Mejor no ser progre hoy ni nunca. Me explico, intento: la cosa me daba vuelta por la cabeza desde que leí una patética columna de Brenner en TP con motivo de los 30 años del golpe. Brenner contaba su infancia dictatorial y mezclaba recuerdos de sus visitas al cine para ver Dog Day Afternoon y Chinatown, con sus impresiones de niño culto sumido en un ambiente en el que pasaban cosas pero que igualmente no alcanzaba a comprender. En un momento decía algo como: "el héroe colectivo de Oesterheld es sanata, no existe la memoria colectiva, sólo recuerdos individuales". Yo pensaba en ese momento en la gente refinada de TP (a la que admiro bastante) con sus desayunos en Palermo New Wave y sus lecturas interesantes en inglés directo y sus proyectos culturales en inglés directo y también pensaba en Oesterheld secuestrado con sus hijas para nunca más aparecer y no me cerraba eso de "sanata".
Hay toda una mano bastante pesuti de jóvenes y no tan jóvenes intelectuales que han hecho del cinismo una forma de vida y se la han creido tanto que terminan confundiendo sus gestos superados con una nueva interpretación del pasado. No es sanata, queridos bloggers. Desde el 2006 parece sanata pero eso que pasaba entonces, hace treinta, treinta y cinco, cuarenta años atrás no era sanata. No vamos a sacar a relucir el catálogo de horrores para demostrarlo. Esto de los blogs es raro. Se dicen cosas que no se leen en los medios masivos de la vulgata cotidiana, pero también se dicen tantas boludeces...
A veces parece que el único camino es el estrecho desfiladero entre la vulgata progre (pulóveres peruanos, anticumbres, sueños tropicales-galeanistas, buenaconciencia) y el cinismo que quiere ser posmoderno pero es tan, tan, precario y vácuo. Progre: dícese de personas bien comidas que construyen su imaginario en base a libros editados en los 60's y a una interpretación de la política como lucha de almas nobles y psicóticos corruptos. Cínicos: bueno, sobre ellos no hay mucho que decir, en realidad todo les chupa un huevo. Un progre mira con pesar a los cartoneros en su camino al Café París y el sentimiento que les despierta es de indignación ¡Habría que hacer algo!; un cínico remite esos significantes cartoneros a sus sueños de novelas de personajes urbanos-marginales y tal vez, es posible, pueda escribir un buen post lleno de hiel y palabras brillantes y tonos sombríos tipo comic distópico. Sigue caminando, claro. "Sólo hay memoria individual, lo demás es sanata".
El camino posible, el más arriesgado, el más laborioso, es luchar contra esos dos fantasmas: la facilidad enunciativa del progre y la amargura cult-pop del cínico. Volver por un rato a los grandes relatos magullados: pensar el capitalismo, pensar la corrosión del caracter en el capitalismo, pensar la ciudad, pensar nuestra época, pensar los 70´s por fuera de las categorías absurdas de inmolación, sacrificio, locura colectiva, pensar el menemismo evitando caer en el uso de slogans como "década infame" o menemato o voto cuota o amnesia colectiva, exiliarnos por un rato de los claustros banales de la facultad de ciencias sociales con sus carteles llamando a la utopía. Desterrar la palabra utopía de nuestro léxico porque es una palabra que sólo tira para atrás. Pensar en Fidel Castro y recordar a Reynaldo Arenas. Pensar en la Batalla de Seattle y recordar a los rubiecitos que hacen tours piqueteros y se llevan fotos digitales de bocas desdentadas a sus dormitorios de los campus del Medio Oeste. Pensar en Negri & Hardt y pensar también en el Gramsci original, ese del Otoño Caliente turinés. No discriminar lecturas y leer discriminando sobre la marcha. Cagarse de risa de los progres, de los cínicos, de los abúlicos, de los apolíneos, de los apolíticos, de La Nación, de Página 12, de Barcelona, de Cabildo. Animarse al pensamiento rápido y bajar la velocidad cuando sea necesario. No comprarse ninguna moda, no tener miedo de quedar como un facho entre los progres y como un rojo furioso demodé entre los cínicos. Esa incomodidad es el mejor signo.
Y repetirte todos los días las palabras de Dylan al oído: "Cuando no tenés nada, no tenés nada que perder".