"100 días que cambiaron a la Argentina". Más allá del chiste-guiño al famoso libro de Jack Reed sobre la Revolución Bolchevique, hay algo que es cierto: por primera vez en muchos años el aumento de la temperatura política no se debió a internas de chiquitaje o a asuntos de palacio, lo que se puso y se pone en juego son cuestiones que hacen a la distribución del poder y los recursos económicos entre diversos sectores sociales. Digámoslo en términos brutalmente funcionalista-sistémicos: hasta ahora eran las derivas propias de la lógica del sistema político las que dominaban en las zozobras argentinas. Las luchas menem-duhaldistas, menem-cavallistas, delarúa-chachistas, las ofensivas kirchneristas conta la corte suprema, los militares, el fmi, etc, se reducían al círculo de la política. La complejidad de esas situaciones quedaba, aproximadamente, reducida al mundo del gobierno, y en el mejor de los casos del Estado.
Maticemos. Durante los noventas, eso se explicaba por la hegemonía del modelo neoliberal cuyos fundamentos reales no se podía (decían) afectar. Las crisis polítcas, eran en consecuencia, meras internas para resolver quien gerenciaba mejor ese modelo. En los primeros años de Kirchner, se trató, más bien, de reconstruir la autoridad de un Estado cooptado por esos intereses. Era un paso necesario, un paso que anunciaba la puesta en marcha de las condiciones que abrieran la puerta a este nuevo escenario de conflicto social y económico.
Acá estamos, entonces. El conflicto con el "campo", estos 100 días que tanto agitaron, representan la primera vez en la historia de la recuperación democrática que la puja entre Estado y sectores económicos se da a la luz del día. No debe sorprender, entonces, la dilatación del conflicto, ni la virulencia creciente, ni la multitud de recursos simbólicos y materiales que se pusieron en juego. La explicación radica en que por primera vez esa puja no fue saldada en un despacho, que por primera vez el Estado nacional se negó a convalidar sin chistar las demandas de un actor económico. Y esta es la lección que se debe aprender, esta es la lección que le debe quedar clara a cualquiera que pretenda llevar a la práctica medidas que vayan en contra de los intereses de grupos históricamente beneficiados: No te la van a regalar, querido. No te la van a hacer nada fácil, aunque hayas ganado las elecciones hace 6 meses con 8 millones de votos. Eso no les importa nada.
Castoriadis decía que la democracia es un régimen trágico. Lo es porque es el único régimen donde las posiblidades están abiertas siempre, porque nunca garantiza la victoria de la mejor solución, porque, incluso, admite que sus enemigos triunfen. Pero también es el único régimen donde el destino de los ciudadanos depende de los ciudadanos mismos.
Maticemos. Durante los noventas, eso se explicaba por la hegemonía del modelo neoliberal cuyos fundamentos reales no se podía (decían) afectar. Las crisis polítcas, eran en consecuencia, meras internas para resolver quien gerenciaba mejor ese modelo. En los primeros años de Kirchner, se trató, más bien, de reconstruir la autoridad de un Estado cooptado por esos intereses. Era un paso necesario, un paso que anunciaba la puesta en marcha de las condiciones que abrieran la puerta a este nuevo escenario de conflicto social y económico.
Acá estamos, entonces. El conflicto con el "campo", estos 100 días que tanto agitaron, representan la primera vez en la historia de la recuperación democrática que la puja entre Estado y sectores económicos se da a la luz del día. No debe sorprender, entonces, la dilatación del conflicto, ni la virulencia creciente, ni la multitud de recursos simbólicos y materiales que se pusieron en juego. La explicación radica en que por primera vez esa puja no fue saldada en un despacho, que por primera vez el Estado nacional se negó a convalidar sin chistar las demandas de un actor económico. Y esta es la lección que se debe aprender, esta es la lección que le debe quedar clara a cualquiera que pretenda llevar a la práctica medidas que vayan en contra de los intereses de grupos históricamente beneficiados: No te la van a regalar, querido. No te la van a hacer nada fácil, aunque hayas ganado las elecciones hace 6 meses con 8 millones de votos. Eso no les importa nada.
Castoriadis decía que la democracia es un régimen trágico. Lo es porque es el único régimen donde las posiblidades están abiertas siempre, porque nunca garantiza la victoria de la mejor solución, porque, incluso, admite que sus enemigos triunfen. Pero también es el único régimen donde el destino de los ciudadanos depende de los ciudadanos mismos.
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