En verdad ya no creo mucho en la fuerza de los rituales sociales. El tiempo es un continuo que atravesamos con mayor o menor felicidad, con más o menos suerte, con estilo o sin él, pero que invariablemente termina perdiéndose. Entonces, si abdico de mis convicciones y formulo un deseo (¿a quién?) para el próximo lapso de tiempo conocido como 2006 sería ese: que el tiempo perdido por venir traiga cosas nuevas, cosas excitantes y emocionantes. Nuevos paisajes. Felicidad. Pasarla bien. Amor, valor y compasión.
Y a ustedes les deseo lo mismo. Que pasen una bonita noche.
Buena suerte y hasta luego.
sábado, diciembre 31, 2005
viernes, diciembre 30, 2005
Bolaño
"Dios bendiga a Hernán Rivera Letelier, Dios bendiga su cursilería, su sentimentalismo, sus posiciones políticamente correctas, sus torpes trampas formales, pues yo he contribuido a ello. Dios bendiga a los hijos tarados de García Márquez y a los hijos tarados de Octavio Paz, pues yo soy responsable de esos alumbramientos. Dios bendiga los campos de concentración para homosexuales de Fidel Castro y los veinte mil desaparecidos de Argentina y la jeta perpleja de Videla y la sonrisa de macho anciano de Perón que se proyecta en el cielo y a los asesinos de niños de Río de Janeiro y el castellano que utiliza Hugo Chávez, que huele a mierda y es mierda y que he creado yo."
"Somos malos para la cama, somos malos para la intemperie, pero buenos para el ahorro. Todo lo guardamos. Como si supiéramos que el manicomio se va a quemar. Todo lo escondemos. No sólo los tersoros que cíclicamente sustraerá Pizarro, sino las cosas más inútiles, las baratijas, hilos sueltos, cartas, botones, que enterramos en sitios que luego se borran de de nuestra memoria, pues nuestra memoria es débil. Nos gusta sin embargo, ahorrar, guardar, atesorar, ahorrar. Si pudiéramos nos ahorraríamos a nosotros mismos para épocas mejores. No sabemos estar sin papá y mamá. Aunque sospechamos que papá y mamá nos hicieron feos y tontos y malos para así engrandecerse aún más ellos mismos ante las generaciones venideras. Pues para papá y mamá el ahorro era interpretado como perdurabilidad y como obra y como panteón de hombres ilustres, mientras que para nosotros el ahorro es éxito, dinero, respetabilidad. Sólo nos interesa el éxito, el dinero, la respetabilidad. Somos la generación de la clase media."
Roberto Bolaño, Los mitos de Chtulhu, en El gaucho insufrible, Anagrama, 2003.
"Somos malos para la cama, somos malos para la intemperie, pero buenos para el ahorro. Todo lo guardamos. Como si supiéramos que el manicomio se va a quemar. Todo lo escondemos. No sólo los tersoros que cíclicamente sustraerá Pizarro, sino las cosas más inútiles, las baratijas, hilos sueltos, cartas, botones, que enterramos en sitios que luego se borran de de nuestra memoria, pues nuestra memoria es débil. Nos gusta sin embargo, ahorrar, guardar, atesorar, ahorrar. Si pudiéramos nos ahorraríamos a nosotros mismos para épocas mejores. No sabemos estar sin papá y mamá. Aunque sospechamos que papá y mamá nos hicieron feos y tontos y malos para así engrandecerse aún más ellos mismos ante las generaciones venideras. Pues para papá y mamá el ahorro era interpretado como perdurabilidad y como obra y como panteón de hombres ilustres, mientras que para nosotros el ahorro es éxito, dinero, respetabilidad. Sólo nos interesa el éxito, el dinero, la respetabilidad. Somos la generación de la clase media."
Roberto Bolaño, Los mitos de Chtulhu, en El gaucho insufrible, Anagrama, 2003.
jueves, diciembre 29, 2005
Nota al pie
miércoles, diciembre 28, 2005
Quintinianas
Lo que molesta a muchos de la crítica de Quintín a la "joven guardia" es fundamentalmente que es una crítica en el sentido más lato de la palabra. Es decir, en el sentido de crítica como juicio negativo de una obra. Esto es así debido a que en el campo literario los críticos pertenecen al mismo "mundo" que los criticados, cosa que en el campo cinematográfico es muy diferente. En el mundillo literario quienes se encargan de criticar (o mejor dicho de reseñar) son también escritores, y por lo tanto comparten con lo criticados no solamente el "amor a los libros" sino también una posición común dentro del sistema general de dicho campo. Para decirlo cruelmente: no hay en la crítica literaria una separación de roles sustantiva, más bien existe una rotación de funciones donde hoy uno critíca una obra y mañana pasa a ser objeto de crítica por ese mismo que ayer fue criticado por uno. No sorprende, entonces, el nivel de benevolencia, de suavidad, de moderación que campea en las críticas literarias. Nunca, o casi nunca, se crítica un libro en el sentido fuerte y prosaico de la palabra. Nunca se destroza a un autor o se lo tacha de mediocre. A juzgar por las reseñas aparecidas en revistas y diarios (en blogs sería otra historia) uno debería creer que todo lo que se publica en el país posee una calidad sorprendente, o que todas las semanas se da a luz continuas obras maestras. Por eso la sorpresa y el desagrado cuando una personalidad conocida pero que no pertenece al "medio" se embarca en la tarea de juzgar una serie de obras. Por eso tales juicios de un semi outsider deben ser remitidos a explicaciones estrafalarias como la "locura", la "mala leche" o el resentimiento. Siempre, claro, se puede apelar a las más groseras falacias ad hominem para desacreditar los juicios críticos que no nos gustan. Los juicios críticos producidos por gente que no es amiga nuestra, que no pertenece a al mismo círculo, que habla un lenguaje diferente al de nuestra pequeña comunidad espiritual.
En este sentido es clave pensar las diferencias entre la crítica literaria y la crítica de cine. Esta última (aún la más sofisticada) es propensa a juzgar en un sentido fuerte del término. Frente a una película siempre está la obligación para el crítico de pronunciarse por su valor estético, por situar la obra dentro de una jerarquía que va de lo descartable a lo sublime. La crítica de cine pertenece a un mundo muy distinto al de la crítica literaria: un mundo forjado más en el periodismo, en la recomendación al lector, en el didactismo esclarecedor. Sin llegar a la grosería de la calificación escolar (mala, regular, excelente, etc.) impuesta por los medios masivos, la crítica de cine necesita expedirse claramente sobre su objeto. Vayan a verla o quédense en casa.
Esto se explica principalmente por la diferente posición que los críticos de cine ocupan frente a su objeto de análisis: mientras que los críticos literarios son escritores (y por tanto potenciales objetos de crítica en un futuro), los críticos de cine no son directores, permanecen afuera del sistema de producción de películas y por lo tanto gozan de una mayor libertad (relativa) para ensalzar o defenestrar un film.
Todas estas cuestiones se ponen de manifiesto en la operación que Quintín viene desarrollando este último tiempo: su pasaje de la crítica de cine a la crítica literaria. No es extraño, entonces, que las voces de los criticados se alcen al unísono para denunciar la supuesta ignorancia teórica, el resentimiento o la mala fe de Quintín. Siempre sucede que cuando se pasa de un campo a otro el capital simbólico acumulado es considerado insuficiente para actuar en la nueva esfera y por tanto es sometido a una crítica mucho más dura que la concedida a los partícipes habituales de dicho campo. El extranjero habla una lengua desconocida y sus modales no se ajustan a las convenciones del buen gusto sostenidas por la comunidad que lo recibe. Es una situación conocida, pero no por eso deja de ser llamativa.
En la última entrega de su divertido y malévolo paseo por la "joven guardia" publicado en los trabajos prácticos, Quintín descubre las afinidades apenas ocultas de un grupo de escritores jóvenes con su "mentor" literario Diego Paszkowski. En un ejercicio de la más pura sociología de la literatura el rastreo de las dedicatorias de los libros de dichos autores jóvenes revela una densa red de compromisos, amistades y relaciones que va mucho más allá de la simple camaradería de la república de las letras. No es sólo el cuestionamiento del taller Paszkowski como fuente de una literatura banal y amanerada; es también el sacar a la luz ciertos procedimientos, ciertos vínculos, ciertas conexiones que la crítica literaria benévola habitual jamás pone al descubierto. Pienso en el hecho de que Paszkowski dirija una colección de (justamente) autores jóvenes en una editorial importante; hecho que da cuenta del lado crudamente material de un mundo que se piensa a sí mismo como puramente espiritual.
Lo que molesta de ese tipo de crítica es que pone al descubierto el lado más prosaico, más social, más material de un tipo de producción que basa todo su poder y todo su prestigio en el olvido de las condiciones sociales de su génesis.
En este sentido es clave pensar las diferencias entre la crítica literaria y la crítica de cine. Esta última (aún la más sofisticada) es propensa a juzgar en un sentido fuerte del término. Frente a una película siempre está la obligación para el crítico de pronunciarse por su valor estético, por situar la obra dentro de una jerarquía que va de lo descartable a lo sublime. La crítica de cine pertenece a un mundo muy distinto al de la crítica literaria: un mundo forjado más en el periodismo, en la recomendación al lector, en el didactismo esclarecedor. Sin llegar a la grosería de la calificación escolar (mala, regular, excelente, etc.) impuesta por los medios masivos, la crítica de cine necesita expedirse claramente sobre su objeto. Vayan a verla o quédense en casa.
Esto se explica principalmente por la diferente posición que los críticos de cine ocupan frente a su objeto de análisis: mientras que los críticos literarios son escritores (y por tanto potenciales objetos de crítica en un futuro), los críticos de cine no son directores, permanecen afuera del sistema de producción de películas y por lo tanto gozan de una mayor libertad (relativa) para ensalzar o defenestrar un film.
Todas estas cuestiones se ponen de manifiesto en la operación que Quintín viene desarrollando este último tiempo: su pasaje de la crítica de cine a la crítica literaria. No es extraño, entonces, que las voces de los criticados se alcen al unísono para denunciar la supuesta ignorancia teórica, el resentimiento o la mala fe de Quintín. Siempre sucede que cuando se pasa de un campo a otro el capital simbólico acumulado es considerado insuficiente para actuar en la nueva esfera y por tanto es sometido a una crítica mucho más dura que la concedida a los partícipes habituales de dicho campo. El extranjero habla una lengua desconocida y sus modales no se ajustan a las convenciones del buen gusto sostenidas por la comunidad que lo recibe. Es una situación conocida, pero no por eso deja de ser llamativa.
En la última entrega de su divertido y malévolo paseo por la "joven guardia" publicado en los trabajos prácticos, Quintín descubre las afinidades apenas ocultas de un grupo de escritores jóvenes con su "mentor" literario Diego Paszkowski. En un ejercicio de la más pura sociología de la literatura el rastreo de las dedicatorias de los libros de dichos autores jóvenes revela una densa red de compromisos, amistades y relaciones que va mucho más allá de la simple camaradería de la república de las letras. No es sólo el cuestionamiento del taller Paszkowski como fuente de una literatura banal y amanerada; es también el sacar a la luz ciertos procedimientos, ciertos vínculos, ciertas conexiones que la crítica literaria benévola habitual jamás pone al descubierto. Pienso en el hecho de que Paszkowski dirija una colección de (justamente) autores jóvenes en una editorial importante; hecho que da cuenta del lado crudamente material de un mundo que se piensa a sí mismo como puramente espiritual.
Lo que molesta de ese tipo de crítica es que pone al descubierto el lado más prosaico, más social, más material de un tipo de producción que basa todo su poder y todo su prestigio en el olvido de las condiciones sociales de su génesis.
martes, diciembre 27, 2005
La idelogía argentina
¿Qué pensar de un momento histórico donde la expresión más clara de izquierda en los medios de comunicación es el puño en alto del Chavo Fucks? Derecha e izquierda pueden ser relatos terminados, significantes vacíos, pero aquello que alguna vez los originó (cierta injusticia en la distribución de bienes, cierto diferencial de poder, etc.) continúa existiendo, sólo que el borramiento de las fronteras ideológicas actúa como un velo que nos impide verlo con claridad. Quisieramos tener el brío de la pasión ideológica, pero no pertenecemos a esa época. Por lo tanto nos entregamos al comentario ácido y a pasarla bien. No es nuestra culpa, claro, nadie escapa realmente a la época que le tocó vivir.
domingo, diciembre 25, 2005
Introducing
¿Alguna vez les hablé de Vikinny, More y Vawe? ¿Nunca conté en este espacio blogger las andazas de los tres mosqueteros del Comando Norma Aleandro? Bueno, si son buenos les prometo anécdotas jugosas del trío más mentado...
(Nota al pie: el Comando Norma Aleandro es una organización subversiva, así que no difundan su existencia. Vawe: perdí su teléfono, feliz navidad para usted, bien sabe cuanto lo quiero.)
Basta de literatura, basta de reseñar libros ajenos, es hora de poner en palabras las aventuras del único Comando revolucionario de estas pampas: sus incursiones salvajes en las comarcas de la Morgue, su vanguardia estética, su sentido nihilista de la existencia. Larga vida al subcomandante Petete y al Furer Michael Landon!
(Nota al pie: el Comando Norma Aleandro es una organización subversiva, así que no difundan su existencia. Vawe: perdí su teléfono, feliz navidad para usted, bien sabe cuanto lo quiero.)
Basta de literatura, basta de reseñar libros ajenos, es hora de poner en palabras las aventuras del único Comando revolucionario de estas pampas: sus incursiones salvajes en las comarcas de la Morgue, su vanguardia estética, su sentido nihilista de la existencia. Larga vida al subcomandante Petete y al Furer Michael Landon!
sábado, diciembre 24, 2005
Cómo pasar las fiestas con el Buen Salvaje
Escuchar una y otra vez In my life de los Fab Four mientras la nieve desciende sobre la ciudad y los alcoholes van apoderándose de los cuerpos. Pensar que todo pudo haber sido mejor y que aún hay chances de que las cosas se encaminen. Los momentos más tristes y los más alegres son una canción pop. Sólo eso.
Auguri per tutti.
Auguri per tutti.
Engendros
Aquí una colección de interesantes monstruos. Y robando la idea (como siempre en mi caso) agrego algunos más:
- El Pato Lukács (dibujito animado húngaro de la época soviética)
- Baruch Spinoza Melo (embajador holandés durante el menemismo)
- Elvis Castelo (desaparecido cantante de voz cascada, "dandy crepuscular")
- Allen Guinzburg (poeta beatnick muy gracioso)
- Felipe Piglia (historiador caracterizado por plagiar y robar premios literarios)
- El Pato Lukács (dibujito animado húngaro de la época soviética)
- Baruch Spinoza Melo (embajador holandés durante el menemismo)
- Elvis Castelo (desaparecido cantante de voz cascada, "dandy crepuscular")
- Allen Guinzburg (poeta beatnick muy gracioso)
- Felipe Piglia (historiador caracterizado por plagiar y robar premios literarios)
viernes, diciembre 23, 2005
Premio
Al lector número 300 le regalo una foto porno de su perversión preferida. Manden mail detallando situación, número de participantes, etc.
De yapa un relato inédito de William S. Burroughs sobre sus andanzas con el clan Coppola-Maradona en el Buenos Aires de los años 80.
De yapa un relato inédito de William S. Burroughs sobre sus andanzas con el clan Coppola-Maradona en el Buenos Aires de los años 80.
jueves, diciembre 22, 2005
Mis Navidades rusas
Como queríamos una navidad con nieve marchamos a Siberia. Dejamos atrás el calor y la humedad, las almendras pegoteadas por el sudor de las manos navideñas y los lechones adobados con sus vientres cobrizos y resquebrajados. Hacia allá fuimos en nuestro trineo, cruzamos el océano, remontamos los montes Urales y las planicies nevadas de la estepa central. No contaré aquí las cosas maravillosas que vimos en nuestro peregrinar hacia Siberia: los mujiks que nos saludaban al costado del camino, los popes que descubrían sus cabezas para darnos la bienvenida mientras el viento inflaba sus barbas y jugaba con sus sotanas, los siervos de la gleba que enderezaban la espalda a pesar de tener sobre ellas el látigo del amo, los jefes de estación que esperaban en vano la llegada del transiberiano y del paraíso en la tierra tantas veces prometido, los funcionarios administrativos que aguardaban aún el relevo del comité central del partido, juntando resentimiento y coleccionando extrañas clases de mariposas. No diré nada de eso, porque las sensaciones de viaje son demasiado íntimas para exponerlas. Cuando llegamos a Siberia descubrimos que no era todavía navidad porque seguía en vigencia el calendario ortodoxo y ocupamos ese tiempo en perfeccionar nuestro ruso (aprendimos a pronunciar correctamente samovar y dostoievsky) y explorar la comarca. Cazamos osos y lobos. Asistimos a interminables misas bajo la mirada dorada de los iconos. Probamos perdernos en el bosque y reencontrar el camino gracias a nuestras huellas. Descubrimos que el frío era demasiado penetrante para las remeras y saquitos que habíamos traído desde casa. Nos comprometimos a ser mejores personas y a olvidar generosamente los males recibidos. Después volvimos a casa. Ya extrañabamos el calor y el hogar. La nieve nos había cansado un poco, para ser sinceros.
miércoles, diciembre 21, 2005
En busca de la perfección perdida
Cómo pega Quintín. Al menos cumple la función de avisarnos a que taller no ir. Sin conocer el taller de Paszkowski, concuerdo en la crítica a esa visión de la literatura como obra de relojería que muchos "maestros" inculcan a sus alumnos. Supongo que esto se debe a que es mucho más fácil enseñar ciertos yeites, ciertas técnicas, ciertos "efectos" que incentivar la vena literaria (o el talento, para hablar mal y pronto) de los alumnos. De esta manera se obtienen relatos correctos, bien construídos, con personajes delineados y remates sorprendentes, pero nos quedamos sin eso que es lo más importante de una obra: el estilo personal, las arbitrariedades, las licencias, el lenguaje personal. Son como los productores discográficos que sueñan con la canción pop perfecta. Y las canciones pop perfectas habitualmente terminan sonando en los cumples de 15, en los casamientos o en las radios berretas.
Creo que lo más atractivo de la literatura está en esas imperfecciones que la pedagogía de los talleres se esfuerzan por borrar. Celine, Arlt, Lamborguini, Burroughs, por ejemplo, no son escritores "perfectos" están llenos de huecos, de personajes injustificables, de anécdotas sin remate, de inexactitudes. Los leemos porque sus libros son superiores a cualquier amaneramiento, a cualquier "cuidado" técnico. En ellos late algo parecido a la verdad, a la sustancia de que está hecha la vida. Son una voluntad de creación que se niega a mirar hacia atrás para corregir, tachar, depurar. Primero publicar, después escribir. En el mejor de los sentidos.
Creo que lo más atractivo de la literatura está en esas imperfecciones que la pedagogía de los talleres se esfuerzan por borrar. Celine, Arlt, Lamborguini, Burroughs, por ejemplo, no son escritores "perfectos" están llenos de huecos, de personajes injustificables, de anécdotas sin remate, de inexactitudes. Los leemos porque sus libros son superiores a cualquier amaneramiento, a cualquier "cuidado" técnico. En ellos late algo parecido a la verdad, a la sustancia de que está hecha la vida. Son una voluntad de creación que se niega a mirar hacia atrás para corregir, tachar, depurar. Primero publicar, después escribir. En el mejor de los sentidos.
David Grapes
Viendo a Viñas en una entrevista del ibarrista-telermaniano canal Ciudad Abierta: "la autobiografía como género literario guarda similitudes con el suicidio. En la autobiografía narrador y protagonista son la misma persona, en el suicidio víctima y victimario también son la misma persona."
Seguís siendo un capo David, y tu reflexión me suscita preguntas acerca de este género llamado blog por donde para muchos pasa lo mejor de la reflexión y la creación literaria actual. Hasta qué punto la escritura diaria en un blog se asemeja a los viejos ejercicios del diario íntimo o el apunte de notas. En qué grado lo que se busca es poner on line prácticas que hasta ahora quedaban reservadas a la "previa" de la creación artística o a la catársis íntima de la confesión. Cómo incide el anonimato (parcial o total) de los autores en la escritura de los blogs. Qué "comunidades imaginarias" se van armando a lo largo de esas escrituras, quiénes son linkeados, quiénes son citados, quénes conforman ese círculo de lectores-autores que giran incansablemente de blog en blog. Qué grado de permanencia en el tiempo tienen las intervenciones, cuán rápido se olvidan, cuáles son rescatadas.
Cosas que seguramente ya ha respondido Daniel Link, por ejemplo, pero Link no se cojió a Solita Silveyra cuando estaba buena, como sí lo hizo el querido David Grapes (me fui al carajo, agresión gratuita y sin gracia).
Seguís siendo un capo David, y tu reflexión me suscita preguntas acerca de este género llamado blog por donde para muchos pasa lo mejor de la reflexión y la creación literaria actual. Hasta qué punto la escritura diaria en un blog se asemeja a los viejos ejercicios del diario íntimo o el apunte de notas. En qué grado lo que se busca es poner on line prácticas que hasta ahora quedaban reservadas a la "previa" de la creación artística o a la catársis íntima de la confesión. Cómo incide el anonimato (parcial o total) de los autores en la escritura de los blogs. Qué "comunidades imaginarias" se van armando a lo largo de esas escrituras, quiénes son linkeados, quiénes son citados, quénes conforman ese círculo de lectores-autores que giran incansablemente de blog en blog. Qué grado de permanencia en el tiempo tienen las intervenciones, cuán rápido se olvidan, cuáles son rescatadas.
Cosas que seguramente ya ha respondido Daniel Link, por ejemplo, pero Link no se cojió a Solita Silveyra cuando estaba buena, como sí lo hizo el querido David Grapes (me fui al carajo, agresión gratuita y sin gracia).
martes, diciembre 20, 2005
Ego
Por eso no entiendo mucho el ego de los escritores. Vivimos en la época del yo, pero es una cosa que te tira para atrás, que te termina haciendo muy infeliz, te destroza; el yo es un mal maestro, te enseña cosas feas y te hace más mediocre. Casi todas las funciones del yo son muy malas en términos literarios. Me lo imagino siempre como la familia, que es necesaria, pero si sigue ocupando de la misma manera ese lugar, te empieza a neurotizar y terminás hecho mierda y paralizado. Lo que escribís no es tuyo solamente, tiene que ver con los vivos, con los muertos; la escritura es una construcción colectiva.
Sabias palabras de don Fabián Casas, hoy en P/12.
Sabias palabras de don Fabián Casas, hoy en P/12.
Hace cuatro años
Para muchos fueron los Diez días que conmovieron al mundo. Para otros se pareció más a El año que vivimos en peligro. La mayoría, supongo, no asoció esos días a ningún libro o película. A fines del año 2001 se percibía en el aire que algo estaba por explotar y mientras se fugaban los dólares y la última esperanza blanca del neoliberalismo argentino se disolvía en el aire viciado de un tumultuoso fin de fete, yo preparaba mi viaje a la patagonia en compañia de mi novia. Esas semanas previas a la caída, por mis preocupaciones desfilaban listas de compras, itinerarios cordilleranos y, claro la ansiedad por ver in situ como el sueño menemista por fin se hacía mil pedazos. Lecturas de la guía YPF y de los documentos de la CTA. Pasajes subrayados de En el camino de Kerouac (¿qué otra lectura encarar ante un viaje de mochilas?) y monografías sobre la deuda externa y la paridad cambiaria.
El 19 los comerciantes de Caballito bajaban sus persianas ante la llegada inminente de los saqueadores del conurbano. La TVE y la CNN vendían al mundo el estallido de una guerra civil que nunca se produjo. En la recordada emisión nocturna de Daniel Hadad se mencionaban ataques a countries a punta de machete. La televisión sabe vender sus productos y aquello debía parecerse a una toma de la Bastilla en menor escala. En la madrugada del 20, luego de la declaración del estado de sitio, las matronas porteñas emularon a sus semejantes chilenas del 73, convirtiendo las baterías de cocina en bocina política. Por la tarde de ese 20 de diciembre y como muchos avancé por las calles de Buenos Aires. Multitud, dijeron luego los filósofos políticos llamando al espectro del holandés de apellido español.
Lo que yo ví fue patrulleros a 200 km por hora por Callao, Una marea humana en Corrientes que ejercía su flujo y reflujo al compás asordinado de las balas policiales. "Hay quilombo en Congreso" "La goma está en la 9 de Julio" "Mataron a uno en Avenida de Mayo" Esa sensación extraña de lugares conocidos sometidos a situaciones nunca vistas, un poco como en el Eternauta con la nieve cayendo sobre la cancha de River. Recuerdo mirar para arriba y ver a los pizzeros de Guerrín enharinados saludando a la multitud sobre Corrientes. Recuerdo las fogatas encendidas, ya entrada la noche, sobre Diaz Velez con grupos girando a su alrededor. Un tipo al lado mío traía la noticia de la renuncia de De la Rua, otro decía que ya estaba todo arreglado para la asunción de Duhalde. En ese momento no lo podíamos creer, pero sucedió. Nunca como entonces vimos que el aprendizaje político se juega en la práctica y que la potencia de la multitud radica en la contundencia de su presencia en los momentos decisivos, pero que esa misma potencia es nada sino se sostiene con el pasar del tiempo. Esos momentos donde lo político no tiene que ver tanto con la toma del poder, sino con el bullir de la sangre y el latir presuroso del corazón.
Volví a casa cansado, pero feliz. Las turbulencias políticas suelen tener el efecto de despertar zonas dormidas y presentar ante nuestros ojos un nuevo horizonte. Por breves instantes todo parece posible y lo conocido se vuelve extravagantes y las preocupaciones ordinarias pasan a segundo plano. ¿Acaso no decía Durkheim que se cometen pocos suicidios en las épocas de agitación social? Yo estaba enamorado y ella me quería y teníamos ante nosotros la perspectiva brillante de todo un verano por delante. No podía pedir mucho más.
Y ahora cuando escribo esto trato de aclarar mis recuerdos sobre aquellos días. Extrañamente, esos días oscuros y caóticos me parecen más felices que los actuales y daría mucho por volver a sentir aquella excitación infantil, aquella confianza en el porvernir, aquel sentimiento glorioso que se experimenta cuando se unen, inesperadamente, la educación política con la educación sentimental.
sábado, diciembre 17, 2005
Un tipo de sociabilidad
Hace un par de años, cursando una materia llamada sociología de la cultura, leí la investigación que había hecho un pibe llamado Claudio Benzecry. El tipo había estudiado la conformación del campo literario argentino a partir de los años 90, básicamente siguiendo el derrotero de la joven guardia (por entonces) Fresán-Forn. Durante cierto tiempo siguió a estos escritores, les hizo entrevistas, recopiló todas las notas que habían dado, todos sus artículos, todas las polémicas que habían mantenido con otras capillas literarias (esencialmente contra los ex integrantes de la revista Babel, creo que se hacían llamar "grupo Shangai"). Recuerdo que había escrito una especie de diario de campo de una presentación del libro de Fresán La velocidad de las cosas, en el ICI. Estaba Rep, Fito Paez, A. Pauls, y otros que ahora han sentado cabeza pero a mediados de los 90 se disfrazaban de enfants terribles al cobijo de Página 12. Benzecry contaba que Fresán y Forn estaban bastante preocupados por la labor del sociólogo, es decir, por como quedarían parados cuando la investigación estuviera publicada. Inclusive, confesaba, Forn llegó a ofrecerle un puesto en Radar a cambio de que no publicara su trabajo, o al menos que aminora sus juicios, que intuía bastante críticos. Esas entrañables miserias de la gente culta y con onda. Cómo sea, ahora Fresán está viejo y pelado y Forn se broncea en su ostracismo gesselino. Otras capillas han tomado por asalto el campo literario, ratificando la vieja ley de la sucesión generacional. Otra gente culta y con onda que trata de aprovechar al máximo la llamada juventud, otras presentaciones de libros, otros enfants terribles que repiten los gestos y las ambiciones de sus predecesores. También nuevos Benzecrys se dedicarán a radiografiar el estado del campo literario y a levantar los enredados mapas de las alianzas y las enemistades literarias. La sociología no es una ciencia que incomoda, como decía, errado, Bourdieu. La literatura no es el refugio de los desesperados como decía, esperanzado, Cheever. Son apenas excusas para encontrarse, para verse, para comunicarse. No queremos escribir en realidad, solo queremos conocer gente. Seguimos escribiendo porque, como decía lúcido Bolaño: "los encuentros sexuales y los libros son finitos, pero las ganas de follar y de leer (escribir) son infinitas".
Parque Rivadavia
Visitar Parque Rivadavia
un domingo a la tarde
entre Rosario y la Avenida se acumula
un rosario de aventuras, de fallidos intentos
de encontrar el eslabón perdido, la obra
descollante que salve el tedio y
cuide el bolsillo
Entre tapas amarillas de anagrama
tan caras como el amor correspondido
pequeños tesoros aguardan:
Nabokov y Ballard mis preferidos,
Galeanos y Benedettis con oriental
gris de oficina pública
nunca serán comprados por mí,
tal vez mis gustos se decanten por una vieja revista
Libre (o Muerte) donde Nacha Guevara
exhibe su carne malgastada
en noches de Palladium tan lejanas,
o un disco de Zappa que excede mis monedas
y así lo dejo, pasando de un puesto a otro
como la amante rápida que busca en cada
catre lo que no encuentra en ninguno
ya termina la excursión y vacío
de premio vuelvo a casa
retornaré alguna vez con los bolsillos llenos
y entonces todos los divinos tesoros serán míos
Las Siete Pilares de la Sabiduría retiemblan
pero ya estoy muy lejos para gozar con
su caída.
un domingo a la tarde
entre Rosario y la Avenida se acumula
un rosario de aventuras, de fallidos intentos
de encontrar el eslabón perdido, la obra
descollante que salve el tedio y
cuide el bolsillo
Entre tapas amarillas de anagrama
tan caras como el amor correspondido
pequeños tesoros aguardan:
Nabokov y Ballard mis preferidos,
Galeanos y Benedettis con oriental
gris de oficina pública
nunca serán comprados por mí,
tal vez mis gustos se decanten por una vieja revista
Libre (o Muerte) donde Nacha Guevara
exhibe su carne malgastada
en noches de Palladium tan lejanas,
o un disco de Zappa que excede mis monedas
y así lo dejo, pasando de un puesto a otro
como la amante rápida que busca en cada
catre lo que no encuentra en ninguno
ya termina la excursión y vacío
de premio vuelvo a casa
retornaré alguna vez con los bolsillos llenos
y entonces todos los divinos tesoros serán míos
Las Siete Pilares de la Sabiduría retiemblan
pero ya estoy muy lejos para gozar con
su caída.
jueves, diciembre 15, 2005
Cortes de pelo
Hoy en la peluquería tuve el súbito deseo de emular a Travis Brickle y pelarme. Después podría matar a un candidato a presidente e intentar redimir la infancia mancillada de una prostituta de doce años. Me falta el taxi, me faltan las armas. No quiero mirarme al espejo y preguntar: ¿estás hablando conmigo? Ahh, me parecía...
martes, diciembre 13, 2005
Nombres de pila (haiku)
Fogwill, como Morrissey
abandonó sus nombres de pila
a veces un apellido ocupa más lugar que tres nombres.
abandonó sus nombres de pila
a veces un apellido ocupa más lugar que tres nombres.
lunes, diciembre 12, 2005
Pequeña biografía de un niño malo
Nací en Buenos Aires y desde chico la ciencia fue mi vocación. Recuerdo hurgar los jardines húmedos después de las lluvias de otoño en busca de insectos que diseccionaba con la pericia y la crueldad de un experto. Recuerdo también mi habitación de infancia repleta de plantas raras que recogía en ciertos viveros de los suburbios, plantas que sometía a infinitos tormentos con la tranquilidad espiritual que me daba su inmovilidad. Recuerdo el olor de las flores tropicales, de los escarabajos abiertos, de la tierra negra pegada a las lombrices.
Con los años mis apetencias se hicieron más exigentes y dejé los insectos por los anfibios y a estos por los reptiles, y más tarde llegué a los mamíferos que me procuraba, no sin cierta dificultad, entre los animales abandonados del barrio. Aprendí mucho, tal vez demasiado, en esas noches de lúgubres autopsias adolescentes.
Me convertí en antropólogo porque deseaba estudiar la más perfecta de las especies. Comencé a trabajar en un proyecto secreto donde estudiábamos la conducta de los hombres, nuestro laboratorio contaba con decenas de jaulas donde hombres sin familia se sometían temerosos y sumisos a nuestros experimentos. Teníamos la aspiración vana de escribir un tratado definitivo sobre el comportamiento humano demostrado empíricamente. Años después llegué a la triste conclusión de que el anhelo de progreso científico justificaba lo aberrante de nuestras investigaciones, y que esa excusa nos permitía gozar libremente.
Un descuido de un aprendiz echó todo a perder cuando cerró mal las jaulas y los hombres enfurecidos escaparon. Por frustración intelectual o simplemente por miedo huí del país, internándome en las selvas tropicales. Durante meses remonté ríos sosegados que al amanecer se cubrían de niebla y silencio. Me acostumbré al hambre y a las moscas. Aprendí a distinguir los diferentes cantos de las aves. Eventualmente llegué a una aldea de indígenas que me recibieron como a una curiosidad.
Ahora, paso los días recluido en una choza debilitado por la malaria. A veces, sobre todo por las noches que son más soportables, miro a los indios ejecutar sus rituales, festejar la llegada de la lluvia, enterrar a sus muertos, bendecir los nacimientos. Pero hay días en que me asalta la extraña idea de que para ellos, yo soy el objeto de estudio. Creo que ahora, sí, yo soy el observado.
Con los años mis apetencias se hicieron más exigentes y dejé los insectos por los anfibios y a estos por los reptiles, y más tarde llegué a los mamíferos que me procuraba, no sin cierta dificultad, entre los animales abandonados del barrio. Aprendí mucho, tal vez demasiado, en esas noches de lúgubres autopsias adolescentes.
Me convertí en antropólogo porque deseaba estudiar la más perfecta de las especies. Comencé a trabajar en un proyecto secreto donde estudiábamos la conducta de los hombres, nuestro laboratorio contaba con decenas de jaulas donde hombres sin familia se sometían temerosos y sumisos a nuestros experimentos. Teníamos la aspiración vana de escribir un tratado definitivo sobre el comportamiento humano demostrado empíricamente. Años después llegué a la triste conclusión de que el anhelo de progreso científico justificaba lo aberrante de nuestras investigaciones, y que esa excusa nos permitía gozar libremente.
Un descuido de un aprendiz echó todo a perder cuando cerró mal las jaulas y los hombres enfurecidos escaparon. Por frustración intelectual o simplemente por miedo huí del país, internándome en las selvas tropicales. Durante meses remonté ríos sosegados que al amanecer se cubrían de niebla y silencio. Me acostumbré al hambre y a las moscas. Aprendí a distinguir los diferentes cantos de las aves. Eventualmente llegué a una aldea de indígenas que me recibieron como a una curiosidad.
Ahora, paso los días recluido en una choza debilitado por la malaria. A veces, sobre todo por las noches que son más soportables, miro a los indios ejecutar sus rituales, festejar la llegada de la lluvia, enterrar a sus muertos, bendecir los nacimientos. Pero hay días en que me asalta la extraña idea de que para ellos, yo soy el objeto de estudio. Creo que ahora, sí, yo soy el observado.
Google y las suicidal tendencies
Entro a una página cualquiera a buscar letras de los Manic Street Preachers (creo que la página es lyricsfreak.com) y en el costadito dedicado a las publicidades esas que el google mete en los sitios veo anuncios como: "Suicide thoughts? take this quick test to find answers" o "Become happy again. Ultimate Depression relief is the most effective natural remedy". Considerando que el guitarrista de los Manic aparentemente se suicidó (en realidad desapareció y lo declararon muerto hace poco) no deja de sorprenderme la perspicacia (o el mal gusto) del google para colocar sus anuncios.
¿Si hubiera buscado letras de Lennon aparecerían anuncios de chalecos antibalas? (cuac!) Y si buscara letras de Sid Barrett, ¿vería anuncios de clínicas contra la esquizofrenia? Ni quiero suponer lo que el google promociona en los sitios de Michael Jackson...
¿Si hubiera buscado letras de Lennon aparecerían anuncios de chalecos antibalas? (cuac!) Y si buscara letras de Sid Barrett, ¿vería anuncios de clínicas contra la esquizofrenia? Ni quiero suponer lo que el google promociona en los sitios de Michael Jackson...
domingo, diciembre 11, 2005
El "separados al nacer" que nunca publicará Página/12
Si se fijan un poco verán que Alberto Fernández es igualito a Steve Buscemi.
(Se podría rodar una remake de Fargo en Santa Cruz, aprovechando el paisaje y las facilidades impositivas, ahora que lo pienso)
(Se podría rodar una remake de Fargo en Santa Cruz, aprovechando el paisaje y las facilidades impositivas, ahora que lo pienso)
viernes, diciembre 09, 2005
Secretos revelados
Llego a esta página gracias a esta otra. La idea es buena: sin dejar nombre ni email los participantes pueden confesar algunos secretos. Algo así como esconderse en un buzón de esos rojos y abrir los sobres a medida que van llegando, y leerlos claro. De lectura bastante adictiva el sitio ofrece ejemplos que van desde lo ingenuo a lo drámatico. Veamos:
-"Cuando le hago sexo oral a mi novia me imagino que es su hermana"
-"Hace casi doce años que soy policia y tengo mucho miedo que me maten. Ya no corro a los ladrones y si veo algo raro salgo del lugar. hoy habia un pungista en la parada del colectivo y me hice el boludo y me tome el primer bondi que iba para la zona de retiro,me dio miedo, y cuando hago adicionales en los bancos me aterra pensar que vengan a robar, no se que haria".
-"Soy patetica! tuve solos 3 novios y los conoci gracias a internet, si no existiera creo que jamas hubiera podido ponerme de novia, para colmo ahora estoy sola nuevamente y engorde muchisimo asique tengo miedo de las citas a ciegas. Estoy sola y apuradisima por formar una familia porque siento que se me viene la edad encima!"
-"bueno... esto todavia no se lo conte a nadie, pero el viernes pasado 25-11 salia de mi casa para ir a bailar a Pinar de Rocha y cuando estaba saliendo de mi casa se me dio por hacerme el "pistero" y sali muy fuerte por la avenida y cuadno quise doblar para agarrar rivadavia atropelle a un cartonero y como en el momento me shockie demasiado escape y me fui hasta ranchos solo a pasar la noche por si pasaba algo, la verdad q todavia sigo muy cagado"
En fin, pasen y vean la Condición Humana.
-"Cuando le hago sexo oral a mi novia me imagino que es su hermana"
-"Hace casi doce años que soy policia y tengo mucho miedo que me maten. Ya no corro a los ladrones y si veo algo raro salgo del lugar. hoy habia un pungista en la parada del colectivo y me hice el boludo y me tome el primer bondi que iba para la zona de retiro,me dio miedo, y cuando hago adicionales en los bancos me aterra pensar que vengan a robar, no se que haria".
-"Soy patetica! tuve solos 3 novios y los conoci gracias a internet, si no existiera creo que jamas hubiera podido ponerme de novia, para colmo ahora estoy sola nuevamente y engorde muchisimo asique tengo miedo de las citas a ciegas. Estoy sola y apuradisima por formar una familia porque siento que se me viene la edad encima!"
-"bueno... esto todavia no se lo conte a nadie, pero el viernes pasado 25-11 salia de mi casa para ir a bailar a Pinar de Rocha y cuando estaba saliendo de mi casa se me dio por hacerme el "pistero" y sali muy fuerte por la avenida y cuadno quise doblar para agarrar rivadavia atropelle a un cartonero y como en el momento me shockie demasiado escape y me fui hasta ranchos solo a pasar la noche por si pasaba algo, la verdad q todavia sigo muy cagado"
En fin, pasen y vean la Condición Humana.
Holden Caufield nos escribe
Si realmente quieren escucharme, lo que primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue mi pobre infancia y qué hacían mis padres y toda esa mierda estilo David Copperfield, pero la verdad no quiero contarles nada de eso. En primer lugar esas cosas me ponen mal, y en segundo lugar mis padres ya deben estar muertos con todos los disgustos que les di, así que para qué. Lo que les voy a contar es algo muy loco que me pasó el último invierno en Nueva York, la cuestión que me trajo a donde estoy metido ahora. Yo estaba lo más tranquilo mirando a mi hermanita Phoebe patinar en el Central Park y de pronto se me acerca un tipo con una pinta de loco increíble y me entra a preguntar si sabía adonde iban los patos cuando el lago se congela y si los pececitos se quedan duros todo el invierno esperando que el agua volviera a ponerse líquida y otras cosas muy locas que ya no me acuerdo. La verdad es que me daba un poco de miedo el chiflado aquel así que intenté hacerle el vacío y comencé a caminar hacia Park Avenue. Pero el tipo me siguió y me dijo si sabía donde vivía el tal Lennon, que quería que le filmara un autógrafo o un disco o algo así. En realidad había visto hacía poco al Lennon ese en una disquería de Broadway. Yo estaba con mi hermano DB, del que les hablaré luego, mirando unos discos y entró un sujeto con mucha cara de drogata acompañado por una japonesa y todo el mundo se acercó a saludarlo como si fuera un tío estupendo o algo por el estilo. DB me contó quien era y parece que a él también le gustaba mucho así que fue a saludarlo y yo aproveché para salir y fumarme un pitillo de esos que papá y mamá no me dejan fumar en casa. Parece que el tal Lennon no le dio mucha bola a mi hermano o eso pareció porque se lo veía bastante molesto cuando salió de la tienda. Como sea, la historia es que al otro día me entero que lo habían matado a Lennon de varios balazos cuando entraba a su casa y mirando la foto del tipo que se lo cargó me doy cuenta que era el mismo tío que me había dado tanta mala espina en el Central Park. La verdad es que no me dio mucha pena, nunca me gustaron esos tipos que andan de aquí para allá predicando la paz en el mundo y después se suben a su limusina y pasean por Park Avenue o dan fiestas en los Hamptons con toda esa gente hipócrita del cine y la música. Lo único que me preocupó fue que el chiflado aquel pensara eso sobre los patos del lago, eso sí me da miedo porque yo también me pregunté lo mismo una vez y no me gustaría terminar matando gente famosa por ahí, aunque sean unos hipócritas. Qué irían a pensar mis viejos y DB si me meto en un lío semejante...
Dedicado con cariño a John Winston L., a Jerome David S. y, por qué no a Mark David C. también.
Dedicado con cariño a John Winston L., a Jerome David S. y, por qué no a Mark David C. también.
El rincón de Carlos Berrutti y Rómulo Morelli
Este fin de semana se desarrollará en Buenos Aires un festival de cine underground. Las películas se dan en distintos lugares, para consultar aquí por favor. Gracias.
jueves, diciembre 08, 2005
Más arbitrariedades salvajes (cultura pop)
Aquellos que prefieren el James Bond de Roger Moore deberían ser confinados a la isla que Quarracino les deseó a los homosexuales. Para los que eligen el Bond de Timothy Dalton no se ha inventado todavía un castigo capaz de hacerles justicia. La intolerancia se llama Connery, Sean Connery.
miércoles, diciembre 07, 2005
La santa trinidad del mal (todo en minúsculas, claro)
Por un lado lo tenemos al Doctor Grondona, experto en torcer autores ya muertos para hacerles decir lo que jamás hubieran osado decir sin reconocer algún incipiente síntoma de psicosis o, un para la época desconocido mal de Alzheimer. El liberal Locke transformado en apologista de la tortura, el pederasta Aristóteles convertido por arte de magia en defensor de la moralidad puritana cristianuchi, el antimonárquico Hobbes utilizado para darle la razón a Juan Carlos Blumberg. El Doctor, claro, suelta la cadena a veces cuando relata esas encantadoras anécdotas de los no menos encantadores años de la Escuela Superior de Guerra, el interinato de Guido o los cursillos del Opus Dei.
Despúes está el hijo pródigo, Ale Rozitchner. Intelectual de cabecera de Mario Pergolini antes que lo abandonara por el ascendente brand new star del pseudo revisionismo Felipe Pigna. Consultor de empresas (supongo que las multinacionales blanquean la guita del narcotráfico a través de gastos como la consultoría de Ale) les ofrece a ejectivos y publicistas (creativos!) que no han leído más que "Padre pobre, Hijo rico" en alguna reposera de Pinamar, las riquezas que la filosofía puede aportarle al laboriosa tarea corporativa. Su horizonte cultural combina Nietzsche con Isabel Allende, José María Aznar con Martin Amis, Bataille con Tus zonas erróneas. Habla en el coloquio de IDEA (los CEOs estarán pensando mientras en el travesti que se cojerán esa noche en el Costa Galana) y sueña con una amplia coalición anti k que una a Mauri con Binner y Sabatella. Papá Rozitchner prepotea alumnos de Sociales restregándoles por la cara su amistad con un agonizante Merleau-Ponty en el París de los 50, Ale se conforma con patotear endebles peleles de Quebracho y defender al rotisero a quien le rompieron la vidriera en la anticumbre de la Feliz.
Por último, la santísima trinidad de los domingos after Majul se completa con un ignoto periodista llamado Luis Novaresio (gracias Henry More por el dato). Aparentemente cumple el rol de la sensatez democrática ante los desbordes de Ale y la nostalgia (¿cincuentista?) del Doctor. En realidad bajo esa blanda apariencia se encubre la vieja táctica del "policía bueno", aquel que le ofrece un cigarrillo al desgraciado que está bajo los focos del interrogatorio y le recomienda hablar con él que es más civilizado que sus colegas de la fuerza. El piquetero de marras, o el eventual "progresista" sentado a la mesa ve en Novaresio la figura tranquilizadora de un esbirro amable y por lo tanto se franquea con él mientras Ale y el Doctor retoman fuerzas para el próximo coup de droite. Pero en seguida nos damos cuenta que en realidad Novaresio no es más que un típico ejemplar del periodismo bienpensante con su pátina de pretendido republicanismo e institucionalismo aprendido de los grandes maestros como Nelson Castro, Joaquín Morales Solá o Magdalena Ruiz Guiñazú (y dentro de poco, Jorge Lanata).
En fin, extrañamos al gordo Rozín y su pregunta animal y a Gigí Marziotta. Eso, basicamente.
El Colegio
El poeta perdido
Margen al robo, al ladrón bendito
al que mira en lo tuyo lo tuyo
anhelante de miel y espejo que
seca por beber en lo ajeno.
De expresión rápida al ser
salido de beso -esa es
su lámpara de suerte: hoy
estoy acá, porque ayer
estuve ahí.
Y festeja entonces
con diez cascabeles en sus brazos-
fiestas en las torres
en la ciudad solitaria: el
espíritu de una viuda.
En abrochado pasto, no
sabe caminar en él-
sólo espera, dichoso
un nuevo cuerpo espesurado.
Tú tienes el tras de todas las puertas
tu acción cuadrada, el mayor espacio
Unete a
soplar y
vuelve en el aire
a la piel de los callejeros.
Así serás el único
mortal dador
transparente de
cosas a ojos
vistas.
(Román Antopolsky, Ádelon, ediciones tsé tsé, Buenos Aires, 2003)
Lo conocimos cuando teníamos 12 años, ahora es poeta y ya no lo vemos más. Los astros nos han dicho que el año que viene lo reencontraremos. Si van al Astral o a la Academia entrada la noche tal vez se lo crucen.
al que mira en lo tuyo lo tuyo
anhelante de miel y espejo que
seca por beber en lo ajeno.
De expresión rápida al ser
salido de beso -esa es
su lámpara de suerte: hoy
estoy acá, porque ayer
estuve ahí.
Y festeja entonces
con diez cascabeles en sus brazos-
fiestas en las torres
en la ciudad solitaria: el
espíritu de una viuda.
En abrochado pasto, no
sabe caminar en él-
sólo espera, dichoso
un nuevo cuerpo espesurado.
Tú tienes el tras de todas las puertas
tu acción cuadrada, el mayor espacio
Unete a
soplar y
vuelve en el aire
a la piel de los callejeros.
Así serás el único
mortal dador
transparente de
cosas a ojos
vistas.
(Román Antopolsky, Ádelon, ediciones tsé tsé, Buenos Aires, 2003)
Lo conocimos cuando teníamos 12 años, ahora es poeta y ya no lo vemos más. Los astros nos han dicho que el año que viene lo reencontraremos. Si van al Astral o a la Academia entrada la noche tal vez se lo crucen.
martes, diciembre 06, 2005
Ciencia ficción argentina
Hablando via msn con More caímos nuevamente en la tentación bizarra. Imaginamos una nueva versión de la Fiesta de Todos, ambientada en el mundial Argentina 2018. Esta vez la voz no sería la de Felix Luna sino la de su émulo actual Felipe Pigna. Bajo una neva dictadura con ansias de legitimarse vía FIFA (imaginamos al neofascist Vawe como probable dictador) la farándula vernácula desfilaría aportando sus testimonios y su entusiasta apoyo al régimen de facto. Pero bajo la superficie, una heroica Resistencia encabezada por el subcomandante Vikiny se prepara para boicotear la fiesta mundialista (el director técnico sería, obviamente, César Luis Menotti) y así demostrarle al mundo la tiránica opresión ejercida sobre estas crueles provincias. A pesar de que el régimen cuenta con el apoyo activo de las masas lobotomizadas, la Resistencia cuenta con un as bajo la manga: ha logrado clonar un éjercito de miles de Juan Domingo Perón utilizando el material genético de una de sus manos, encontrada por casualidad en un desván de la calle Tres Sargentos, antiguo domicilio de un coleccionista de memorabilia justicialista. Con el ejército de Perones la Resistencia se propone invadir la cancha de River justo en el momento en que el seleccionado nacional le marca el sexto gol a su par de Bolivia, en un partido arreglado a cambio de una salida al mar en la zona de Necochea o Monte Hermoso. La acción guerrillera tiene, logicamente, el doble propósito de arruinarle el espectáculo al régimen y de reinstalar la figura del General en las mentes de los adormecidos espectadores, única imagen capaz de eclipsar al dictador Vawe y, de esta forma reabrir el horizonte para una política revolucionaria de la clase obrera (?). Bueno, esto último no está muy claro. Pero, what a fuck! es solo una película.
lunes, diciembre 05, 2005
Dolores no llores (new playmate)
El odio, una pasión productiva
Reflexiones sobre el odio como pasión. Dicen algunos que es una pasión inutil, que no engendra más que sufrimiento, que estimula el quietismo, la abulia y la dejadez. El odio sería el anverso exacto de ese estado de epifanía amorosa donde el mundo se nos presenta como el lugar maravilloso, gentil y estimulante que nuestros traumas no nos dejaban ver, y que nos permite entonces encarar con fe y esperanza las más titánicas tareas (escribir "esa" novela, mantener una conversación con los padres de nuestra novia, sacrificar una borrachera antológica con amigos por una cena romántica en palermo que no nos dejará nada, ni siquiera resaca, porque los vinitos palermitanos no la producen). El amor parecería productivo y fertil, y su final nos aterrorizaría ante la perspectiva de caer en la depresión y el volar de los días sin haber aprovechado (siempre el capitalista carpe diem) a fondo su médula.
Sin embargo, el odio ha producido grandes cosas. El odio hacia una persona, el odio hacia un grupo de personas, hacia una idea o hacia el mundo como totalidad. El odio ha movido a las masas con sus picas afiladas, el odio ha inspirado a poetas, el odio ha construido paises y los ha derrumbado, el odio ha sido el pan de los hambrientos, el refugio de los desesperados, el alivio de los condenados. El odio nos deja más secos que el orgasmo, sí, pero nos empuja al movimiento y en ese movimiento nos dota de una fuerza de la que no nos creíamos poseedores, pero que descubrimos felices como si se tratara de un regalo imprevisto.
Un ejemplo. Bob Dylan escribió algunas de sus mejores canciones inspiradas en un odio verdaderamente brutal. Recordemos Like a rolling stone:
You used to laugh about
Everybody that was hangin' out
Now you don't talk so loud
Now you don't seem so proud
About having to be scrounging for your next meal.
y un poco después:
You used to be so amused
At Napoleon in rags and the language that he used
Go to him now, he calls you, you can't refuse
When you got nothing, you got nothing to lose
You're invisible now, you got no secrets to conceal.
El tipo la odia a la mina definitivamente, no hay compasión en esos versos, sino más bien un profundo desprecio por quien "se reía tan fuerte y ahora no parece muy orgullosa" El deleite de contemplar la caída del enemigo y luego escribir sobre eso. En otra canción (Idiot Wind, de Blood on the Tracks) el viejo Bob está más enfurecido todavía y canta:
Idiot wind, blowing every time you move your mouth,
Blowing down the backroads headin' south.
Idiot wind, blowing every time you move your teeth,
You're an idiot, babe.
It's a wonder that you still know how to breathe.
Ese final "me sorprende que todavía sepas cómo respirar" es una verdadera declaración de odio que echa por tierra la falacia de que no se puede crear algo positivo montado en el impulso arrollador del odio.
Yo también quisiera crear algo con mi odio. Quisiera utilizarlo como insumo primario, como una larga risa que enhebre cada una de las humillaciones, cada una de las ofensas, cada uno de los fracasos. Y cuando esa obra esté por fin terminada, dedicársela amablemente al sujeto de mi odio y así poder pasar, por fin, a otra cosa. Como un Gran Gatsby al revés, más o menos.
Sin embargo, el odio ha producido grandes cosas. El odio hacia una persona, el odio hacia un grupo de personas, hacia una idea o hacia el mundo como totalidad. El odio ha movido a las masas con sus picas afiladas, el odio ha inspirado a poetas, el odio ha construido paises y los ha derrumbado, el odio ha sido el pan de los hambrientos, el refugio de los desesperados, el alivio de los condenados. El odio nos deja más secos que el orgasmo, sí, pero nos empuja al movimiento y en ese movimiento nos dota de una fuerza de la que no nos creíamos poseedores, pero que descubrimos felices como si se tratara de un regalo imprevisto.
Un ejemplo. Bob Dylan escribió algunas de sus mejores canciones inspiradas en un odio verdaderamente brutal. Recordemos Like a rolling stone:
You used to laugh about
Everybody that was hangin' out
Now you don't talk so loud
Now you don't seem so proud
About having to be scrounging for your next meal.
y un poco después:
You used to be so amused
At Napoleon in rags and the language that he used
Go to him now, he calls you, you can't refuse
When you got nothing, you got nothing to lose
You're invisible now, you got no secrets to conceal.
El tipo la odia a la mina definitivamente, no hay compasión en esos versos, sino más bien un profundo desprecio por quien "se reía tan fuerte y ahora no parece muy orgullosa" El deleite de contemplar la caída del enemigo y luego escribir sobre eso. En otra canción (Idiot Wind, de Blood on the Tracks) el viejo Bob está más enfurecido todavía y canta:
Idiot wind, blowing every time you move your mouth,
Blowing down the backroads headin' south.
Idiot wind, blowing every time you move your teeth,
You're an idiot, babe.
It's a wonder that you still know how to breathe.
Ese final "me sorprende que todavía sepas cómo respirar" es una verdadera declaración de odio que echa por tierra la falacia de que no se puede crear algo positivo montado en el impulso arrollador del odio.
Yo también quisiera crear algo con mi odio. Quisiera utilizarlo como insumo primario, como una larga risa que enhebre cada una de las humillaciones, cada una de las ofensas, cada uno de los fracasos. Y cuando esa obra esté por fin terminada, dedicársela amablemente al sujeto de mi odio y así poder pasar, por fin, a otra cosa. Como un Gran Gatsby al revés, más o menos.
Plegarias atendidas
qué es lo que quieren
Vallejo escribiendo de
la soledad mientras se hambrea
hasta
la muerte;
la oreja de Van Gongh rechazada
por una
puta;
Rimbaud huyendo al Africa
en busca de riquezas y hallando
un incurable caso de sífilis;
Beethoven por siempre sordo;
Pound arrastrado a través de las
calles
en una jaula;
Chaterton bebiéndose el veneno para las ratas;
el cerebro de Hemingway que chorrea y cae
dentro del vaso de jugo de naranja;
Pascal abriéndose las venas en la
bañadera;
Artaud encerrado en el loquero;
Dostoievsky empujado hacia un
muro;
Crane lanzándose a las hélices de
un barco;
Lorca fusilado al borde del camino
por la guardia civil
española;
Berryman saltando desde un puente;
Burroughs que hace puntería con su esposa;
Mailer persiguiendo a la suya con
un cuchillo.
- ¿eso es lo que quieren:
un maldito show una cartelera de neón
encendida en medio del infierno?
-¿eso es lo que quieren:
ese montón de aburridos
inarticulados
protegidos
monótonos
amantes de los
carnavales?
Charles Bukowski, en un viejo ejemplar de la desparecida La Maga, circa 1992.
(esto es lo que pasa por no tirar los papeles viejos)
Vallejo escribiendo de
la soledad mientras se hambrea
hasta
la muerte;
la oreja de Van Gongh rechazada
por una
puta;
Rimbaud huyendo al Africa
en busca de riquezas y hallando
un incurable caso de sífilis;
Beethoven por siempre sordo;
Pound arrastrado a través de las
calles
en una jaula;
Chaterton bebiéndose el veneno para las ratas;
el cerebro de Hemingway que chorrea y cae
dentro del vaso de jugo de naranja;
Pascal abriéndose las venas en la
bañadera;
Artaud encerrado en el loquero;
Dostoievsky empujado hacia un
muro;
Crane lanzándose a las hélices de
un barco;
Lorca fusilado al borde del camino
por la guardia civil
española;
Berryman saltando desde un puente;
Burroughs que hace puntería con su esposa;
Mailer persiguiendo a la suya con
un cuchillo.
- ¿eso es lo que quieren:
un maldito show una cartelera de neón
encendida en medio del infierno?
-¿eso es lo que quieren:
ese montón de aburridos
inarticulados
protegidos
monótonos
amantes de los
carnavales?
Charles Bukowski, en un viejo ejemplar de la desparecida La Maga, circa 1992.
(esto es lo que pasa por no tirar los papeles viejos)
viernes, diciembre 02, 2005
La división de la alegría
Se dice que Ludwig Wittgenstein es el único filósofo que cambió dos veces la historia de la filosófia. De muy jóven escribió el Tractatus y de más adulto (nunca, nunca fue viejo Wittgenstein, eterno como una estrella pop desde un poster) dio vuelta como un guante sus certezas anteriores en las Investigaciones filosóficas. Un hombre que se reinventa a sí mismo en el curso de una vida, que empieza siendo algo y termina siendo otro radicalmente distinto. Y lo más interesante: ese cambio no lo vive como sufrimiento, como tormento infernal del cual escapar; sino como necesidad natural de adaptarse a una nueva realidad, sin importar tirar al cesto el trabajo de toda una vida si este ya no refleja la modificación de las creencias. Actitud Ludwig.
El mismo proceso podemos detectar entre Joy Division y New Order. Los oscuros, torturados mancunianos de Ian Curtis dan paso, de un año para otro, a los festivos y bolicheros New Order; de los paisajes grises y opresivos de Atmosphere al estribillo celebratorio de Bizarre Love Triangle; del blanco y negro de la working class al colorido afentamínico de The Hacienda. Siempre me pareció estimulante esa forma de hacer el duelo de los New Order: "muerto Curtis, sigamos tocando, pero reinventémonos radicalmente. Hagamos una música en las atípodas, seamos como la imagen en negativo de los que fuimos. Quedarán los discos de Joy Division, pero mientras sigamos vivos vamos a hacer algo tan diferente que costará entender que formamos parte de esa banda", algo así.
Son extremadamente raras esas metamorfosis, pero intuyo que si existe algo sobre esta tierra similar a la fuente de la juventud eterna, reside en esa capacidad para olvidar, destruir, y pasar sin lamentaciones al próximo escenario.
El mismo proceso podemos detectar entre Joy Division y New Order. Los oscuros, torturados mancunianos de Ian Curtis dan paso, de un año para otro, a los festivos y bolicheros New Order; de los paisajes grises y opresivos de Atmosphere al estribillo celebratorio de Bizarre Love Triangle; del blanco y negro de la working class al colorido afentamínico de The Hacienda. Siempre me pareció estimulante esa forma de hacer el duelo de los New Order: "muerto Curtis, sigamos tocando, pero reinventémonos radicalmente. Hagamos una música en las atípodas, seamos como la imagen en negativo de los que fuimos. Quedarán los discos de Joy Division, pero mientras sigamos vivos vamos a hacer algo tan diferente que costará entender que formamos parte de esa banda", algo así.
Son extremadamente raras esas metamorfosis, pero intuyo que si existe algo sobre esta tierra similar a la fuente de la juventud eterna, reside en esa capacidad para olvidar, destruir, y pasar sin lamentaciones al próximo escenario.
miércoles, noviembre 30, 2005
Felisa and me
Mientras las secretarias de Roberto Lavagna se limpiaban el rimmel corrido por el llanto (según la crónica del clarinete de ayer) yo me cruzo con la designada ministra en la esquina de 25 de mayo y Rivadavia. Desde el Banco Nación cruzaba la calle para meterse en la Casa Rosada, por una puertita de madera del costado, sin asesores que le llevaran las carpetas. Un piso más arriba el presidente la esperaría para debatir el supuesto giro distributivo que Pravda/12 y La Nación anuncian con distinta simpatía. Simbología: yo con cinco pesos miserables en la billetera y la ministro de Economía pasándome de costado. Distribuyan, sí, pero para este lado please, que la malaria es terrible por aquí.
lunes, noviembre 28, 2005
El deseo de ser Osama
todos los de sociales
todos los de letras
todos los de filosofía
menos las chicas lindas
y tontas
y ligeras
y fáciles
todos juntos en un gran edificio único
hablando y criticando vanamente,
gastando la superficie pálida de los muros tristes
de los claustros
y Osama planeando hacia ellos en un avión fulgurante.
el ground zero estará preñado
de futuro
todos los de letras
todos los de filosofía
menos las chicas lindas
y tontas
y ligeras
y fáciles
todos juntos en un gran edificio único
hablando y criticando vanamente,
gastando la superficie pálida de los muros tristes
de los claustros
y Osama planeando hacia ellos en un avión fulgurante.
el ground zero estará preñado
de futuro
sábado, noviembre 26, 2005
Japanese soldiers (notas para un futuro artículo insultante)
Estoy pensando bastante estos días sobre los intelectuales de izquierda. En realidad estoy pensando bastante sobre la izquierda. Me asaltan dudas que creía hace tiempo desalojadas de mi ser. Durante mucho tiempo, y todavía ahora a veces, me entregué al cinismo como respuesta al desencantamiento del mundo. Los brazos frescos y alegres de la mujerzuela frivolidad, el mullido almohadón de la banalidad escéptica, la dulce concha del tiempo que transcurre vano y sin fe. Me identificaba con esa frase terrible de Fitzgerald al inicio de Hermosos y malditos: "cuando tenía veinticinco años la ironía - el Espíritu Santo de nuestra era- descendió sobre él". Todavía la ironía continúa inficionada en mí y sale en forma de un humor negro negrísimo o de cierto mirar por sobre el hombro con ínfulas de dandismo superado. Pero, solo es necesario entrar en contacto (digamos en una reunión familiar) con algún fascista pedorro de esos que abundan para que yo, el gran descreído, me convierta en una versión más roja y fanática de los kmer rouge. ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué soy rosita luxemburgo frente al taxista facho que putea a los piqueteros y un liberal posmoderno frente a los troscos de marcelo t? Se deberá a cierto histerismo, a ciertas ansias mal atendidas de ser un eterno enfant terrible, es decir simplemente, al afán de romper las bolas?
Ahora bien pensando en ese objeto que son los intelectuales de izquierda podríamos esbozar tres tipologías de sus actitudes frente a los actuales tiempos de desencanto político:
1- Los cínicos. No importa sus edades o sus trayectorias vitales, importa su posicionamiento actual frente al mercado y a las posibilidades de alternativas políticas al "sistema". Se han entregado a los brazos de la academia, de las editoriales, de las fundaciones y/o universidades privadas. con sus actos refrendan la creencia en el fin de la historia (aunque no puedan sostener esto ni en público ni en la intimidad de sus conciencias). Usualmente leen la Nación y hacen chistes malos que harían sonrojar a Galimba Galimberti.
2- Los indignados. Presos de una pasión estéril cargan sus clases, sus articulos y a sus alumnos con largos sermones sobre la destrucción de la Argentina desde el menemismo. Se sienten cómodos en ese terreno dado el desprestigio del ex presidente. Han encontrado la matriz perfecta del fracaso nacional, el huevo de la serpiente, el pecado original. Frecuentan mesas redondas y pasillos de la UBA. Buen corazón, pésimo sentido histórico. Eternos peregrinos de los partidos de centroizquierda se han convencido paulatinamente de la inmensa crisis moral que afecta a la républica, obviando que el discurso moral es y ha sido siempre el discurso de la derecha horrorizada por el devenir de la historia.
3- Los soldados japoneses. Como los primitivos cristianos, celebran su eucaristía bajo las catacumbas de la via apia. La venida del redentor está próxima. El ruido del exterior es demoníaco. Sigamos en la selva saludando al Emperador y luchando contra los yanquis, no importa que el almanaque diga que es 1975, que el emperador ahora inaugura fábricas sony y que los samurais murieron con Mishima. Sobran ejemplos de esta clase de japanese soldiers en todos los claustros universitarios y también fuera de ellos. Más una curiosidad museográfica que una amenaza para el sistema, estos soldados se saben de memoria el prólogo a la 5678 edición del Capital en lengua swahili.
La pregunta sería entonces: ¿cómo ser de izquierda (en el sentido moderno del término) y evitar caer en esas poses? ¿cómo trabajar por un cambio radical de las condiciones sociales de existencia y no ser tranformado en una estatua de cera, en una caricatura? ¿cómo tirar a la mierda el significante "ser de izquierda" y quedarse solo con su significado, en una época que se caracteriza justamente por producir solo significantes vacíos?
Estoy pensando bastante estos días sobre los intelectuales de izquierda. En realidad estoy pensando bastante sobre la izquierda. Me asaltan dudas que creía hace tiempo desalojadas de mi ser. Durante mucho tiempo, y todavía ahora a veces, me entregué al cinismo como respuesta al desencantamiento del mundo. Los brazos frescos y alegres de la mujerzuela frivolidad, el mullido almohadón de la banalidad escéptica, la dulce concha del tiempo que transcurre vano y sin fe. Me identificaba con esa frase terrible de Fitzgerald al inicio de Hermosos y malditos: "cuando tenía veinticinco años la ironía - el Espíritu Santo de nuestra era- descendió sobre él". Todavía la ironía continúa inficionada en mí y sale en forma de un humor negro negrísimo o de cierto mirar por sobre el hombro con ínfulas de dandismo superado. Pero, solo es necesario entrar en contacto (digamos en una reunión familiar) con algún fascista pedorro de esos que abundan para que yo, el gran descreído, me convierta en una versión más roja y fanática de los kmer rouge. ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué soy rosita luxemburgo frente al taxista facho que putea a los piqueteros y un liberal posmoderno frente a los troscos de marcelo t? Se deberá a cierto histerismo, a ciertas ansias mal atendidas de ser un eterno enfant terrible, es decir simplemente, al afán de romper las bolas?
Ahora bien pensando en ese objeto que son los intelectuales de izquierda podríamos esbozar tres tipologías de sus actitudes frente a los actuales tiempos de desencanto político:
1- Los cínicos. No importa sus edades o sus trayectorias vitales, importa su posicionamiento actual frente al mercado y a las posibilidades de alternativas políticas al "sistema". Se han entregado a los brazos de la academia, de las editoriales, de las fundaciones y/o universidades privadas. con sus actos refrendan la creencia en el fin de la historia (aunque no puedan sostener esto ni en público ni en la intimidad de sus conciencias). Usualmente leen la Nación y hacen chistes malos que harían sonrojar a Galimba Galimberti.
2- Los indignados. Presos de una pasión estéril cargan sus clases, sus articulos y a sus alumnos con largos sermones sobre la destrucción de la Argentina desde el menemismo. Se sienten cómodos en ese terreno dado el desprestigio del ex presidente. Han encontrado la matriz perfecta del fracaso nacional, el huevo de la serpiente, el pecado original. Frecuentan mesas redondas y pasillos de la UBA. Buen corazón, pésimo sentido histórico. Eternos peregrinos de los partidos de centroizquierda se han convencido paulatinamente de la inmensa crisis moral que afecta a la républica, obviando que el discurso moral es y ha sido siempre el discurso de la derecha horrorizada por el devenir de la historia.
3- Los soldados japoneses. Como los primitivos cristianos, celebran su eucaristía bajo las catacumbas de la via apia. La venida del redentor está próxima. El ruido del exterior es demoníaco. Sigamos en la selva saludando al Emperador y luchando contra los yanquis, no importa que el almanaque diga que es 1975, que el emperador ahora inaugura fábricas sony y que los samurais murieron con Mishima. Sobran ejemplos de esta clase de japanese soldiers en todos los claustros universitarios y también fuera de ellos. Más una curiosidad museográfica que una amenaza para el sistema, estos soldados se saben de memoria el prólogo a la 5678 edición del Capital en lengua swahili.
La pregunta sería entonces: ¿cómo ser de izquierda (en el sentido moderno del término) y evitar caer en esas poses? ¿cómo trabajar por un cambio radical de las condiciones sociales de existencia y no ser tranformado en una estatua de cera, en una caricatura? ¿cómo tirar a la mierda el significante "ser de izquierda" y quedarse solo con su significado, en una época que se caracteriza justamente por producir solo significantes vacíos?
martes, noviembre 22, 2005
Hoy asaltamos a Ernest:
Una historia demasiado corta
Una de las excursiones que hicimos ese verano en el sur fue a un lugar llamado Lago Verde. Había que tomar un micro destartalado que unía los distintos parajes dentro del parque nacional y recuerdo que sobre el techo del micro se acumulaban decenas de mochilas, tantas que convertían al micro en un transporte tan alto como los ómnibus ingleses y yo me preguntaba antes de subir si todo ese peso no iba a desequilibrar al micro y no terminaríamos en el fondo de los altos barrancos medio sumergidos en los lagos y entre los altos troncos de los alerces. La vista era estupenda pero yo había dormido mal la noche anterior y el estómago me empezaba a doler y estaba de un humor terrible. Ella en cambio no parecía sufrir ninguna molestia como si la mochila que había cargado durante los últimos quince días no le hubiese afectado en lo más mínimo, sino por el contrario, como si estuviese, allí en medio de los bosques y la montaña, en el ambiente para el que había nacido. Y mientras el micro bordeaba la ruta ella me contaba cosas acerca de sus amigos de antes a los que yo no había conocido, de su familia y de cuanto había deseado cumplir 21 años para, por fin, hacer ese viaje que tanto había soñado. Pero mi humor no era el mejor y simulé tener sueño para dejar de escucharla y en el fondo sentía que no solo le estaba mintiendo sino que también estaba echando por la borda un verano que debería haber sido feliz.
Cuando llegamos al Lago Verde debimos descender un largo camino hasta el campamento y yo me detuve varias veces porque la mochila me pesaba horriblemente y en cambio ella me alentaba a seguir y parecía que sus hombros pudiesen cargar todo el peso del mundo, y mucho más también. Luego armamos la carpa y me tumbé al sol y sin dirigirle la palabra me pude a leer un libro que había llevado desde Buenos Aires. Era un libro muy aburrido y pasaba las hojas sin leerlas, solo simulando frente a ella que leía para no tener que hablarle. Ella dijo luego que fuésemos a la playa pero yo le dije que no me sentía bien y ella me miró en ese momento con bastante pena y decepción. Supongo que era una pena y una decepción distinta a la que sentía yo. La vi alejarse hacia la playa y me sentí tan mal al darme cuenta que me estaba portando como un imbécil y que estaba haciendo exactamente lo que me había propuesto no hacer cuando planificábamos el viaje. En vez de levantarme e ir a buscarla me fui hacia un bosque cercano a recoger leña para el fuego y recuerdo que vi a una pareja de acampantes haciendo el amor y luego me fumé un cigarrillo y caminé por el bosque juntando maderas secas hasta que tuve un buen montón y regresé a nuestra carpa.
Bajé hasta la playa y me senté junto a ella en silencio y así nos quedamos un rato largo, sin poder ninguno de los dos explicar el porqué de ese silencio. Ella me preguntó si la quería y yo le dije que claro, que era una pregunta obvia y que solo me sentía mal del estómago y que con una buena noche de sueño iba a estar bien y todo eso. Todas las verdaderas maldades nacen en estado de inocencia. Uno vive al día y goza de lo que tiene y no se apura. Uno empieza a decir mentiras, y no quisiera decirlas, y empieza el desmoronamiento y cada día crece el peligro, pero uno va viviendo al día, como en la guerra. Pero yo la quería a ella y a nadie más y por más que lo intentaba no podía explicarme mi conducta. Claro que te quiero, le dije, y si alguien me preguntara por vos le diría que sos la chica más hermosa y buena que existe en el mundo.
A la noche ella se puso a cocinar y yo le conté acerca de la generación perdida, de Hemingway y Scottie, de sus paseos por París y de las excursiones a los Alpes. Ella se reía y me pedía detalles que yo inventaba y el cielo se puso muy negro y con esas estrellas que solo se ven en el campo y desde el lago subía una brisa fría que refrescaba nuestra piel.
Intenté encender el fuego pero las maderas que había recogido a la tarde no prendieron y quedaron como brazos muertos, tendidas sobre la tierra. Espero que otra pareja más afortunada que nosotros las haya usado.
(el fragmento en itálica es de París era una fiesta)
Una historia demasiado corta
Una de las excursiones que hicimos ese verano en el sur fue a un lugar llamado Lago Verde. Había que tomar un micro destartalado que unía los distintos parajes dentro del parque nacional y recuerdo que sobre el techo del micro se acumulaban decenas de mochilas, tantas que convertían al micro en un transporte tan alto como los ómnibus ingleses y yo me preguntaba antes de subir si todo ese peso no iba a desequilibrar al micro y no terminaríamos en el fondo de los altos barrancos medio sumergidos en los lagos y entre los altos troncos de los alerces. La vista era estupenda pero yo había dormido mal la noche anterior y el estómago me empezaba a doler y estaba de un humor terrible. Ella en cambio no parecía sufrir ninguna molestia como si la mochila que había cargado durante los últimos quince días no le hubiese afectado en lo más mínimo, sino por el contrario, como si estuviese, allí en medio de los bosques y la montaña, en el ambiente para el que había nacido. Y mientras el micro bordeaba la ruta ella me contaba cosas acerca de sus amigos de antes a los que yo no había conocido, de su familia y de cuanto había deseado cumplir 21 años para, por fin, hacer ese viaje que tanto había soñado. Pero mi humor no era el mejor y simulé tener sueño para dejar de escucharla y en el fondo sentía que no solo le estaba mintiendo sino que también estaba echando por la borda un verano que debería haber sido feliz.
Cuando llegamos al Lago Verde debimos descender un largo camino hasta el campamento y yo me detuve varias veces porque la mochila me pesaba horriblemente y en cambio ella me alentaba a seguir y parecía que sus hombros pudiesen cargar todo el peso del mundo, y mucho más también. Luego armamos la carpa y me tumbé al sol y sin dirigirle la palabra me pude a leer un libro que había llevado desde Buenos Aires. Era un libro muy aburrido y pasaba las hojas sin leerlas, solo simulando frente a ella que leía para no tener que hablarle. Ella dijo luego que fuésemos a la playa pero yo le dije que no me sentía bien y ella me miró en ese momento con bastante pena y decepción. Supongo que era una pena y una decepción distinta a la que sentía yo. La vi alejarse hacia la playa y me sentí tan mal al darme cuenta que me estaba portando como un imbécil y que estaba haciendo exactamente lo que me había propuesto no hacer cuando planificábamos el viaje. En vez de levantarme e ir a buscarla me fui hacia un bosque cercano a recoger leña para el fuego y recuerdo que vi a una pareja de acampantes haciendo el amor y luego me fumé un cigarrillo y caminé por el bosque juntando maderas secas hasta que tuve un buen montón y regresé a nuestra carpa.
Bajé hasta la playa y me senté junto a ella en silencio y así nos quedamos un rato largo, sin poder ninguno de los dos explicar el porqué de ese silencio. Ella me preguntó si la quería y yo le dije que claro, que era una pregunta obvia y que solo me sentía mal del estómago y que con una buena noche de sueño iba a estar bien y todo eso. Todas las verdaderas maldades nacen en estado de inocencia. Uno vive al día y goza de lo que tiene y no se apura. Uno empieza a decir mentiras, y no quisiera decirlas, y empieza el desmoronamiento y cada día crece el peligro, pero uno va viviendo al día, como en la guerra. Pero yo la quería a ella y a nadie más y por más que lo intentaba no podía explicarme mi conducta. Claro que te quiero, le dije, y si alguien me preguntara por vos le diría que sos la chica más hermosa y buena que existe en el mundo.
A la noche ella se puso a cocinar y yo le conté acerca de la generación perdida, de Hemingway y Scottie, de sus paseos por París y de las excursiones a los Alpes. Ella se reía y me pedía detalles que yo inventaba y el cielo se puso muy negro y con esas estrellas que solo se ven en el campo y desde el lago subía una brisa fría que refrescaba nuestra piel.
Intenté encender el fuego pero las maderas que había recogido a la tarde no prendieron y quedaron como brazos muertos, tendidas sobre la tierra. Espero que otra pareja más afortunada que nosotros las haya usado.
(el fragmento en itálica es de París era una fiesta)
martes, noviembre 15, 2005
El Colegio de la Patria tiene un nuevo prócer.
Al lado de 7 presidentes, 2 premios Nobel, el líder de la guerrilla urbana más grande de sudamérica y tantos otros, va estar él: Anibal.
"La peor pesadilla es despertarte y que tus compañeros de colegio estén en el poder" Kurt Vonnegut.
Al lado de 7 presidentes, 2 premios Nobel, el líder de la guerrilla urbana más grande de sudamérica y tantos otros, va estar él: Anibal.
"La peor pesadilla es despertarte y que tus compañeros de colegio estén en el poder" Kurt Vonnegut.
Les fils de la Republique
Hace ya mucho tiempo (oh! cuanto, cuanto!) en la ex maternidad de la calle marcelo t. escribí un trabajito práctico para una materia que se llamaba algo así como "Delito y sociedad". Estaba bien la materia dentro del nivel misérrimo de marcelo t sobre todo porque debe ser el único sitio donde se lee al sadomasoquista michel f. y sus dispositivos disciplinarios; quiero decir, uno siempre le estará agradecido a quien le hizo conocer al sadomaso michel y sus látigos de puntas aceradas postestructuralistas. Pero volviendo a lo que quería contar, el trabajito era sobre una película francesa de hace diez años llamada El odio. Dirigida por Mathieu Kassovitz (sí, el mismo que luego haría de novio de Amelie) y protagonizada por Vincent Cassel, la película cuenta el derrotero de tres pibes de los suburbios de París durante una de las tantas revueltas de las banlieuses contra la policía y demás símbolos del poder del estado. La película se inicia con una escena de disturbios entre la policía y los jóvenes del barrio y continúa siguiendo a los personajes por los laberintos de los monoblocks y en sus incursiones más allá de las murallas del barrio. Sería falso decir que la película posee algún caracter profético de los sucesos que por estos días conmueven a Francia, más bien la película reflejaba un estado de cosas de larga data en las sociedades europeas: la progresiva marginación de sectores amplios de las clases populares en un contexto de desmantelamiento del llamado estado de bienestar caracterizado por el alto desempleo, la retirada de los programas sociales estatales y la progresiva configuración de identidades fundadas en torno al barrio, al grupo de amigos, a las afinidades étnicas y religiosas, identidades que reemplazan para estos jóvenes los antiguos nucleamientos alrededor de la clase y el trabajo. En sí la película está bastante bien, recuerdo la última escena donde un clima de inminente tragedia se sucede bajo la atenta mirada de un gran mural con la cara de Baudelaire, el viejo poeta dandy enamorado de la mala vida y las miserias parisinas. Todo un acierto del director, toda una declaración acerca de los invisibles hilos que unen aquellos viejos tiempos de exclusión prefordistas con éstos, los nuestros, tiempos de marginación toyotista.
Hace ya mucho tiempo (oh! cuanto, cuanto!) en la ex maternidad de la calle marcelo t. escribí un trabajito práctico para una materia que se llamaba algo así como "Delito y sociedad". Estaba bien la materia dentro del nivel misérrimo de marcelo t sobre todo porque debe ser el único sitio donde se lee al sadomasoquista michel f. y sus dispositivos disciplinarios; quiero decir, uno siempre le estará agradecido a quien le hizo conocer al sadomaso michel y sus látigos de puntas aceradas postestructuralistas. Pero volviendo a lo que quería contar, el trabajito era sobre una película francesa de hace diez años llamada El odio. Dirigida por Mathieu Kassovitz (sí, el mismo que luego haría de novio de Amelie) y protagonizada por Vincent Cassel, la película cuenta el derrotero de tres pibes de los suburbios de París durante una de las tantas revueltas de las banlieuses contra la policía y demás símbolos del poder del estado. La película se inicia con una escena de disturbios entre la policía y los jóvenes del barrio y continúa siguiendo a los personajes por los laberintos de los monoblocks y en sus incursiones más allá de las murallas del barrio. Sería falso decir que la película posee algún caracter profético de los sucesos que por estos días conmueven a Francia, más bien la película reflejaba un estado de cosas de larga data en las sociedades europeas: la progresiva marginación de sectores amplios de las clases populares en un contexto de desmantelamiento del llamado estado de bienestar caracterizado por el alto desempleo, la retirada de los programas sociales estatales y la progresiva configuración de identidades fundadas en torno al barrio, al grupo de amigos, a las afinidades étnicas y religiosas, identidades que reemplazan para estos jóvenes los antiguos nucleamientos alrededor de la clase y el trabajo. En sí la película está bastante bien, recuerdo la última escena donde un clima de inminente tragedia se sucede bajo la atenta mirada de un gran mural con la cara de Baudelaire, el viejo poeta dandy enamorado de la mala vida y las miserias parisinas. Todo un acierto del director, toda una declaración acerca de los invisibles hilos que unen aquellos viejos tiempos de exclusión prefordistas con éstos, los nuestros, tiempos de marginación toyotista.
Hoy Chirac llamaba a los jóvenes incendiarios "hijos e hijas de la República" y prometía asistencia para los "barrios difíciles". Aquí los periodistas reflexionan (entre aliviados y preocupados) sobre si el ejemplo francés podría trasladarse a la Argentina. Se responden, paternalistamente, que los excluidos argentinos son demasiado sumisos para lanzarse a quemar coches y guarderías. Agregan, para quedarse tranquilos, que el Islam no ha llegado todavía a estas playas y que, como se sabe, la Argentina es un crisol de razas que no admite problemas de "integración" étnica. Ignoran que las fallas de integración pueden expresarse de maneras muy diferentes, y que la violencia no necesariamente se manifiesta lanzando piedras o quemando automóviles.
En un libro de Loic Wacquant sobre el tema de la violencia urbana encontré una rara perla de sinceridad policial, uno de esos lapsus en que las instituciones revelan su verdadera misión, su real razón de ser. Lo transcribo, tal vez sirva para aclarar la cuestión:
"La policía fue creada para combatir la delincuencia, la plaga del bandidismo o de la criminalidad. Hoy se le pide mucho más: combatir el mal de la exclusión social y sus efectos tan deletéreos, responder a los padecimientos engendrados por la inactividad, la precariedad social y el sentimiento de abandono, poner freno a la voluntad de destruir como demostración de que uno existe. Allí se sitúa hoy la línea de coronamiento de nuestras instituciones, allí la línea del frente de vuestra acción cotidiana." Telegrama del ministro del Interior francés al personal policial en ocasión del Año Nuevo de 1999.
viernes, noviembre 11, 2005
Hoy le robamos a:
Marcel Proust. Un seudo Marcel viaja en la Línea A, huele la magdalena y sale esto.
Cuando el subterraneo comenzó a andar me sumergí profundamente en la lectura de A la sombra de las muchachas en flor, pero mi ánimo no estaba en una disposición adecuada para la concentración que requería tal lectura, y por el rabillo del ojo veía yo desfilar rápidos los muros oscuros del subterraneo, y esa visión de paredes siempre fugitivas y oscurecidas por el hollín me sumía en pensamientos largo tiempo olvidados y me remitía con su furibundo dejar atrás, siempre atrás, a una época de mi vida que creía haber ya superado. Y así, el rumor siempre monótono del tren fue desvaneciendo como por arte de magia el tiempo concreto que nos rige casi siempre cuando permanecemos en vigilia, y en su lugar fue creciendo un tiempo de una especie diferente que no se medía en segundos y minutos sino en el particular ritmo con que los recuerdos que creíamos olvidados emergen de pronto; y sucede que ese largo olvido en el cual han hibernado parececiera haberlos protegido contra el desgaste natural que la vida le produce a nuestras sensaciones, dejándolos intactos y con la misma frescura y el mismo color con que los habíamos experimentado años atrás, en una cena de la cual olvidamos ya todo excepto ese detalle que ahora resurge, en un paseo del cual no recordamos nada salvo un cierto matiz del crepúsculo que entonces nos hizo derramar una lágrima, y que ahora al reencontrarlo tan prístino nos hace levantar la cabeza del libro que leíamos y mirar las caras de los demás pasajeros para comprobar, con cierto alivio, con cierto pesar, que solamente se trataba de una evocación de momentos ya idos. Así pensaba yo mientras a mi alrededor el subterraneo cruzaba estaciones, Piedras, Lima, Congreso, Pasco, Miserere, sin notarlas como si fuesen parajes fantasmales contra los cuales mis recuerdos ahora revividos resultaban opacos y refractarios. No es extraño que en aquellos momentos en que la remembranza se apodera de nosotros con tal fuerza algún elemento de la realidad exterior venga a imprimirse y confundirse con las imagenes que surcan nuestra mente, y de esta manera, cuando el tren se había detenido en la estación previa a mi destino, mis ojos observaron la figura de la muchacha sentada dos asientos delante mío, y su rostro desconocido fue para mi en ese momento como la última luz del sol que el condenado veía al ser conducido al patíbulo a través del Puente de Venecia, porque la belleza de una desconocida tiene a veces mayor fuerza que las gracias del rostro de la mujer amada, ya que la mujer que para nosotros es un enigma irradia una belleza que sabemos destinada a perderse para siempre en la multitud de la ciudad, y asi nos decimos a nosotros mismos "he ahí un rostro que nunca más volveré a ver" y esa conciencia de la inevitable separación que sobrevendrá en pocos instantes nos obliga a apreciarla con más fuerza y atención, como el viajante que desde la ventanilla de un tren que corre por la pradera divisa una puesta de sol o el perfil de una aldea de campaña y se acoda en el antepecho de la ventanilla tratando de asegurar que sus ojos vayan a registrar para siempre ese paisaje que el movimiento inexorable del tren se esfuerza por dejar atrás.
Marcel Proust. Un seudo Marcel viaja en la Línea A, huele la magdalena y sale esto.
Cuando el subterraneo comenzó a andar me sumergí profundamente en la lectura de A la sombra de las muchachas en flor, pero mi ánimo no estaba en una disposición adecuada para la concentración que requería tal lectura, y por el rabillo del ojo veía yo desfilar rápidos los muros oscuros del subterraneo, y esa visión de paredes siempre fugitivas y oscurecidas por el hollín me sumía en pensamientos largo tiempo olvidados y me remitía con su furibundo dejar atrás, siempre atrás, a una época de mi vida que creía haber ya superado. Y así, el rumor siempre monótono del tren fue desvaneciendo como por arte de magia el tiempo concreto que nos rige casi siempre cuando permanecemos en vigilia, y en su lugar fue creciendo un tiempo de una especie diferente que no se medía en segundos y minutos sino en el particular ritmo con que los recuerdos que creíamos olvidados emergen de pronto; y sucede que ese largo olvido en el cual han hibernado parececiera haberlos protegido contra el desgaste natural que la vida le produce a nuestras sensaciones, dejándolos intactos y con la misma frescura y el mismo color con que los habíamos experimentado años atrás, en una cena de la cual olvidamos ya todo excepto ese detalle que ahora resurge, en un paseo del cual no recordamos nada salvo un cierto matiz del crepúsculo que entonces nos hizo derramar una lágrima, y que ahora al reencontrarlo tan prístino nos hace levantar la cabeza del libro que leíamos y mirar las caras de los demás pasajeros para comprobar, con cierto alivio, con cierto pesar, que solamente se trataba de una evocación de momentos ya idos. Así pensaba yo mientras a mi alrededor el subterraneo cruzaba estaciones, Piedras, Lima, Congreso, Pasco, Miserere, sin notarlas como si fuesen parajes fantasmales contra los cuales mis recuerdos ahora revividos resultaban opacos y refractarios. No es extraño que en aquellos momentos en que la remembranza se apodera de nosotros con tal fuerza algún elemento de la realidad exterior venga a imprimirse y confundirse con las imagenes que surcan nuestra mente, y de esta manera, cuando el tren se había detenido en la estación previa a mi destino, mis ojos observaron la figura de la muchacha sentada dos asientos delante mío, y su rostro desconocido fue para mi en ese momento como la última luz del sol que el condenado veía al ser conducido al patíbulo a través del Puente de Venecia, porque la belleza de una desconocida tiene a veces mayor fuerza que las gracias del rostro de la mujer amada, ya que la mujer que para nosotros es un enigma irradia una belleza que sabemos destinada a perderse para siempre en la multitud de la ciudad, y asi nos decimos a nosotros mismos "he ahí un rostro que nunca más volveré a ver" y esa conciencia de la inevitable separación que sobrevendrá en pocos instantes nos obliga a apreciarla con más fuerza y atención, como el viajante que desde la ventanilla de un tren que corre por la pradera divisa una puesta de sol o el perfil de una aldea de campaña y se acoda en el antepecho de la ventanilla tratando de asegurar que sus ojos vayan a registrar para siempre ese paisaje que el movimiento inexorable del tren se esfuerza por dejar atrás.
lunes, noviembre 07, 2005
SIETE RAZONES POR LAS CUALES HAY QUE MARCHAR EN CONTRA DE BUSH
1. Porque El Diego dijo "Este hombre que tanto daño nos hizo" (tengo entendido que Diego Jr. está favordel A.L.C.A. y tal vez hable publicamente de ello)
2. Porque Gastón Pauls (El niño sensible de palermo hollywood) va a transmitir en directo un programa sobre la gente que duerme en las escolleras y un reportaje en vivo al hombre araña del trencito de la alegría de la felíz.
3. Porque ya existe un Miguel Tomasini (léase baterista de Reynols), como para que todavía nos traigan a un disléxico desde tan lejos.
4. Porque no lo invitaron a Fidel cuando todos sabemos que "Gente que no", fué una de sus grandes influencias...
5. Porque aunque parezca mentira, este señor ha compartido escenario con el mismisimo Bowie, en instancias previas a la invasión a Irak y ahora todo el mundo parece haberlo olvidado.
6. Porque su música es una mierda y hasta cuesta entender que sean ingleses.
7. Porque se coge a la pequeña Gwen Stefani y nunca le pidió que (al menos en la intimidad) se vista con el look "Hella Good".
(copyright Vawe & friend) El cinismo aparece como el único refugio ante tantos lugares comunes que se ven y se oyen por ahí.
1. Porque El Diego dijo "Este hombre que tanto daño nos hizo" (tengo entendido que Diego Jr. está favordel A.L.C.A. y tal vez hable publicamente de ello)
2. Porque Gastón Pauls (El niño sensible de palermo hollywood) va a transmitir en directo un programa sobre la gente que duerme en las escolleras y un reportaje en vivo al hombre araña del trencito de la alegría de la felíz.
3. Porque ya existe un Miguel Tomasini (léase baterista de Reynols), como para que todavía nos traigan a un disléxico desde tan lejos.
4. Porque no lo invitaron a Fidel cuando todos sabemos que "Gente que no", fué una de sus grandes influencias...
5. Porque aunque parezca mentira, este señor ha compartido escenario con el mismisimo Bowie, en instancias previas a la invasión a Irak y ahora todo el mundo parece haberlo olvidado.
6. Porque su música es una mierda y hasta cuesta entender que sean ingleses.
7. Porque se coge a la pequeña Gwen Stefani y nunca le pidió que (al menos en la intimidad) se vista con el look "Hella Good".
(copyright Vawe & friend) El cinismo aparece como el único refugio ante tantos lugares comunes que se ven y se oyen por ahí.
jueves, noviembre 03, 2005
Para una sociolgía de Rodolfo E. Fogwill
Es extraño el caso Fogwill. Escritor perteneciente a un parnaso literario en ciernes, fogoneado por gente que difunde intencionalemente toda suerte de rumores y leyendas sobre su figura, Fogwill aparece cada vez más como el mayor exponente de la literatura de estos últimos veinte años. Hay toda una leyenda Fogwill de la cual solo conozco aquellos fragmentos que llegan a estas lejanas playas. Se dice que Fogwill roza la locura, que es una especie de matón con contactos en los servicios de inteligencia (recordar el affaire Quintín en El Amante), que su inteligencia es omniabarcadora y gusta de las teorías matemáticas avanzadas, que militó en no se qué grupusculo de los setenta, que hizo fortuna gracias al marketing, que admiraba al papa polaco, que consumió todas las drogas, que escribió algunos de los mejores cuentos de la literatura nacional, que sus poemas no son más que versificaciones aburridas armadas con La Nación desplegado en la mesa del desayuno.
A Fogwill no lo conozco personalmente y su cara tal cual sale en la solapa de los libros me parece la de un vecino cualunque de Barrio Norte, por lo cual se me hace dificil que alguna vez lo pueda reconocer en la calle. Un amigo lo vio hace poco caminando por Las Heras. Usaba, Fogwill, un jogging negro y unas zapatillas del mismo color. Fumaba. Mi amigo no se atrevió a saludarlo, tal vez preso de ese temor por la leyenda Fogwill (propagada desde la tabaqueria de Puán que él tanto odia). Tal vez mi amigo temió que Fogwill lo acusara de ser judío (bromita que gusta hacer Fogwill a las húmedas conchitas puanescas que lo encaran) o de tener contactos con la SIDE, o algo así. Supongo que Fogwill debe gustar de buscar su propio nombre en el Google y luego martirizar a los que escriben sobre él mandándoles mensajes un tanto equívocos, un tanto desagradables.
Leí algunos libros de Fogwill y quiero leer algunos más. Me gustó Vivir afuera y varios de sus cuentos. Lo que me atrae de Fogwill es algo que probablemente a él le desagradará, es su mirada friamente sociológica sobre los universos de sus personajes. Fogwill construye sus textos con una mirada de viejo alumno de Gino Germani. En sus páginas se despliegan las "cuotas" sociodemográficas que bien podría haber utilizado para lanzar una campaña de marketing cuando tenía su consultora. En esto Vivir afuera es paradigmática: esa escena final cuando desde las cámaras de seguridad del shopping rastrean los habitus de los distintos personajes, sus poses, sus gustos, sus maneras de hablar, sus inclinaciones. Todo ello me lleva a pensar que Fogwill es tal vez el último sociólogo vivo, el único que con sus ficciones logra armar un fresco cuasi balzaquiano (recordar aquí lo que decía Marx de Balzac) de la sociedad actual. Idolatrado y temido en la república Puán, Fogwill es ignorado en la comarca salvaje de las ciencias sociales, y es allí, creo, donde su literatura ofrecería visiones e interrogantes productivos a la hora de diseccionar la sociedad. Es tal vez desde la orilla más lejana, allí donde los tentáculos de las capillitas literarias no llegan, allí donde las confraternidades pierden su lazo protector, que se puede leer mejor a un autor. Las leyendas negras sólo conmueven a adolescentes deseosos de reemplazar el póster de la chica en bolas por el más serio, más seductor y ciertamente más interesante, póster del poeta maldito.
Es extraño el caso Fogwill. Escritor perteneciente a un parnaso literario en ciernes, fogoneado por gente que difunde intencionalemente toda suerte de rumores y leyendas sobre su figura, Fogwill aparece cada vez más como el mayor exponente de la literatura de estos últimos veinte años. Hay toda una leyenda Fogwill de la cual solo conozco aquellos fragmentos que llegan a estas lejanas playas. Se dice que Fogwill roza la locura, que es una especie de matón con contactos en los servicios de inteligencia (recordar el affaire Quintín en El Amante), que su inteligencia es omniabarcadora y gusta de las teorías matemáticas avanzadas, que militó en no se qué grupusculo de los setenta, que hizo fortuna gracias al marketing, que admiraba al papa polaco, que consumió todas las drogas, que escribió algunos de los mejores cuentos de la literatura nacional, que sus poemas no son más que versificaciones aburridas armadas con La Nación desplegado en la mesa del desayuno.
A Fogwill no lo conozco personalmente y su cara tal cual sale en la solapa de los libros me parece la de un vecino cualunque de Barrio Norte, por lo cual se me hace dificil que alguna vez lo pueda reconocer en la calle. Un amigo lo vio hace poco caminando por Las Heras. Usaba, Fogwill, un jogging negro y unas zapatillas del mismo color. Fumaba. Mi amigo no se atrevió a saludarlo, tal vez preso de ese temor por la leyenda Fogwill (propagada desde la tabaqueria de Puán que él tanto odia). Tal vez mi amigo temió que Fogwill lo acusara de ser judío (bromita que gusta hacer Fogwill a las húmedas conchitas puanescas que lo encaran) o de tener contactos con la SIDE, o algo así. Supongo que Fogwill debe gustar de buscar su propio nombre en el Google y luego martirizar a los que escriben sobre él mandándoles mensajes un tanto equívocos, un tanto desagradables.
Leí algunos libros de Fogwill y quiero leer algunos más. Me gustó Vivir afuera y varios de sus cuentos. Lo que me atrae de Fogwill es algo que probablemente a él le desagradará, es su mirada friamente sociológica sobre los universos de sus personajes. Fogwill construye sus textos con una mirada de viejo alumno de Gino Germani. En sus páginas se despliegan las "cuotas" sociodemográficas que bien podría haber utilizado para lanzar una campaña de marketing cuando tenía su consultora. En esto Vivir afuera es paradigmática: esa escena final cuando desde las cámaras de seguridad del shopping rastrean los habitus de los distintos personajes, sus poses, sus gustos, sus maneras de hablar, sus inclinaciones. Todo ello me lleva a pensar que Fogwill es tal vez el último sociólogo vivo, el único que con sus ficciones logra armar un fresco cuasi balzaquiano (recordar aquí lo que decía Marx de Balzac) de la sociedad actual. Idolatrado y temido en la república Puán, Fogwill es ignorado en la comarca salvaje de las ciencias sociales, y es allí, creo, donde su literatura ofrecería visiones e interrogantes productivos a la hora de diseccionar la sociedad. Es tal vez desde la orilla más lejana, allí donde los tentáculos de las capillitas literarias no llegan, allí donde las confraternidades pierden su lazo protector, que se puede leer mejor a un autor. Las leyendas negras sólo conmueven a adolescentes deseosos de reemplazar el póster de la chica en bolas por el más serio, más seductor y ciertamente más interesante, póster del poeta maldito.
miércoles, noviembre 02, 2005
La corta vida feliz de Ernest H.
"Al final del verano de ese año vivíamos en una casa del pueblo que miraba hacia el rio y a la llanura al pie de las montañas. El en lecho del rio había guijarros y rocas secas y blanqueadas por el sol, y el agua era clara y se movía rapidamente por los canales. Las tropas iban y venían junto a la casa y el polvo que levantaban cubría las hojas de los árboles. Los troncos de los árboles también estaban cubiertos de polvo y las hojas cayeron temprano ese año y nosotros veíamos las tropas marchando por el camino, y el polvo levantándose y las hojas, arrastradas por la brisa, cayendo y los soldados marchando y después el camino desierto y seco, excepto por las hojas.
La llanura estaba llena de sembrados; había huertos con árboles frutales y más allá las montañas eran oscuras y desnudas. Se combatía en las montañas y la noche podíamos ver los estallidos de la artillería. En la oscuridad parecían como relámpagos de verano, pero las noches eran frías y no se sentía en el aire la llegada de ninguna tormenta".
Bueno, asi empieza A farewell to arms de mi amado Hem, la traducción es medio chota porque es mía. Creo que un buen inicio es para una novela algo así como hacer un gol al minuto de juego; a partir de ese momento todo es mucho más relajado y esas primeras palabras (si son las correctas) deciden en buena medida el porvenir del resto de la obra. El viejo Ernest sabía muy eso de disparar primero y preguntar después. Algunos leones africanos, algunas chicas francesas, algunos expatriados poetas lo sabían más que bien.
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