miércoles, septiembre 26, 2007

Los protestantes se suicidan más que los católicos (50 años de sociología)

Está la escena esa de Las Invasiones Bárbaras donde el grupo de amigos intelectuales del profesor moribundo, mientras toman vino en el porche de la casa, van pasando revista a su devenir personal político e intelectual: fuimos existencialistas, maoístas, estructuralistas, post estructuralistas, posmodernos, escépticos... Este año se cumplen 50 años de la carrera de sociología y ese recorrido de posiciones teóricas e ideológicas resulta muy acorde con las modas y compromisos que se fueron sucediendo desde su creación. Casi un lugar común atribuirle a las ciencias sociales y a sus intelectuales el poco apego a un pensamiento a lo largo de los años, casi una proposición de sentido común achacarle a quienes trabajan sobre la sociedad ese dilentantismo, esa carencia de fidelidad, ese vagabundeo teórico. A mi no me interesa nada ese tipo de lealtad. Prefiero mil veces ese nomadismo a la tristeza de quienes permanecen fieles a los libros que leyeron cuando tenían 18 años. Un Bunge que a los 80 años sigue repitiendo los sacrosantos dogmas del positivismo lógico, o esos entrañables veteranos marxistas que todavía se enervan con el "traidor Kautsky" como si estuvieran discutiendo en un café de Zurich circa 1914, me dan cierta pena.
Esto a modo de balance: a 50 años de su creación la sociología no se ha instalado como ciencia de la sociedad ni ha logrado despejar de las representaciones colectivas ninguna de las supersticiones que se proponía eliminar. Un fracaso sin duda desde el punto de vista de la tarea que se impuso Germani a finales de los 50s. Pero en cambio, quedan de ese medio siglo transcurrido una masa de trabajos y de mentes que desde distintos lugares teóricos han aportado a la modernización (y ese es un concepto ultra discutible, ya lo sé) del debate intelectual argentino.
Brillantes y sofisticados algunos, otros en la oscuridad de la academia, otros desde el campo de batalla (la praxis, la praxis, la praxis) con las armas de la crítica y con la crítica de las armas, también. Sometidos a ese no lugar que es el estudiantado, inmersos en la maquinaria siniestra y corrosiva del marketing o la publicidad, en reuniones políticas de cuatro personas, cargando en colectivos atestados la edición tan bella de Las formas elementales de la vida religiosa, leyendo apuntes caros y mal fotocopiados de Mannheim, de Gramsci, de Cardoso y Faleto, de Sennett, de Simmel, estudiando la prueba de Chi cuadrado o el diagrama de Lazarfeld... volver a cruzar la plaza Houssay a las 11:30 de la noche y esperar el 132 sin un cobre en el bolsillo: una dura experiencia epistemológica. ¿Esto servirá para algo? te asaltaba en esos momentos el más cruel y antisociológico de los egoísmos.
No, esos cincuenta años no dejan un status científico sólido. Apenas te dejan inscripta cierta mirada y cierta bibliografía que uno debe traicionar de la manera más brutal posible. Esa mirada sigue siendo valiosa para mi. Casi casi que todavía me emociona leer el primer capítulo de Las reglas del método sociológico. O esas conclusiones de El Suicidio, donde uno se enteraba que los protestantes se sucidaban más que los católicos y los solteros más que los casados, esos cuadros ramplonamente positivistas extraídos de los registros de defunciones franceses... Ahí había, hay, algo rescatable: un ataque al psicologismo, al sentido común, el descubrimiento del hombre como producto, un golpe feroz al narcisismo. Una ciencia que incomoda, como decía Bourdieu, porque pone de manifiesto que no somos tan libres, tan dueños de nosotros mismos, como querríamos creer. Una ciencia que expresa que hasta los más excentricos de nuestros gustos, de nuestras elecciones, de nuestras opiniones están en directa relación con las posiciones que ocupamos, con las relaciones que nos han producido. La técnica del marketing y la investigación de consumo (a la que tanto han contribuido de buena o mala gana los sociólogos) lo dice con la claridad luminosa del discurso mercantil: un tipo de producto para los hombres gays de 25 a 39 años de nivel educativo terciario o superior, otro para las mujeres de 18 a 24 solteras con ingreso superiores a X, otro para matrimonios con hijos mayores y padres ancianos de nivel socioeconómico medio-alto, etc, etc, etc.
A diferencia de las ciencias duras, acá siempre se puede volver a empezar por lo elemental, reconstruir una y otra vez lo que otros habían construido. Esa falta de progreso, de evolución, no es una carencia, es una virtud, o un riesgo, que vienen a ser lo mismo.

9 comentarios:

sub comandante vikinny dijo...

lastima que a ud. solo le queda, como sociologo, controlar los planes sociales del estado peronista y progresista y que su ciencia deriba en fragiles estadisticas mal invertidas en el indec...
a dejese de joder y juegule unos pesos al 50, asi si lo agarra a la cabeza se paga un vino de primera

Martin dijo...

Muy buena reseña. Recuerdo la primera vez que leí El Suicidio. El poder explicativo que tiene es tan fuerte que sacudió de un trompazo todo lo que entendía por Sociología hasta el momento. Ni hablar de la cruza entre los conceptos de integracion y normatividad y el producto cartesiano de conclusiones. Lamentablemente la vida me alejó de plaza Houssay, un tanto por necesidad, otro tanto porque ya tengo una carrera y me cansé de ser un eterno estudiante. Llegué hasta Bourdieu y ahí me quedé. (con ganas).

Saludos.

Anónimo dijo...

estimado,con muchos sueños que se frustaron comence sociologia en las epocas que creçiamos en Fanon, cuando todavía se leía a Margaret Mead,eramos estructuralistas y apenas se sabía sobre la semantica, en política veíamos a Cooke y a Verbitsky padre. Epocas que nos emocionabamos con el "Condor pasa" o con "La hora de los hornos", y que coreabamos a Quilapayum o Los Trovadores. A todo eso lo frustro no solo el golpe militar sino también el peronismo de los 7o,a mis compañeros (recibidos)no solo los mato la represión sino que los mas capaces terminaron trabajando para las grandes corporaciones que habían creido combatir. Cuando apareció Bordieu ya todos ellos solo leían Best-sellers, Ambito Financiero o trabajaban para nuestro antiguo profe."Mongo Aurelio· saludos alejandro

Anónimo dijo...

La decadencia del imperio americano?

Qué buena pelicula Las Invasiones Barbaras, hay escenas geniales.
Hay que cuidar el celular y tener plata para pagar la cobertura medica de un padre.

Anónimo dijo...

si te duele buenos aires porque no tomas una cafiaspirina o te mudas?

principio de incertidumbre dijo...

A mi novio le encanta esa película pero yo todavía no la vi.

Sé que empezar a comentar un post así de manera autoreferencial no es lo más correcto. Así que perdón.


Me quedan un par de cosas, como lo de que uno quedarse con libros leídos en la juventud. ¿Vale para todo género??? O es una extrapolación poco conducente la mía. Casi que la respuesta me pone un poco triste.

La reflexión final pegó fuerte desde la pantalla.

Saludos.

Anónimo dijo...

es una virtud?

Anónimo dijo...

hay problemas de edición con los coments.

Yo voto al PP... y no debería dijo...

España te necesita para defenderla del referéndum de Ibarretxe. Vota al PP.

Saludos cordiales