miércoles, marzo 28, 2007
martes, marzo 27, 2007
Archipiélago Gulash
"Under his talented leadership, life for ordinary people improved enormously through city housing schemes; universal health care along with pensions and sickness benefits. There was a strong emphasis on education, causing illiteracy to be reduced from about 50% in 1924 to 19% by 1939. From 1934 it was compulsory for children to receive 11 years education."
No sé cómo llego a estos lugares, pero termino encontrándolos. ¡Hasta tiene la musiquita de L'Internationale de fondo! aunque yo preferiría Go West de los Village People para darle un toque más camp.
También es digna de visitar la página del Movimiento Stalin Vive que nos ofrece, entre otras cosas, una opción al decadente e imperialista monopolio de Google llamada "Sabemos tu IP".
No sé cómo llego a estos lugares, pero termino encontrándolos. ¡Hasta tiene la musiquita de L'Internationale de fondo! aunque yo preferiría Go West de los Village People para darle un toque más camp.
También es digna de visitar la página del Movimiento Stalin Vive que nos ofrece, entre otras cosas, una opción al decadente e imperialista monopolio de Google llamada "Sabemos tu IP".
viernes, marzo 16, 2007
Los paraísos artificiales
La campaña contra el "paco" que ha iniciado el Gobierno de la Ciudad es inentendible. No sé si vieron los afiches, pero no alcanzo a comprender qué efectividad puede tener ese mensaje sobre la población "en riesgo" a la que supuestamente se dirige. Quiero decir, si esta droga es consumida por los sectores más marginados, más excluídos de la sociedad ¿no deberían usarse esos recursos en políticas, justamente, focalizadas sobre esa población? ¿Quién puede pensar, excepto los cráneos creativos del G. de la Ciudad, que un pibe adicto al paco va a buscar ayuda gracias a los afiches incomprensibles de Telerman? En fin, supongo que algunos piensan que todo se resuelve con comunicación, diseño, y colores visualmente atractivos.
Hasta el pianísimo de la postrera edad (sobre Weber)
El sábado pasado salió en la ñ una entrevista a un alemán (Dick, lo siento pero olvidé tu nombre) especializado en Max Weber. Parece que los estudios que toman a Weber como punto de referencia están cobrando auge, incluso existe una revista académica llamada, creo, Max Weber Studies que reune trabajos de investigadores de distintas partes del mundo. Acá en Buenos Aires, en la lejana y bárbara Buenos Aires (pero te quiero) hay una cátedra de la facultad especializada en el querido Max. Alguna vez, hace mucho pero no tanto, cometí la audacia de publicar un artículo sobre Weber en un libro que editó esta cátedra. No recuerdo mucho lo que escribí, nada más que puse un epígrafe medio de contrabando de Dylan Thomas (tendría que haber puesto uno de Bob Dylan, mejor) y que mientras el país se incendiaba yo escribía sobre el confucianismo y el taoísmo y la imposibilidad del capitalismo en la China imperial - lo que haría cagarse de risa a los camaradas millonarios de Shangai mientras toman merca de la mejor en un rascacielos de 500 pisos que mira hacia la bahía y hacia el más que venturoso Futuro que el Gran Timonel les prometió.
Pero vuelvo a Weber que me sigue pareciendo interesante y vigente. Tal vez esa vigencia reside en el nihilismo que Weber adquirió en sus lecturas juveniles de Nietszche y que a pesar de su prosa seca nunca pudo sacudirse del todo. Digamos, Marx era un iluminista. Marx era un hijo del árbol de la libertad que Hegel plantó una vez en su jardín. Marx creía en el futuro, un futuro incierto, ok, que se desplegaría dialécticamente, bla, bla, bla, pero un futuro sobre el que era posible decir algo. Durkheim era un positivista, un positivista más inteligente que los positivistas bestiales tipo Lombroso, pero positivista al fin. Un laburante esforzado que creía que la sociedad tenía cierta forma y que los cambios seguían determinadas pautas y que con rigurosidad y empeño uno podía, también, decir algo sobre lo que vendrá. Weber en cambio te deja en el páramo de Eliot, Weber no dice nada sobre el futuro. El capitalismo (ese es el tema, ahora y hace 150 años) es una máquina infernal y tiene, al parecer, combustible para rato. Pero también cabe la posibilidad de un cambio radical (la política, la pasión, los iluminados, La Voluntad) que destruya el sistema. Puede pasar o no. Y si pasa, puede ser debido a consecuencias no buscadas de la acción, puede ser un resultado por carambola que rompe toda teleología. Al fin y al cabo, unos boludos que creían que la única manera de complacer a Dios era laburar, laburar y laburar sin descanso y ahorrando cada centavo sin gastarlo en jodas, le dieron el puntapié inicial al capitalismo. ¿Querían eso? No, nada más querían la salvación eterna. Y crearon el infierno en la tierra, pero bué...
Weber, entonces, me cae simpático. Leer a Marx es reconfortante, aún cuando cuenta sobre los niñitos de 7 años explotados en las fábricas de Lancanshire, aún cuando te detalla las torturas a las que sometían a los campesinos para expulsarlos de sus tierras, aún con sus divertidas anécdotas sobre los panaderos que usaban cal y vidrio molido para ahorrar harina, a pesar de eso siempre termina con la moraleja tranquilizadora del dulce porvenir: Marx es el Nuevo Testamento. Weber es el Antiguo Testamento: esperen, esperen tranquilos que Él no vendrá.
Pero estoy exagerando los tantos: Weber y Marx estaban de acuerdo en más cosas de las que vulgarmente se cree. La diferencia entre ellos no es tanto teórica sino de temperamento y generacional: uno escribió en el esplendor del modo de producción, en su fase pionera, aventurera, ascendente; el otro escribió sobre el capitalismo con la catástrofe ante sus ojos, cuando el sistema se había consolidado y había perdido su cara rozagante de reciénllegado. Entre Marx y Weber existe la diferencia entre quien llega a la fiesta al comienzo y quien llega sobre el final: el que está desde el principio todavía confía en que las cosas (con un poco de esfuerzo) se puedan enderezar, el que llega bien entrada la noche se da cuenta que todo está perdido.
Pero vuelvo a Weber que me sigue pareciendo interesante y vigente. Tal vez esa vigencia reside en el nihilismo que Weber adquirió en sus lecturas juveniles de Nietszche y que a pesar de su prosa seca nunca pudo sacudirse del todo. Digamos, Marx era un iluminista. Marx era un hijo del árbol de la libertad que Hegel plantó una vez en su jardín. Marx creía en el futuro, un futuro incierto, ok, que se desplegaría dialécticamente, bla, bla, bla, pero un futuro sobre el que era posible decir algo. Durkheim era un positivista, un positivista más inteligente que los positivistas bestiales tipo Lombroso, pero positivista al fin. Un laburante esforzado que creía que la sociedad tenía cierta forma y que los cambios seguían determinadas pautas y que con rigurosidad y empeño uno podía, también, decir algo sobre lo que vendrá. Weber en cambio te deja en el páramo de Eliot, Weber no dice nada sobre el futuro. El capitalismo (ese es el tema, ahora y hace 150 años) es una máquina infernal y tiene, al parecer, combustible para rato. Pero también cabe la posibilidad de un cambio radical (la política, la pasión, los iluminados, La Voluntad) que destruya el sistema. Puede pasar o no. Y si pasa, puede ser debido a consecuencias no buscadas de la acción, puede ser un resultado por carambola que rompe toda teleología. Al fin y al cabo, unos boludos que creían que la única manera de complacer a Dios era laburar, laburar y laburar sin descanso y ahorrando cada centavo sin gastarlo en jodas, le dieron el puntapié inicial al capitalismo. ¿Querían eso? No, nada más querían la salvación eterna. Y crearon el infierno en la tierra, pero bué...
Weber, entonces, me cae simpático. Leer a Marx es reconfortante, aún cuando cuenta sobre los niñitos de 7 años explotados en las fábricas de Lancanshire, aún cuando te detalla las torturas a las que sometían a los campesinos para expulsarlos de sus tierras, aún con sus divertidas anécdotas sobre los panaderos que usaban cal y vidrio molido para ahorrar harina, a pesar de eso siempre termina con la moraleja tranquilizadora del dulce porvenir: Marx es el Nuevo Testamento. Weber es el Antiguo Testamento: esperen, esperen tranquilos que Él no vendrá.
Pero estoy exagerando los tantos: Weber y Marx estaban de acuerdo en más cosas de las que vulgarmente se cree. La diferencia entre ellos no es tanto teórica sino de temperamento y generacional: uno escribió en el esplendor del modo de producción, en su fase pionera, aventurera, ascendente; el otro escribió sobre el capitalismo con la catástrofe ante sus ojos, cuando el sistema se había consolidado y había perdido su cara rozagante de reciénllegado. Entre Marx y Weber existe la diferencia entre quien llega a la fiesta al comienzo y quien llega sobre el final: el que está desde el principio todavía confía en que las cosas (con un poco de esfuerzo) se puedan enderezar, el que llega bien entrada la noche se da cuenta que todo está perdido.
martes, marzo 13, 2007
No somos nada
La semana pasada se murió Portantiero. Muchos dicen que la muerte de grandes figuras de la sociología argentina estaría dejando vacante el espacio de la reflexión crítica sobre la sociedad argentina. ¿Cómo? Si ahí están las magnas figuras de chipicastillismo para tomar el relevo... A no preocuparse.
lunes, marzo 12, 2007
The Peter Sellers Appreciation Society
Divertida página donde se puede votar cuál es tu personaje Sellers favorito. Creo que me quedo con el siniestro Clare Quilty de Lolita. Ese personaje vulgar y fatal que es el anverso del pobre, inocente y aburrido Humbert Humbert. ¿Cómo no iba a caer Lo (luz de mi vida, fuego de mis...) en las garras de tan despiadado y seductor villano?
Risa en la oscuridad
Lo gracioso fue leer hoy en la revista veintitrés la cantidad de eufemismos, las loables hazañas linguísticas, el tour de force metafórico desplegado para describir el estado alterado en el que se encuentra Maradona -o eso dicen, al menos- por estos días. Por ejemplo:
"Diego, que no se encontraba en un momento de lucidez, cayó al piso..."
"... el Diego de la gente acaba de reincidir otra vez en un camino sinuoso de pendientes pronunciadas." (my favourite one)
"Diego ha perdido otra vez el control de su cuerpo"
Realmente ignoro la razón de por qué resulta impronunciable la palabra cocaína y los periodistas se ven obligados a describir tantos circunloquios a fin de evitar quedar mal con el ex jugador de fútbol. ¿Qué poder tiene Maradona que obliga a tratarlo con la diplomacia sofisticada de las palabras dulces?
En fin, lo más bizarro de la nota en realidad viene al final, cuando una de las viudas maradonianas -un tal Zannoni-, se despacha diciendo: "... quién investigue su vida (la de Maradona, no la de Zannoni) se dará cuenta que él es muy amigo de la ciclotimia. No es culpa de él sino de los extremistas (?)" y remata muy político: "Me animo a pronosticar que en este año electoral un Maradona sano y recuperado puede resultarles muy útil a los que buscan votos en cualquier parte".
Sí, en Gallo y Paraguay sobre todo.
"Diego, que no se encontraba en un momento de lucidez, cayó al piso..."
"... el Diego de la gente acaba de reincidir otra vez en un camino sinuoso de pendientes pronunciadas." (my favourite one)
"Diego ha perdido otra vez el control de su cuerpo"
Realmente ignoro la razón de por qué resulta impronunciable la palabra cocaína y los periodistas se ven obligados a describir tantos circunloquios a fin de evitar quedar mal con el ex jugador de fútbol. ¿Qué poder tiene Maradona que obliga a tratarlo con la diplomacia sofisticada de las palabras dulces?
En fin, lo más bizarro de la nota en realidad viene al final, cuando una de las viudas maradonianas -un tal Zannoni-, se despacha diciendo: "... quién investigue su vida (la de Maradona, no la de Zannoni) se dará cuenta que él es muy amigo de la ciclotimia. No es culpa de él sino de los extremistas (?)" y remata muy político: "Me animo a pronosticar que en este año electoral un Maradona sano y recuperado puede resultarles muy útil a los que buscan votos en cualquier parte".
Sí, en Gallo y Paraguay sobre todo.
miércoles, marzo 07, 2007
Colores Primarios II
Los colores de hoy versan sobre dos ex candidatos a presidente de aquella ya lejana elección del 2003. Y dos futuros candidatos perdidos en la niebla opositora de la era K.
1- Lilita interrumpió su "situación existencial de pensamiento" (tal vez una de las más bizarras frases jamás utilizadas para decir "no tengo la menor idea de qué voy a hacer") para anunciar su desafiliación del partido político creado a su imagen y semejanza. El argumento para justificar su desafiliación es lograr una "equidistancia" que le permita liderar una "gran coalición cívica" que finalmente consiga derrotar a los feos, sucios y vulgares (tan vulgares!) ocupantes del gobierno nacional. O algo así, porque leyendo las declaraciones de Carrió uno no puede dejar de tener la impresión de alguién que ha optado definitivamente por ocupar el lugar de oráculo incuestionable y misterioso que emite directivas hacia sus cada vez más confudidos seguidores. Un lugar sacerdotal, digamos. Un lugar que se sitúa más allá del barro de la política realmente existente. Un lugar cómodo e inofensivo.
Vayamos por partes. Construír un partido político no es fácil: requiere dinero, infraestructura, líderes, cuadros directivos, militantes, adherentes y simpatizantes que se nucleen en torno a -al menos- algunas ideas y sentimientos básicos sobre lo que hubo, hay y/o habría que hacer desde el poder. Si bien el modelo de partido político moderno (weberiano, digamos) ya ha sido erosionado en todas partes del mundo por las fuerzas de los liderazgos mediáticos y la debilidad de las identidades políticas, algunas cosas se mantienen: un partido político debe tener recursos materiales y humanos para salir a pelear un lugar en el espacio público.
Las cosas se complican mucho más si se trata de un partido nuevo que cuenta como activo principal -o único casi- la figura carismática del líder. Y se complica hasta lo indecible si el líder es alguien que te anuncia por los diarios una mañana que ya no pertenece al partido que ella creó. Quiero decir, Leandro Alem pudo pegarse un tiro y la UCR seguir funcionando porque se había dotado de una estructura orgánica y territorial que excedía al líder.
En el caso del ARI es evidente que eso no existe. Es evidente que Carrió ocupa el lugar de líder oracular a quién no se le puede discutir nada porque ella "es" el ARI. De otra manera no se entiende las declaraciones de la secretaria general del partido ante la desafiliación de Carrió: "Es un gesto de generosidad y un testimonio de que la construcción puede ser diferente. El mensaje a la gente es que no habrá disputas por cargos". ¿Cómo no habrá disputas por cargos? ¿Qué otra cosa es un partido político sino una máquina de disputar cargos? ¿No es la lucha por el poder -a través de disputar y ganar cargos- lo que define a un partido político?
Lo más preocupante, en resumen, es la incapacidad de una fuerza política opositora que se plantea como alternativa republicana y en cinco años de existencia no ha logrado producir las más mínimas instancias de debate y democracia internas que le permitan no depender de los caprichos proféticos de su líder.
2- Vamos con López Murphy. Ah, sí! La última esperanza blanca del 2003. El hombre que proclama adustamente su melancolía -otra vez- por los buenos viejos tiempos republicanos perdidos. Porque la Argentina siempre fue un país muy republicano ¿no?. En esto coincide con Carrió: son, a su pesar, viejos mitristas llorando la época austera de las familias distinguidas porteñas ante el avance de los mercaderes roquistas. La diferencia es que mientras Carrió tiene su corte de creyentes incondicionales, López Murphy ve su futuro condicionado a lo que decida el voluble hijo de Franco Macri, y -todos lo sabemos- los simpatizantes de derecha no son tipos muy emocionales que digamos, son pragmáticos y emigrarán a la oferta más rentable en plaza.
Por eso López Murphy va convirtiéndose día a día en una caricatura de sí mismo: el adusto hombre de derechas pero honesto que no se manchará las manos apoyando a cualquier arribista desesperado por poder. Un hombre que se indigna por el clientelismo de Sobisch y el panquequeo de Lavagna y se presenta - nuevamente- como el último popperiano honesto de estas pampas.
Extraña convivencia, esa de la honestidad personal con una trayectoria pública marcada por la solidaridad alevosa con los violadores de derechos humanos (Ministerio de Defensa) y por la aplicación salvaje de la ideología económica neoliberal (Ministerio de Economía). Extraña combinación de virtudes privadas y vicios públicos. Lo que lleva, una vez más, a hacer la pregunta: ¿qué valor político tiene la honestidad personal?, o más brutalmente: ¿qué destino tienen las construcciones políticas fundadas exclusivamente en la virtud privada de los hombres?
1- Lilita interrumpió su "situación existencial de pensamiento" (tal vez una de las más bizarras frases jamás utilizadas para decir "no tengo la menor idea de qué voy a hacer") para anunciar su desafiliación del partido político creado a su imagen y semejanza. El argumento para justificar su desafiliación es lograr una "equidistancia" que le permita liderar una "gran coalición cívica" que finalmente consiga derrotar a los feos, sucios y vulgares (tan vulgares!) ocupantes del gobierno nacional. O algo así, porque leyendo las declaraciones de Carrió uno no puede dejar de tener la impresión de alguién que ha optado definitivamente por ocupar el lugar de oráculo incuestionable y misterioso que emite directivas hacia sus cada vez más confudidos seguidores. Un lugar sacerdotal, digamos. Un lugar que se sitúa más allá del barro de la política realmente existente. Un lugar cómodo e inofensivo.
Vayamos por partes. Construír un partido político no es fácil: requiere dinero, infraestructura, líderes, cuadros directivos, militantes, adherentes y simpatizantes que se nucleen en torno a -al menos- algunas ideas y sentimientos básicos sobre lo que hubo, hay y/o habría que hacer desde el poder. Si bien el modelo de partido político moderno (weberiano, digamos) ya ha sido erosionado en todas partes del mundo por las fuerzas de los liderazgos mediáticos y la debilidad de las identidades políticas, algunas cosas se mantienen: un partido político debe tener recursos materiales y humanos para salir a pelear un lugar en el espacio público.
Las cosas se complican mucho más si se trata de un partido nuevo que cuenta como activo principal -o único casi- la figura carismática del líder. Y se complica hasta lo indecible si el líder es alguien que te anuncia por los diarios una mañana que ya no pertenece al partido que ella creó. Quiero decir, Leandro Alem pudo pegarse un tiro y la UCR seguir funcionando porque se había dotado de una estructura orgánica y territorial que excedía al líder.
En el caso del ARI es evidente que eso no existe. Es evidente que Carrió ocupa el lugar de líder oracular a quién no se le puede discutir nada porque ella "es" el ARI. De otra manera no se entiende las declaraciones de la secretaria general del partido ante la desafiliación de Carrió: "Es un gesto de generosidad y un testimonio de que la construcción puede ser diferente. El mensaje a la gente es que no habrá disputas por cargos". ¿Cómo no habrá disputas por cargos? ¿Qué otra cosa es un partido político sino una máquina de disputar cargos? ¿No es la lucha por el poder -a través de disputar y ganar cargos- lo que define a un partido político?
Lo más preocupante, en resumen, es la incapacidad de una fuerza política opositora que se plantea como alternativa republicana y en cinco años de existencia no ha logrado producir las más mínimas instancias de debate y democracia internas que le permitan no depender de los caprichos proféticos de su líder.
2- Vamos con López Murphy. Ah, sí! La última esperanza blanca del 2003. El hombre que proclama adustamente su melancolía -otra vez- por los buenos viejos tiempos republicanos perdidos. Porque la Argentina siempre fue un país muy republicano ¿no?. En esto coincide con Carrió: son, a su pesar, viejos mitristas llorando la época austera de las familias distinguidas porteñas ante el avance de los mercaderes roquistas. La diferencia es que mientras Carrió tiene su corte de creyentes incondicionales, López Murphy ve su futuro condicionado a lo que decida el voluble hijo de Franco Macri, y -todos lo sabemos- los simpatizantes de derecha no son tipos muy emocionales que digamos, son pragmáticos y emigrarán a la oferta más rentable en plaza.
Por eso López Murphy va convirtiéndose día a día en una caricatura de sí mismo: el adusto hombre de derechas pero honesto que no se manchará las manos apoyando a cualquier arribista desesperado por poder. Un hombre que se indigna por el clientelismo de Sobisch y el panquequeo de Lavagna y se presenta - nuevamente- como el último popperiano honesto de estas pampas.
Extraña convivencia, esa de la honestidad personal con una trayectoria pública marcada por la solidaridad alevosa con los violadores de derechos humanos (Ministerio de Defensa) y por la aplicación salvaje de la ideología económica neoliberal (Ministerio de Economía). Extraña combinación de virtudes privadas y vicios públicos. Lo que lleva, una vez más, a hacer la pregunta: ¿qué valor político tiene la honestidad personal?, o más brutalmente: ¿qué destino tienen las construcciones políticas fundadas exclusivamente en la virtud privada de los hombres?
sábado, marzo 03, 2007
viernes, marzo 02, 2007
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