viernes, diciembre 09, 2005

Holden Caufield nos escribe

Si realmente quieren escucharme, lo que primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue mi pobre infancia y qué hacían mis padres y toda esa mierda estilo David Copperfield, pero la verdad no quiero contarles nada de eso. En primer lugar esas cosas me ponen mal, y en segundo lugar mis padres ya deben estar muertos con todos los disgustos que les di, así que para qué. Lo que les voy a contar es algo muy loco que me pasó el último invierno en Nueva York, la cuestión que me trajo a donde estoy metido ahora. Yo estaba lo más tranquilo mirando a mi hermanita Phoebe patinar en el Central Park y de pronto se me acerca un tipo con una pinta de loco increíble y me entra a preguntar si sabía adonde iban los patos cuando el lago se congela y si los pececitos se quedan duros todo el invierno esperando que el agua volviera a ponerse líquida y otras cosas muy locas que ya no me acuerdo. La verdad es que me daba un poco de miedo el chiflado aquel así que intenté hacerle el vacío y comencé a caminar hacia Park Avenue. Pero el tipo me siguió y me dijo si sabía donde vivía el tal Lennon, que quería que le filmara un autógrafo o un disco o algo así. En realidad había visto hacía poco al Lennon ese en una disquería de Broadway. Yo estaba con mi hermano DB, del que les hablaré luego, mirando unos discos y entró un sujeto con mucha cara de drogata acompañado por una japonesa y todo el mundo se acercó a saludarlo como si fuera un tío estupendo o algo por el estilo. DB me contó quien era y parece que a él también le gustaba mucho así que fue a saludarlo y yo aproveché para salir y fumarme un pitillo de esos que papá y mamá no me dejan fumar en casa. Parece que el tal Lennon no le dio mucha bola a mi hermano o eso pareció porque se lo veía bastante molesto cuando salió de la tienda. Como sea, la historia es que al otro día me entero que lo habían matado a Lennon de varios balazos cuando entraba a su casa y mirando la foto del tipo que se lo cargó me doy cuenta que era el mismo tío que me había dado tanta mala espina en el Central Park. La verdad es que no me dio mucha pena, nunca me gustaron esos tipos que andan de aquí para allá predicando la paz en el mundo y después se suben a su limusina y pasean por Park Avenue o dan fiestas en los Hamptons con toda esa gente hipócrita del cine y la música. Lo único que me preocupó fue que el chiflado aquel pensara eso sobre los patos del lago, eso sí me da miedo porque yo también me pregunté lo mismo una vez y no me gustaría terminar matando gente famosa por ahí, aunque sean unos hipócritas. Qué irían a pensar mis viejos y DB si me meto en un lío semejante...

Dedicado con cariño a John Winston L., a Jerome David S. y, por qué no a Mark David C. también.

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