domingo, noviembre 30, 2008

Stop and Go

Hay una expresión que me hace correr sudor helado por la espalda. La expresión es: "darle señales al mercado." Sí, debe ser algo atávico debido a mi adolescencia en los años noventa. Cada vez que escuchaba "darle señales a los mercados" significaba que estaban por cojerte. Muy, muy fuerte. Y sin amor.
La Alianza por la Justicia, el Trabajo y la Educación (tal su nombre completo, según recuerdo) hizo un culto de esa frase en los años 2000-2001. Todo era para darle señales a los mercados. Esos días están llenos de movimiento hormonal en mi memoria, pero recuerdo bien los "planes de competitividad" de Cavallo que pretendían solucionar el defasaje cambiario con supuestos incentivos a la inversión. Cavallo, hay que recordarlo, no era un Chicago Boy. Era un ofertista formado en Harvard, algo que lo hacía más potable al paladar progre en aquellos meses frenéticos previos al Apocalipsis. Darle aire a la inversión privada era, por lo tanto, mejor que enfrentarse al bisturí carnicero de los neoliberales alla López Murphy. Les ahorro el resto de la historia.
Tal vez por todo eso, en estas semanas me corre un sudor parecido. No me interesa para nada el debate supuestamente ético (¿cuanto le debemos a JP Sartre por el uso indebido del término "almas bellas"?) del blanqueo de capitales o por la baja de los aportes patronales, sino más bien la reinstalación de ese mantra fracasado de "darle señales" a los empresarios. ¿El mercado, el capital se mueve por señales? ¿Es algo tan subjetivo, tan étereo, como la "confianza" lo que determina a un tipo a invertir, digamos 10 millones de mangos? No sé, yo preferiría un keynesianismo negro y brutal: pagar por cavar pozos y después pagar por volver a llenarlos.
En los viejos apuntes que todavía guardo de historia económica argentina está esa expresión que se repite más o menos cada lustro: el Stop and Go. El ciclo de la ilusión y el desencanto, más o menos, como lo llamarían Llach y Gerchunoff. Después de un tenue período expansivo, la inflación de costos exige un brusco cambio de precios relativos. Devaluación. Vuelta a empezar.
Por eso la sensación incómoda ante los anuncios. La sensación de no poder escapar de esa regularidad secular de la Argentina, el Stop and Go. Claro, ahora no leemos algo que pasó en 1966, en blanco y negro, ahora estamos involucrados nosotros.

No conectado

¿Hola qué tal? Pasaba por acá, ya sé que no escribo mucho, pero de verdad que con el bloglines me mantengo actualizado. Con el bloglines y el facebook, pero esa es otra cuestión. Sí, el facebook es otra cuestión enteramente. ¿Es necesario que sepa cuando salís, a dónde vas, con quién estás? En fin, todos tenemos nuestro morbo, nadie resiste mirar por la cerradura si intuís que detrás de la puerta está pasando algo bueno. Pero la cosa muere en la pantalla. No hay un más allá. ¿Vieron que en Facebook, y en Internet en general, las vidas de los otros parecen extraordinariamente interesantes? Más interesantes que las de uno, al menos. Es un poco como en esos curriculum (o curricula, según la correcta declinación latina) tremendos que escribimos cuando estamos desesperados por conseguir laburo: los lees y pareciera que entre vos y, digamos, Anthony Giddens, no hay mucha diferencia, que la vida de todos es un espacio brillante lleno de logros, aventuras y sonrisas de éxito. Ahí viene mi negra culona con el martini que le pedí, después me voy a poner a escribir un discurso para el primer ministro y más tarde asistiré a la cena de gala de la embajada de las Islas Seychelles. Sí, gracias, querida, ponele un poco más de vodka.
Hay un lado fascista (¡epa!) en Facebook. No sé si alguna boludita de Marcelo T. estará pensando tesina sobre eso, pero eso de mirar, de vigilar los movimientos de los otros da para un laburito práctico donde robar mucho de Foucault y Debord. Más aún cuando se trata de una vigilancia en red, de una vigilancia consentida y querida, sin un centro, donde todos nos miramos y competimos por ser ingeniosos y demostrar que en nuestras vidas "pasa algo". Comunidad. Si fuera uno de esos chantas de facultad me haría agua la boca con las posibilidades. Me ofrezco como lector, en serio.
Pero no me da para tener ese nivel de "autoreflexión". Así que solamente chequeo el Facebook mirando que hacen mis "amigos", como va su vida evolucionando en fotos, como escriben sus estados (unidos del ánimo) en breves frases, en tercer persona. Como están tan, tan lejos de mí.
Mariano no registra actividad reciente.

miércoles, noviembre 05, 2008

The Left Wing

Iba a escribir algo sobre la elección de Obama - por ahí lo hago, no lo descarto, no importa - pero esta nota de Wainfeld en Página 12 dice mejor lo que yo quería decir.
Entre la frivolidad progre que se quiebra de emoción (un tanto paternalista, un tanto culposa) con Obama y el cinismo (de derecha o izquierda) que postula que "todo es igual" está la brecha política que más me interesa. La que piensa, basicamente, que nada nunca es igual, que las cosas son más complejas, que no alcanza con las indivualidades para modificar estructuras enraizadas en la historia pero que, al mismo tiempo, el carácter inesperado de la política es el principal recurso para cambiar el sentido de las cosas.

lunes, noviembre 03, 2008

¿Progresismo, negro?

Una tilingería total, lo sé. Pero que mañana gane.

Al sur de la frontera

"When a writer is truly original, his failure to be conventionally beautiful makes us see him, initially, as shapeless, awkward, or perverse. Only once we have learned how to read him do we realize that this ugliness is really a new, totally unexpected kind of beauty and that what seemed wrong in his writing is exactly what makes him great."

Los gringos descubren a Bolaño y quedan dados vuelta. Pasenla bien, chicos.