en los setentas y crecimos en el menemismo es pensar el presente aún si tenemos que pensar en contra nuestro. Pensar, obsesivamente, esas tres estaciones que nos marcan generacionalmente: los años setenta, los noventa y el presente. Pensar las continuidades y los quiebres. Pensar el menemismo más allá de los papers de Flacso, pensar los setenta más allá de los libros que atesoramos en nuestras bibliotecas. Pensarlos en relación a nosotros, a la sociedad actual, ahora.
Me parece que la violencia verbal que se lee en el comentarios de LLP es fruto de que todo eso no lo pudimos, todavía, armar y de que seguimos recurriendo a materiales que, por más venerables que sean, hoy ya no resultan útiles. Y por eso, me parece, el error de Prividera de encasillar a los que discuten con él como "quebrados" o como "vendidos al menemismo". Es ese par 70s-90s, el que todavía no pudimos amalgamar en una lectura que de cuenta del presente. ¿Qué es Kirchner? ¿Cuánto de ruptura tuvo Kirchner, cuánto de continuidad con el "orden democrático"? ¿Derechos Humanos + superávits gemelos? ¿El museo de la ESMA es poner la memoria en un museo, literalmente, o un intento de escribir otra página sin tirar el libro entero del pasado por la ventana?
Por ahí pasan algunos de los temas que se leen en ese post (que creo dará mucho que hablar) y que algunos venimos discutiendo y pensando hace bastante, y que, sobre todo, nos constituyen como generación.

miércoles, julio 01, 2009

Algunas cosas

Quiero decir, pensar el 28 de junio no debe llevar ni a una reunión de AA ni a un juicio de Moscú revisited. Tampoco a la actitud necia de culpar a "los intendentes del Conurbano" (al respecto, mirar las cifras que postea conurbanos.blogspot.com) o al ya mítico "giro a la derecha" que en un año y medio habrían emprendido millones de votantes que en el 2007 votaron a Cristina.
La elección se perdió ahí, en esos millones de votantes "independientes" que esta vez eligieron por diversas razones votar opciones, a mi juicio, horribles pero a las que evaluaron mejores que este gobierno. Pensar que los votantes de De Narváez o del Acuerdo Cívico son gorilas que salen por las noches a escribir "viva el cáncer" o que son títeres del Consenso de Washington es no entender nada, y es, al mismo tiempo, entregarse al placer culposo de la autocompasión en la derrota. El kirchnerismo existió y fue posible y ganó elecciones gracias a los votos de mucha de esa gente. La posición más realista en pensar como recuperar a esos sectores que no cuestionan el grueso estructural del "modelo" sino que se han distanciado por errores propios, por el desgaste natural de cualquier gestión y, obviamente, por el aprovechamiento que la oposición hizo del malestar social. En la política, como en los deportes de competencia, también juega el otro.
Me quedé pensando en las líneas que tira Martín en el post que linkeé abajo: ¿en seis años de gobierno no se formó ningún cuadro de confianza y con solvencia técnica capaz de reemplazar a Guillermo Moreno? Y ya sé que Moreno se convirtió en una sinécdoque del gobierno que utiliza la oposición para atacar in toto la intervención del Estado en la economía. Ya lo sé. Pero la cuestión es que a esta altura trae muchísimos más problemas que ventajas. A esta altura la permanencia de Moreno (update: acaba de renunciar Jaime) es un regalo a la oposición.
Después la seguimos.
Yo quisiera que esto se forwardee mil quinientas veces a las computadoras de "el poder", por usar una metáfora berreta. Y también a las computadoras de los amigos, de los medio-amigos, de los conocidos que alguna vez (2005, 2007) votaron K, y a los que nunca los votaron pero uno sabe que, en el fondo, están más de este lado que de aquel.
Hay que salir del microclima en el que muchos entramos en el 2008 cuando se dió la confrontación con el campo. Sirvió, y mucho. Está bien. Se dotó de profundidad y consistencia un discurso, se levantaron viejas banderas, muchos sectores asistieron a un curso acelerado de "actualización doctrinaria", se construyó, en síntesis, un espesor ideológico del que carecía el kirchnerismo en sus primeros años. Pero con eso no alcanzó, con eso apenas se llegó a tocar las fibras sensibles de los que estaban preparados o predispuestos para recibir el flechazo ideológico. Digamos, el kirchnerismo debe salir ahora, desde la derrota, a plantearse las cosas con la mirada que tenía en el 2003: convencer, volver a ganar apoyos, intuír cuales son las nuevas demandas sociales y darles respuestas concretas. Tanto a los sectores populares como a los segmentos de clase media "progre" el kirchnerismo debe volver a demostrarles que puede desde el gobierno cambiarles un poco la vida en el mejor sentido. Sí, obvio, están las contradicciones, están los límites y estás los factores de poder que tratarán de impedir que el gobierno retome la iniciativa, pero todo eso no quita que el kirchnerismo sigue siendo gobierno y que tiene, todavía, a su disposición los recursos (económicos y políticos) para volver a ser mayoría.