martes, mayo 13, 2008

Transversalidad y hegemonía

Y bueno, qué esperaban. ¿Que el delfín de De la Sota y Cavallo fuera un ejemplo de lealtad en los tiempos difíciles? Visto ahora, con la perspectiva que otorga transitar ya dos meses de un conflicto donde todo parece salirle mal al gobierno, más de uno en el kirchnerismo - me refiero al kirchnerismo de palacio, no a los simpatizantes que lo ven, o lo vemos, de afuera - se estará preguntando si haber abandonado el proyecto inicial de la transversalidad no fue un gran, gran error. Porque, sí, la transversalidad "progre" a la 2003-2004 te hacía las cosas más difíciles con los muchachos del conurbano y su "zona gris" (Auyero dixit), tal vez no te garantizaba borrarlo a Duhalde de un plumazo en el 2005, tal vez metía ruido y debate y abría las puertas a un horizonte más plural en momentos en que eso no parecía buen negocio, porque, al fin y al cabo las cosas andaban bien y todo era como ir en un descapotable con el viento en la cara y una chica linda al lado. Es puro ejercicio contrafáctico, y por eso mismo aunque interesante es irrelevante. Pero, ¿que hubiera pasado si Kirchner se decidía a llevar a cabo esa reconversión del peronismo en un movimiento que incluyera todos esos sectores que en el ímpetu del 2003 -derechos humanos, descabezamiento de la Corte, discurso anticorporativo, retenciones, sí, retenciones - se mostraban deseosos de conformar una coalición de centroizquierda? Luisito Juez, se debe estar muriendo de risa con lo que pasó ayer en Córdoba.
Como digo, esto es contrafáctico. No pasó. No quisiera parecerme a JP Feinmann llorando porque Kirchner no quiso dar ese paso. No desprecio el poder de las viejas estructuras, más vale usarlas y no que las use otro. Pero la cuestión es, me parece, que si en esta coyuntura particular, cuando el conflicto es tan claro, cuando es tan evidente que del otro lado no hay más que una puja sectorial, egoísta, por continuar apropiándose de una renta extraordinaria, una actitud tan manifiesta de anteponer las ganacias a los intereses de la mayoría (y hablo del precio de los alimentos, de algo tan básico como eso) el gobierno no muestra la capacidad para tomar el centro del escenario y ganar nuevos apoyos, es que algo salió mal. La hegemonía, puede ser. Se discutió mucho acá y en otros blogs (la barbarie y artepolítica tienen excelentes posts sobre esto). La implantación de un sentido común a partir de diversos sectores que se unifican alrededor de ciertos consesos básicos. Viendolo desde ahora, la estrategia de la transversalidad tal vez hubiera ayudado a lograrlo.
Pero como sea, ahora el escenario es otro, y me parece que todavía se está a tiempo. Vamos, ¡es la Sociedad Rural la que está enfrente! No puede ser tan difícil.

domingo, mayo 04, 2008

Stardust Memories - Los años 90


No sé por qué me puse a pensar en el menemismo. Yo tenía 12 años cuando empezó el menemismo. Ese año terminaba la primaria. Iba con mis amigos a buscar calcomanías de Angeloz al comité de los Irrompibles, en Formosa 144 - cuyo cierre recientemente me produjo bastante tristeza, mierda, las cosas de tu vida empiezan a desaparecer- que pegábamos en los vidrios de las ventanas de nuestros cuartos infatiles, y no tanto, porque hasta hace poco se mantenía en pie una de Facundito Suárez Lastra... Y después jugábamos al rugby en el Parque Rivadavia, al lado de la escuela, con una botella de plástico de 2 litros.
Me pregunto que significó crecer con el menemismo. Todavía no lo tengo resuelto. Pero es algo que me gustaría tener más claro, ahora que me encuentro con pibes que tenían 12 años cuando fue el 2001, pibes para los que palabras como privatización o reforma del estado son casi intrauterinas, pibes y pibas que nacieron con un veintipico por ciento de desempleo. No sé, tiro algunas hipótesis. El menemismo fue nuestra entrada a una modernidad distorsionada: períferica pero conectada - Internet en el 95 de la mano de Javier Alvárez, thank you so much, en el gabinete de computación del CNBA - grasa pero al mango; liberal y represiva, nocturna y careta; una época donde los que nos asomábamos a la adolescencia teníamos una ciudad desconocida a nuestra disposición. Los años 90. Erámos chicos del Nacional con conciencia social y sabiámos que las cosas no iban a terminar bien, pero sin embargo participábamos plenamente de la época, con su embriaguez y su rapidez. Pero bué, estaban Nirvana, los Red Hot, Pearl Jam, Todos Tus Muertos, Palo, El Otro Yo. Qué tan malo podía ser lo que vendría. Me parece que soy de la quinta que vio el mundial 94.
En esa modernidad distorsionada, subdesarrollada, cocainómana, pasamos nuestros años felices. O no tanto, no romanticemos. Pero si la idea de generación tiene algún asidero -que tengo mis dudas-, haber crecido bajo esa configuración político-cultural va a tener una influencia que es aún dificil de medir. La generación que vio desmantelar el mito del ascenso social, la generación que creció bajo el cielo oscuro del desamparo, la generación que se formó en la tierra baldía de los indigentes y los viajes a Europa, la generación del pancho y la coca, del pancho y la merca, de los refugios fáciles, de la ley del valor de cambio.
Crecimos bajo el menemismo y todavía estamos intentando encontrar una salida. Al menos yo.