1- Camino por la tarde de domingo soleado de Buenos Aires. ¡Oh invierno, no regreses! Un sol que ilumina las cosas, que las redime como en los fragmentos de los Diarios de Cheever, esos fragmentos dolorosos que abro y leo ávido, al azar, en la edición de los Journals comprada el penúltimo verano en una librería de la costa bonaerense por siete, siete, pesos argentinos. Esos fragmentos de Cheever en la mesa de la cocina, de madrugada aún, deseando desesperadamente la dosis de ginebra que alivie la cara de culo de su mujer, la indiferencia de sus hijos, la comedia del mundo literario, la paranoia que crece y crece en nuestros corazones como un grano de arena mutante en el molusco y que devendrá en perla deforme, corrompida, privada de toda luz. Pero entonces, a pesar de todo eso, está la luz de un domingo soleado y Cheever deja de pensar en los muchachos, en la pija de los muchachos del baño de la Pennsylvania Station y sale al jardín a desbrozar el huerto, a recoger el correo, a aspirar el sol que se derrama, noble, sobre todas las cosas y también sobre todos nosotros.
2- En la esquina de Díaz Vélez y Acoyte un auto se incendia. Han cortado la calle y los policías de la 11° miran desde prudente distancia el trabajo de las llamas. La clase media aburrida de este barrio se reune en torno a la sorprendente hoguera. No, no había cuerpos devorados entre las llamas. No, eso sería demasiado gore, demasiado emocionante para este distrito. El tanque de gas del auto estalla y todos los mirones lanzan un profundo ¡Ahhhhhhh!
3- Leo la edición de Perfil, mi primera lectura de este diario, una virginidad módica perdida. Más me hubiese valido conservar mi castidad. La separación de Pettinato. Pepe Eliashev con el dedito acusador de payaso-fiscal de la República. Nelson Castro saliendo con la cara torcida para reclamar justicia distributiva... en la asignación de la publicidad oficial. Ah! y una reseña sobre los Diarios de Cheever que confirma la existencia de un hilo sutil que teje el largo encadenamiento de nuestros objetos culturales amados: habitus de clase y toda esa cosa del malogrado Pierre Bourdieu. Por la noche me entero de la muerte de Jorge Goetling. Le daba 80 años, tenía 67. Eterno redactor de Clarín que vio desde su escritorio los ascensos y caídas de periodistas más rápidos, más chantas, más mediocres que él. La "teoría del osito" inventada por el Turco Asís en Diario de la Argentina lo tenía como protagonista: un hombre gentil y melancólico al que las mujeres perseguían y que, como toda explicación de su poder seductor, enarbolaba su dedo mayor encallecido de tanto darle al "dediclit".
4- Sí, fue un hermoso domingo y ya terminó. Fluyan mis lágrimas. Será hasta la próxima, eso se los aseguro: otros vehículos arderán, otras páginas se imprimiran, otras sirenas de bomberos resonarán, locas, en la punta más distante la ciudad yendo a la búsqueda de eso que nunca se apaga. Mientras tanto, en este mismo momento, "los reyes de áureas vestiduras atraviesan las montañas sobre el lomo de sus elefantes".
lunes, agosto 28, 2006
domingo, agosto 27, 2006
Vengo de comulgar y estoy en éxtasis
"Me despierto a las seis. La semana pasada, mientras removía la tierra del jardín, oí las campanas de la Trinidad. Iré el domingo. Me arrodillo pero estoy demasiado conmovido para articular una oración coherente. Quiero pedir felicidad para mi hija y mayor capacidad de comprensión para mí, pero es un sentimiento rudimentario y próximo al llanto. Tampoco es cuestión de llorar en el comulgatorio, ¿verdad? Las velas, las llamas son innumerables, y buena parte del rito es antigua y audaz. Creo en Dios Padre. ¡Qué declaración tan valiente! Los movimientos del sacerdote, los monaguillos y los comulgantes son como una especie de pavana. Cuando se aproxima el misterio de la Eucaristía, suena la campana de la torre. Estoy conmovido. Al salir de la iglesia me despido del sacerdote, que se ha quitado las pesadísimas vestiduras -herencia del demacrado niño del coro que bendecía a esta grey- y se ha puesto las vestiduras blancas de la misa. 'Buenos días, John', dice. Es el mismo sacerdote -anónimo y no buscado- que me dio la comunión la última vez que creí estar moribundo. No lo había visto desde entonces. No hablamos de la Voluntad de Dios. Nos limitamos a un fuerte apretón de manos y a una carcajada. Los dos lloramos. Llueve torrencialmente y al ir de la iglesia al coche y del coche a la casa me mojo tanto que tiendo la ropa en la cocina. Quisiera llamarle, pero no lo hago."
John Cheever, Diarios.
John Cheever, Diarios.
martes, agosto 22, 2006
Crítica de cine epigramática
"Volver" de Pedro Almodóvar: una mezcla fallida entre La casa de Bernarda Alba, El cielo puede esperar y las tetas de la Magnani en Mamma Roma.
Extrañamos tanto a Victoria Abril...
Extrañamos tanto a Victoria Abril...
Sobre un tema reciente (o no tanto)
La Argentina, ese país que vivió durante décadas del dudoso orgullo de ser "distinta" a sus vecinos, con ese orgullo entre racista blanco y desarrollista modernizador, muestra en casos crueles de la crónica diaria su rostro más atrasado. Su rostro de país todavía dominado por sectores medievales. Los dos casos de chicas con retraso mental violadas a las que se les impide el aborto, da cuenta del verdadero estado de la relación de fuerzas en este país. Porque de lo que se trata (y perdón porque esto ya va tomando un tono editorial paginodocesco, tipo Pasquini Durán) puntualmente en estos casos no es ni siquiera del "derecho al aborto" sino de la aplicación lisa y llana de un artículo del código penal que habilita el aborto en estos casos límite. Sin embargo sectores numéricamente minúsculos logran operar sobre las instituciones para imponer sus puntos de vista reaccionarios, atrasados, y fundamentalmente, crueles con los más débiles. Los mismos sectores que acarrean a las nenas de colegio privado para piquetes frente a la Legislatura en contra de la Ley de educación sexual, los mismos sectores que escriben cartas a los diarios pidiendo levantamientos de programas de televisión. Esa gente que uno quisiera pensar que se extinguieron, no sé, en el gobierno de Onganía, pero que tienen, lamentablemente, una existencia real.
Por otro lado, los (y las) intelectuales "progresistas" de este país parecen indiferentes ante estos dramas: no ven ahí el famoso conflicto "barbarie/civilización" que tanto gustan de agitar en sus cátedras. Se indignan, por ejemplo, contra el american way of life y el gobierno norteamericano, olvidando que las mujeres del supuestamente puritano y ultraconservador país del Norte gozan del derecho al aborto desde hace más de 25 años. Mientras tanto, en la moderna Argentina, en la sarmientina, alberdiana, sarleana, borgeana y blanca Argentina, las sotanas siguen mandando.
Por otro lado, los (y las) intelectuales "progresistas" de este país parecen indiferentes ante estos dramas: no ven ahí el famoso conflicto "barbarie/civilización" que tanto gustan de agitar en sus cátedras. Se indignan, por ejemplo, contra el american way of life y el gobierno norteamericano, olvidando que las mujeres del supuestamente puritano y ultraconservador país del Norte gozan del derecho al aborto desde hace más de 25 años. Mientras tanto, en la moderna Argentina, en la sarmientina, alberdiana, sarleana, borgeana y blanca Argentina, las sotanas siguen mandando.
viernes, agosto 18, 2006
Qu'est que c'est la poésie?
Tal vez el más secreto de los poetas contemporáneos tiene blog propio.
(action writing pour la gallerie)
(action writing pour la gallerie)
martes, agosto 15, 2006
Andy got a gun
"Andy fue a Israel y tuvo que esquivar misiles"
Y después dicen que el blog no puede ser un género fantástico...
Y después dicen que el blog no puede ser un género fantástico...
martes, agosto 08, 2006
Historias de Rainer: Regreso sin gloria al Nazional
En cierta película que Rainer veía frecuentemente los domingos de tedio por Hallmark Channel dos amigas entran en pánico ante la inminencia del reencuentro con sus ex compañeros de secundaria en una fiesta por los diez años de egresados. La ironía sin límites del destino quiso que el teléfono sonara en casa de Rainer justo cuando él veía por decimoquinta vez aquella película: una invitación para reunirse con motivo de la larga década transcurrida (¿cómo? ¿cuándo? el tiempo es tan relativo...) desde su graduación en el Nazional. Rainer, no era, no es, gracias al cielo, Lisa Kudrow ni Mira Sorvino, pero la conjunción de la película y las desgracias de las dos chicas allí plasmada podía ser tomada como una anticipación farsesca del evento al que, sin dudar, acudiría.
No había que llegar solo. Consigna de guerra de guerrillas. Rainer buscó un viejo teléfono anotado a los 16 años en el margen de una carpeta de latín, confundido entre dibujos de pijas que entraban por la boca del rector Sanguinetto. Un viejo camarada que no veía hace mucho: de chico pintaba para genio precoz, tenía una habitación en la terraza y escondía comics de Manara entre viejos tomos del Tesoro de la Juventud. Una vez filmaron un corto en VHS llamado "Bergman para principiantes", una versión para niños maníaco-depresivos de El Séptimo Sello.
Bien, ahora el genio precoz (lo llamaremos Christopher Walken) atendía un call center. Se jactó de utilizar ese empleo para predicar la Verdad. Al parecer, las respuestas que daba a los clientes seguían un patrón acróstico, las letras iniciales de cada frase formaban un Mensaje-Nunca-Antes-Revelado que de llegar al destinatario correcto podría modificar el rumbo de la Humanidad: las sequías eternas del Chad; el vuelo érratico de los gansos canadienses que se estrellan contra aviones de la TWA cada primavera; la misteriosa desaparición de turistas alemanes en las playas de Tulum luego de levantarse felices a una mexicana putona; los alaridos de dolor y placer que salen de los bosques americanos ciertas noches y vuelven locos a los niños; el suicidio en masa de gatos de angora que se arrojan de los brazos de sus rechonchas amas desde el barandal de la Torre Eiffel; luces extrañas en el cielo; peces chicos que devoran a los grandes; gente que se vuelve invisible sin razón aparente...
De más está decir que Walken era el acompañante perfecto para Rainer.
Hay un único tema en una reunión de ex compañeros: "en quién te convertiste". Todo pasa por ahí y el encuentro se convierte en una justa patética de logros y fracasos, de patitos feos devenidos cisnes y viceversa. Por ejemplo: ahí estaba la atorranta punkie convertida en ejecutiva de Repsol-YPF; más allá el energúmeno acomodado semianalfabeto ahora mano de derecha (sí, bien de derecha) de Horacio Rodríguez Larreta en sus bucaneras aventuras políticas; un pibe que no distinguía entre primera y segunda guerra mundial (para no hablar del Bajo y Alto Imperio egipcio o cualquier otra dicotomía histórica) ahora era adjunto de Historia política en la Di Tella. También había un budista con cirrosis crónica, un poeta multilingua, un sociólogo desempleado que publicitaba a los gritos su blog, un médico con "licencia indefinida" después de... digamos... dejar 90% paralizado a un paciente que había ido a atenderse de sinusitis.
Diálogos, diálogos, revoloteando por el aire, saliendo de bocas y entrando en enrrojecidos oídos:
- Pensar que Darío Lopérfido daba un taller de periodismo a los pendejos de cuarto año... bueno, ahora no podría ni eso.
- Ese chico no sé si te acordás (R. P. P.) que seducía nenas hablándole del Arte de amar de Ovidio bajo los tilos de Bolívar y militaba en Franja... bueno, ahora hace cine piquetero y curra lindo en los "foros sociales". ¿Qué cómo lo sé? Bueno, me lo encontré el otro día en Amérika...
- Sí, sí, T. E., sí, el hijo del que rajaron de Radio Nacional a fin del año pasado, también me lo crucé pero no en Amérika, en un lugar peor...
- Ahí está el chabón que en el campamento en San Pedro tuvo que ir a la guardia del hospital luego de una fellatio... horrible, sangre por todos lados... esa noche dormimos en el baño del camping... el hijo de puta ahora tiene una novia increíble. Hijo de puta, qué pedazo de mina.
- De ese nunca más se supo nada. Como si hubiera desaparecido. Por ahí se murió o se fue del país. Por ahí sólo desapareció, ¿entendés?, sólo desapareció y listo. Desaparecer. (Walken dixit).
- La cosa es así: ponés el agua a hervir y le echás de a poco el cilantro y...
- La cosa es así: ponés la guita en un fondo común de inversión bajo jurisdicción americana y...
- La cosa es así: ponés a la mina en pelotas con una almohadón bien gordo abajo y...
- La cosa es así: ponés el cuerpo en una bañadera llena de ácido sulfúrico y...
Cuando ya todo había sido dicho y los discursos se interrumpían para dar paso a las despedidas, al regreso al hogar, a sacar el látigo de puntas de acero del armario y proceder a flagelarse en la santidad privada por nuestras vidas fracasadas y nuestras desdichas nunca asumidas, Walken pidió cinco minutos de silencio en memoria de los "caídos en combate". Rainer lo vio desde un rincón evocando una poesía de Whitman que gritaba hurra por los hundidos. Sus ojos alucinados de masturbador perenne se llenaron de furia, extendía los brazos gesticulando como un enloquecido Ahab ante los infieles marineros del Pequod. La Verdad estaba pronta a ser revelada. Sólo bastaba poner atención a los pequeños detalles de todos los días. Este encuentro mismo podía ser un signo. Todo es un signo, gritaba demente. Amigos, les decía, amigos, el Mensaje ya ha sido escrito, sólo resta leerlo.
Rainer intentó hacerlo callar, evitar ese rídiculo espectáculo ante esa rídicula audiencia. Los demás reían y hacían chistes, se los notaba aliviados, al fin y al cabo habían encontrado a alguien más loco que todos ellos, a alguien más débil, a alguien más risible.
Se fueron caminando los dos hacia Diagonal Norte. Algunos iban a una fiesta. Otros, otros sólo desaparecían de repente.
Sólo eso, desaparecían.
No había que llegar solo. Consigna de guerra de guerrillas. Rainer buscó un viejo teléfono anotado a los 16 años en el margen de una carpeta de latín, confundido entre dibujos de pijas que entraban por la boca del rector Sanguinetto. Un viejo camarada que no veía hace mucho: de chico pintaba para genio precoz, tenía una habitación en la terraza y escondía comics de Manara entre viejos tomos del Tesoro de la Juventud. Una vez filmaron un corto en VHS llamado "Bergman para principiantes", una versión para niños maníaco-depresivos de El Séptimo Sello.
Bien, ahora el genio precoz (lo llamaremos Christopher Walken) atendía un call center. Se jactó de utilizar ese empleo para predicar la Verdad. Al parecer, las respuestas que daba a los clientes seguían un patrón acróstico, las letras iniciales de cada frase formaban un Mensaje-Nunca-Antes-Revelado que de llegar al destinatario correcto podría modificar el rumbo de la Humanidad: las sequías eternas del Chad; el vuelo érratico de los gansos canadienses que se estrellan contra aviones de la TWA cada primavera; la misteriosa desaparición de turistas alemanes en las playas de Tulum luego de levantarse felices a una mexicana putona; los alaridos de dolor y placer que salen de los bosques americanos ciertas noches y vuelven locos a los niños; el suicidio en masa de gatos de angora que se arrojan de los brazos de sus rechonchas amas desde el barandal de la Torre Eiffel; luces extrañas en el cielo; peces chicos que devoran a los grandes; gente que se vuelve invisible sin razón aparente...
De más está decir que Walken era el acompañante perfecto para Rainer.
Hay un único tema en una reunión de ex compañeros: "en quién te convertiste". Todo pasa por ahí y el encuentro se convierte en una justa patética de logros y fracasos, de patitos feos devenidos cisnes y viceversa. Por ejemplo: ahí estaba la atorranta punkie convertida en ejecutiva de Repsol-YPF; más allá el energúmeno acomodado semianalfabeto ahora mano de derecha (sí, bien de derecha) de Horacio Rodríguez Larreta en sus bucaneras aventuras políticas; un pibe que no distinguía entre primera y segunda guerra mundial (para no hablar del Bajo y Alto Imperio egipcio o cualquier otra dicotomía histórica) ahora era adjunto de Historia política en la Di Tella. También había un budista con cirrosis crónica, un poeta multilingua, un sociólogo desempleado que publicitaba a los gritos su blog, un médico con "licencia indefinida" después de... digamos... dejar 90% paralizado a un paciente que había ido a atenderse de sinusitis.
Diálogos, diálogos, revoloteando por el aire, saliendo de bocas y entrando en enrrojecidos oídos:
- Pensar que Darío Lopérfido daba un taller de periodismo a los pendejos de cuarto año... bueno, ahora no podría ni eso.
- Ese chico no sé si te acordás (R. P. P.) que seducía nenas hablándole del Arte de amar de Ovidio bajo los tilos de Bolívar y militaba en Franja... bueno, ahora hace cine piquetero y curra lindo en los "foros sociales". ¿Qué cómo lo sé? Bueno, me lo encontré el otro día en Amérika...
- Sí, sí, T. E., sí, el hijo del que rajaron de Radio Nacional a fin del año pasado, también me lo crucé pero no en Amérika, en un lugar peor...
- Ahí está el chabón que en el campamento en San Pedro tuvo que ir a la guardia del hospital luego de una fellatio... horrible, sangre por todos lados... esa noche dormimos en el baño del camping... el hijo de puta ahora tiene una novia increíble. Hijo de puta, qué pedazo de mina.
- De ese nunca más se supo nada. Como si hubiera desaparecido. Por ahí se murió o se fue del país. Por ahí sólo desapareció, ¿entendés?, sólo desapareció y listo. Desaparecer. (Walken dixit).
- La cosa es así: ponés el agua a hervir y le echás de a poco el cilantro y...
- La cosa es así: ponés la guita en un fondo común de inversión bajo jurisdicción americana y...
- La cosa es así: ponés a la mina en pelotas con una almohadón bien gordo abajo y...
- La cosa es así: ponés el cuerpo en una bañadera llena de ácido sulfúrico y...
Cuando ya todo había sido dicho y los discursos se interrumpían para dar paso a las despedidas, al regreso al hogar, a sacar el látigo de puntas de acero del armario y proceder a flagelarse en la santidad privada por nuestras vidas fracasadas y nuestras desdichas nunca asumidas, Walken pidió cinco minutos de silencio en memoria de los "caídos en combate". Rainer lo vio desde un rincón evocando una poesía de Whitman que gritaba hurra por los hundidos. Sus ojos alucinados de masturbador perenne se llenaron de furia, extendía los brazos gesticulando como un enloquecido Ahab ante los infieles marineros del Pequod. La Verdad estaba pronta a ser revelada. Sólo bastaba poner atención a los pequeños detalles de todos los días. Este encuentro mismo podía ser un signo. Todo es un signo, gritaba demente. Amigos, les decía, amigos, el Mensaje ya ha sido escrito, sólo resta leerlo.
Rainer intentó hacerlo callar, evitar ese rídiculo espectáculo ante esa rídicula audiencia. Los demás reían y hacían chistes, se los notaba aliviados, al fin y al cabo habían encontrado a alguien más loco que todos ellos, a alguien más débil, a alguien más risible.
Se fueron caminando los dos hacia Diagonal Norte. Algunos iban a una fiesta. Otros, otros sólo desaparecían de repente.
Sólo eso, desaparecían.
lunes, agosto 07, 2006
Ciertos usos de la palabra política
Ah, los posmodernos... abusando siempre de la palabra política, usándola en contextos inverosímiles, cuando fueron los primeros en decretar su muerte. Las minifaldas son políticas para ellos, los implantes de siliconas también, las instalaciones en bienales de arte, los stencils, los bares temáticos, las chicas con pelos de colores, las últimas novedades llegadas de los campus norteamericanos - siempre con esos subtítulos predecibles: a political struggle-; esa pasión por los márgenes, por las supuestas grietas del "sistema"... como si la historia se hubiese de pronto trasladado a lugares pequeñitos, accesibles sólo para los iniciados, para aquellos con el gusto educado en las buenas cosas de la vida.
¿Alguien recuerda la lejana época en que la palabra política evocaba la lucha por la existencia, el poder, el fuego, la violencia, el nosotros o ellos, en una palabra?
Sí, ya sé, recuerdos de un modernista.
¿Alguien recuerda la lejana época en que la palabra política evocaba la lucha por la existencia, el poder, el fuego, la violencia, el nosotros o ellos, en una palabra?
Sí, ya sé, recuerdos de un modernista.
jueves, agosto 03, 2006
Literatura y playa
El lee un fragmento de "A la sombra de las muchachas en flor" en la playa. Cinco adolescentes con vestidos de gasa caminan por Balbec: una lleva una bicicleta, otra una sombrilla, otra un sombrero que el viento se emperra en voltear, dos van abrazadas y ese abrazo entre chicas le produce a él, y también al narrador, una instantánea erección.
***
Su mujer le pide esa noche que la lleve al cine. Caminan por la peatonal de esa playa y él no puede dejar de mirar a las adolescentes bronceadas que marchan hacia los boliches, algunas abrazadas entre ellas. No tiene hijas y se pregunta como reaccionaría ante la presencia de las amigas de esa hipótetica hija: los cambios de vestuario en el baño, encuentros incómodos en el pasillo, cambios de ropa sugestivos. Su mujer le consulta sobre la película y él baja, avergonzado, los ojos.
***
***
Más tarde, de vuelta en el hotel, le hace el amor a su esposa. Lo disfruta y hasta llega a acompasar sus movimientos con el rugido, distante, del mar. Luego se consuela pensando en su juventud, invocando rostros de novias ya idas, experiencias. No se anima, de verdad, a salir al balcón y enfrentarse con el panorama del océano oscurecido, cree que eso sería deprimente y, de alguna manera, evocador. Las muchachas en flor de Balbec, de Buenos Aires, de la playa: cosas que un hombre en su situación no puede permitirse.
miércoles, agosto 02, 2006
Tarta
Seguimos leyendo Tartabul. En cualquier lado: subte, mìnimos bolichitos de comida al paso, minutos robados al tedio; al fin y al cabo es un libro para leer en la ciudad, bien metidos en el mundanal ruido. Sòlo esos sonidos urbanos constituyen la mùsica apropiada para deletrear el caos de voces que "el Maestro" (segùn la promociòn de Sudamericana) utiliza para construir su novela. Asì como para un no-irlandès la lectura del Ulises puede resultar anegadiza (esa multitud de Paddys O'Connells, esas anècdotas de Parnell, esos juegos de palabras celtas), para alguien no perteneciente a las generaciones de los 60 y 70, la lectura de Tartabul roza lo incomprensible. No suelo abandonar los libros, por màs dificultosos que me resulten, siempre espero la dichosa epifanìa al final del camino. Si esta llega, ya reseñaremos màs en detalle el ùltimo libro de Viñas.
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