lunes, diciembre 05, 2005

El odio, una pasión productiva

Reflexiones sobre el odio como pasión. Dicen algunos que es una pasión inutil, que no engendra más que sufrimiento, que estimula el quietismo, la abulia y la dejadez. El odio sería el anverso exacto de ese estado de epifanía amorosa donde el mundo se nos presenta como el lugar maravilloso, gentil y estimulante que nuestros traumas no nos dejaban ver, y que nos permite entonces encarar con fe y esperanza las más titánicas tareas (escribir "esa" novela, mantener una conversación con los padres de nuestra novia, sacrificar una borrachera antológica con amigos por una cena romántica en palermo que no nos dejará nada, ni siquiera resaca, porque los vinitos palermitanos no la producen). El amor parecería productivo y fertil, y su final nos aterrorizaría ante la perspectiva de caer en la depresión y el volar de los días sin haber aprovechado (siempre el capitalista carpe diem) a fondo su médula.
Sin embargo, el odio ha producido grandes cosas. El odio hacia una persona, el odio hacia un grupo de personas, hacia una idea o hacia el mundo como totalidad. El odio ha movido a las masas con sus picas afiladas, el odio ha inspirado a poetas, el odio ha construido paises y los ha derrumbado, el odio ha sido el pan de los hambrientos, el refugio de los desesperados, el alivio de los condenados. El odio nos deja más secos que el orgasmo, sí, pero nos empuja al movimiento y en ese movimiento nos dota de una fuerza de la que no nos creíamos poseedores, pero que descubrimos felices como si se tratara de un regalo imprevisto.
Un ejemplo. Bob Dylan escribió algunas de sus mejores canciones inspiradas en un odio verdaderamente brutal. Recordemos Like a rolling stone:
You used to laugh about
Everybody that was hangin' out
Now you don't talk so loud
Now you don't seem so proud
About having to be scrounging for your next meal.
y un poco después:
You used to be so amused
At Napoleon in rags and the language that he used
Go to him now, he calls you, you can't refuse
When you got nothing, you got nothing to lose
You're invisible now, you got no secrets to conceal.
El tipo la odia a la mina definitivamente, no hay compasión en esos versos, sino más bien un profundo desprecio por quien "se reía tan fuerte y ahora no parece muy orgullosa" El deleite de contemplar la caída del enemigo y luego escribir sobre eso. En otra canción (Idiot Wind, de Blood on the Tracks) el viejo Bob está más enfurecido todavía y canta:
Idiot wind, blowing every time you move your mouth,
Blowing down the backroads headin' south.
Idiot wind, blowing every time you move your teeth,
You're an idiot, babe.
It's a wonder that you still know how to breathe.
Ese final "me sorprende que todavía sepas cómo respirar" es una verdadera declaración de odio que echa por tierra la falacia de que no se puede crear algo positivo montado en el impulso arrollador del odio.
Yo también quisiera crear algo con mi odio. Quisiera utilizarlo como insumo primario, como una larga risa que enhebre cada una de las humillaciones, cada una de las ofensas, cada uno de los fracasos. Y cuando esa obra esté por fin terminada, dedicársela amablemente al sujeto de mi odio y así poder pasar, por fin, a otra cosa. Como un Gran Gatsby al revés, más o menos.

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