sábado, noviembre 26, 2005

Japanese soldiers (notas para un futuro artículo insultante)

Estoy pensando bastante estos días sobre los intelectuales de izquierda. En realidad estoy pensando bastante sobre la izquierda. Me asaltan dudas que creía hace tiempo desalojadas de mi ser. Durante mucho tiempo, y todavía ahora a veces, me entregué al cinismo como respuesta al desencantamiento del mundo. Los brazos frescos y alegres de la mujerzuela frivolidad, el mullido almohadón de la banalidad escéptica, la dulce concha del tiempo que transcurre vano y sin fe. Me identificaba con esa frase terrible de Fitzgerald al inicio de Hermosos y malditos: "cuando tenía veinticinco años la ironía - el Espíritu Santo de nuestra era- descendió sobre él". Todavía la ironía continúa inficionada en mí y sale en forma de un humor negro negrísimo o de cierto mirar por sobre el hombro con ínfulas de dandismo superado. Pero, solo es necesario entrar en contacto (digamos en una reunión familiar) con algún fascista pedorro de esos que abundan para que yo, el gran descreído, me convierta en una versión más roja y fanática de los kmer rouge. ¿Por qué me pasa esto? ¿Por qué soy rosita luxemburgo frente al taxista facho que putea a los piqueteros y un liberal posmoderno frente a los troscos de marcelo t? Se deberá a cierto histerismo, a ciertas ansias mal atendidas de ser un eterno enfant terrible, es decir simplemente, al afán de romper las bolas?
Ahora bien pensando en ese objeto que son los intelectuales de izquierda podríamos esbozar tres tipologías de sus actitudes frente a los actuales tiempos de desencanto político:
1- Los cínicos. No importa sus edades o sus trayectorias vitales, importa su posicionamiento actual frente al mercado y a las posibilidades de alternativas políticas al "sistema". Se han entregado a los brazos de la academia, de las editoriales, de las fundaciones y/o universidades privadas. con sus actos refrendan la creencia en el fin de la historia (aunque no puedan sostener esto ni en público ni en la intimidad de sus conciencias). Usualmente leen la Nación y hacen chistes malos que harían sonrojar a Galimba Galimberti.
2- Los indignados. Presos de una pasión estéril cargan sus clases, sus articulos y a sus alumnos con largos sermones sobre la destrucción de la Argentina desde el menemismo. Se sienten cómodos en ese terreno dado el desprestigio del ex presidente. Han encontrado la matriz perfecta del fracaso nacional, el huevo de la serpiente, el pecado original. Frecuentan mesas redondas y pasillos de la UBA. Buen corazón, pésimo sentido histórico. Eternos peregrinos de los partidos de centroizquierda se han convencido paulatinamente de la inmensa crisis moral que afecta a la républica, obviando que el discurso moral es y ha sido siempre el discurso de la derecha horrorizada por el devenir de la historia.
3- Los soldados japoneses. Como los primitivos cristianos, celebran su eucaristía bajo las catacumbas de la via apia. La venida del redentor está próxima. El ruido del exterior es demoníaco. Sigamos en la selva saludando al Emperador y luchando contra los yanquis, no importa que el almanaque diga que es 1975, que el emperador ahora inaugura fábricas sony y que los samurais murieron con Mishima. Sobran ejemplos de esta clase de japanese soldiers en todos los claustros universitarios y también fuera de ellos. Más una curiosidad museográfica que una amenaza para el sistema, estos soldados se saben de memoria el prólogo a la 5678 edición del Capital en lengua swahili.
La pregunta sería entonces: ¿cómo ser de izquierda (en el sentido moderno del término) y evitar caer en esas poses? ¿cómo trabajar por un cambio radical de las condiciones sociales de existencia y no ser tranformado en una estatua de cera, en una caricatura? ¿cómo tirar a la mierda el significante "ser de izquierda" y quedarse solo con su significado, en una época que se caracteriza justamente por producir solo significantes vacíos?

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