miércoles, diciembre 15, 2010

Esto, esto

Nadie dijo que 2011 sería un año de transito rápido. Todos los que hacen análisis político saben que con los últimos días de enero se termina el boom estival, y también, el período de inmunidad por viudez. Y créanme, chicos, que Cristina no va sostener el viento de cola político creando el Ministerio para la Liberación, o la Secretaría para la Redistribución del Ingreso. Digo esto porque veo mucha indignación impostada. Mucho estómago sensible, mucha náusea intelectual ante el furibundo avance en oleadas de la realpolitik. Muchos que amenazan encadenarse a su ego, porque, no sé, porque Cristina unió su voz a la de Reutemann a través de una línea telefónica. Muchos que amenazan con cercenarse las venas si no “se profundiza el modelo”. Cercenatelás, macho. 2011 es bilardismo decisorio puro y duro.

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Ahora se escucha alto chamuyo, oriundo de la factoría progre. A esta izquierda cultural que banca al gobierno, y lo hace mal, habrá que decirle que si quieren conspiraciones de alta gama que vayan a ver Ghostwriter, la última de Polanski. Quieren vivir el sueño de los justos, y ahora están deprimidos porque palmó Néstor, porque Cristina “se derechizó”. Yo creo que Cristina hace bien en regalarles estatuitas de la pirámide de mayo para entretenerlos, de organizarles festivales con los fósiles musicales de la primavera alfonsinista y con esa mentira bienpensante del hermanismo latinoamericano que es Calle 13. Ellos necesitan mantener el reconocimiento neurótico y el ego en alto, y está muy bien. Yo prefería que no contraten a ninguno de esos muertos, y le pusieran una suculenta tarasca a McCartney. Macca en la 9 de julio. Eso es nacanpopismo.

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Alto chamuyo para apelar al chingui-chingui de la desestabilización, Duhalde. Y la verdad es que invocar este argumento de Duhalde (tenga o no verosimilitud) significa que estás cagado. Que se te escapó un poquito y lo tenés en el calzón. Es muestra de debilidad, imperdonable electoralmente. De miedo, de desconcertación. Es autismo velado, es atajo politiquero. Es apartase del timming que requiere una lectura callejera. El golpismo duhaldista es la vedette conceptual de la progresía, de los radicales; nosotros no, eh. Un gobierno peronista se la tiene que bancar, y no llorar porque le pegan.




martes, diciembre 14, 2010

La renuncia de Macri


Mauricio Macri ha dimitido, virtualmente, como Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. O al menos de su zona sur, el sector de la ciudad que por su complejidad y carencias requiere de una presencia constante del Estado. Una injusticia, debe pensar Macri en estos momentos, que el límite de la Capital no sea la Avenida Rivadavia.

Luego del intento de desalojo del martes, el parque Indoamericano y toda su zona vecina está en los hechos por fuera de la administración de la ciudad autónoma. Tierra custodiada por la Gendarmería y la Prefectura, zona relevada por las hormiguitas asistenciales del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. La Policía Metropolitana ha vuelto a las regiones más apacibles de los barrios de clase media, donde sus patrulleros cuadrillé recorren las calles iluminándolas con sus sirenas estroboscópicas, tan de ciudad europea. Los funcionarios de la ciudad están en sus despachos, y cuando se acercan a la zona caliente lo hacen como en esa imagen tan significativa que emitió la televisión el otro día: Guillermo Montenegro, ministro de Seguridad, mirando la batalla del viernes a la noche con largavistas, a prudente distancia.

El viernes a la noche: tristísimo día de los Derechos Humanos, tristísima noche donde mientras en la Casa Rosada se premiaba a Baltazar Garzón y se renegaba de la xenofobia, en Soldati se producía lo más cercano a un pogrom que hemos presenciando en estos años: bandas armadas entraban el predio del Indoamericano a cazar al boliviano. Es antipático decirlo, lo sé, pero la escena de la cadena nacional emitiéndose al mismo tiempo que se producían esos hechos revelaba, por lo menos, un distanciamiento peligroso de lo real. El cuarto muerto que no aparece, que fue bajado de una ambulancia y acribillado a quemarropa, que estuvo pero no estuvo en la morgue, es el símbolo más terrible de una noche donde el Estado literalmente despareció de esa zona de la ciudad dando lugar a la catástrofe.

Lo que apareció, para desconcierto tanto de la derecha macrista como de los enamorados de última hora de esa épica paradójica que es el kirchnerismo, es una cantidad de gente con demandas básicas cuya situación vital se hizo insoportable en los últimos años de transformaciones urbanas. Para decirlo brutalmente: la ciudad de Buenos Aires tiene desde 1950 la misma población, unos 3 millones de habitantes. Pero la población en villas y asentamientos ha aumentado desde el 2000 para acá un 50 por ciento. En el medio debe contarse la política de desalojos del macrismo que empuja cientos de familias a recalar en las villas como inquilinos precarios. Eso es lo que estalla en el Indoamericano, una silenciosa transformación de las formas de habitar la ciudad central.

Por encima del tema de la xenofobia, por encima de las teorías conspirativas, por encima del regodeo en la incapacidad del macrismo, lo que urge es una solución política a esta problemática. Y vista la defección de Macri del territorio para el cual había sido elegido como Jefe de Gobierno, el asunto deberá ser encarado por el gobierno nacional.

jueves, diciembre 09, 2010

Cómo no vivir juntos

Los hechos que se suceden desde este martes en Villa Soldati hablan de la incapacidad de los gobiernos que se sucedieron los últimos años en la ciudad de Buenos Aires para lograr construir un espacio urbano inclusivo. No sólo son los tres años de Macri, aunque sean claramente la confirmación de un proyecto político incompetente y miserable, también es la larga continuidad de los gobiernos porteños anteriores que no han podido resolver ni siquiera minimamente el déficit habitacional de la ciudad más rica del país.

El otro día pasé una cuantas horas mirando este blog que me parece fascinante: una historia en imágenes de la vivienda social en la ciudad de Buenos Aires. Desde las primeras viviendas colectivas de ese sueño tranquilo del socialismo argentino que fue el Hogar Obrero, a los monoblocks pesadillescos de los años 70s, pasando por los barrios de chalecitos con tejas y paredes blancas destinados a empleados públicos o las mini ciudades que brotaban con la industrialización peronista. Un abanico de un siglo de ideas sobre la ciudad y la integración de los sectores populares a la vida urbana. Un espectro secular de "soluciones habitacionales" donde latían las diferentes concepciones políticas acerca de cómo debería ser la ciudad y la vida en común.

Lo que está siempre en juego es quién tiene derecho a vivir la ciudad. Antes del estallido, cuando el gobierno porteño anunció un plan para escriturar las viviendas de las villas, Horacio Rodríguez Larreta decía “Al darles la escritura los convertís en ciudadanos y el sentido de propiedad va a hacer que la gente tienda a mejorar y fortalecer su propia casa”. Una idea simple y vieja: la ligazón de propiedad y ciudadanía, que encubre la confesión de que esos miles de villeros actualmente están por debajo del estatus jurídico de ciudadanos. En una vuelta de tuerca envenenada (pero seguramente bien estudiada por sus asesores) Macri introdujo el tema de los migrantes de países limítrofes como nueva categoría de parias urbanos a los que culpar por las tomas de tierras.

Los hechos hablan de subejecución presupuestaria en el tema de la construcción de viviendas, de una fragmentación de los organismos encargados de la política habitacional, de un vaciamiento del Instituto de la Vivienda de la Ciudad. Los hechos también dicen que existen en la ciudad de Buenos Aires casi medio millón de personas con problemas habitacionales y cerca de 200.000 en villas y asentamietos. Los hechos también marcan la muerte de al menos dos personas (y al momento de escribir esto se menciona un tercer muerto) durante el intento de desalojo del Parque Indoamericano.

Volvamos a mirar las fotos viejas del blog que linkeé más arriba, volvamos a pensar hace cuánto que la ciudad se concibe como mercado, hace cuánto que los sectores populares son invisibles para quienes gobiernan Buenos Aires. En ese contexto, Macri es tan sólo la última anécdota dañina de una larga historia de consolidación de la desigualdad. Y el gobierno nacional haría mal en pensar que no tiene ninguna responsabilidad en el asunto.