Por dos motivos Raymond H. Stevens había ocupado un fugaz y polémico lugar en la generación beat: la escritura de un largo, confuso y húmedo poema de tema sureño llamado "Llanto por Temple Drake, penetrada por una mazorca"; y una pelea a golpes de puño con Jack Kerouac en una lejana noche del San Francisco de los 50's que había concluido con el tabique roto del gran iluminatti budista y con el ostracismo de Stevens del grupo más conspicuo de los beatniks.
Yo tenía, cuando lo conocí, noticia de estos hechos gracias a un extraño y malicioso libro escrito por una ex amante de Lawrence Ferlinguetti, uno de esos libros que los ancianos beatnicks (o aquellos que los conocieron) se largaron a escribir a mediados de la década del 90, en busca de algún dinero que pagase los costosos tratamientos médicos que toda vejez de ex bohemios acarrea. El libro se llamaba "Darkness of City Lights", Rodrigo Fresán lo había reseñado en el Radar y Amazon.com hizo que llegara a mis manos.
Como sea, la cosa es que años después cuando vi el nombre de Stevens en una lectura de nueva poesía de la Costa Oeste que se celebraba en la universidad donde me encontraba estudiando un improbable posgrado en sociología, recordé aquellos dos hechos que lo habían convertido en un marginado entre los marginados, en un exiliado del movimiento beat justo antes de que este estallara en el cielo de la contracultura americana. Stevens. En el libro había una fotografía de él a los 25 años: alto, pelo cortado al ras, campera militar, una mirada azorada y temible al mismo tiempo, abrazados a él y sonriendo Allen Ginsberg, Gregory Corso y una chica hip que hoy debe estar en el cielo del Alzheimer.
La lectura de poesía fue un caos. Una feminista gorda leía un poema sobre corpiños de metal y alienación en los suburbios. Un destruído ex grunge (con camisa leñadora!) hablaba sobre asesinatos en la ruta Portland-Seattle, espectros que salían de los bosques y guitarras eléctricas. Un viejo muy maricón imitaba a Valery y murmuraba al borde del colapso, con los ojos entornados: "L'ennui, l'ennui". Al final Stevens hizo su aparición vestido con un impermeable marrón y un gorro de lluvia: estaba viejo y le temblaban las manos, mantenía la vista clavada en en los papeles que llevaba. El hombre que le rompió la cara a Jack Kerouac. Después de cinco largos minutos dijo: "Sólo puedo decirles algo", más silencio y espera, "háganse coger por una manada de chinos recién descendidos de un largo viaje en la bodega de un carguero panameño".
Quince minutos más tarde me sentaba en un bar de Telegraph Avenue a hablar con Stevens.
- Soy Rainer - le dije.
- Hola, yo también soy Ray.
Lo que siguió a partir de eso solamente lo puedo contar por fragmentos. Stevens alternaba la cerveza con el whisky. Stevens ya no escribía más. Stevens vivía de una jubilación como empleado del Departamento de Bienestar Social de los Estados Unidos. Stevens odiaba hablar sobre los beatnicks. Stevens gustaba de manejar un viejo chevy del 75, a pesar de que la policía de San Francisco le había retirado la licencia de conductor hacía por lo menos 20 años. El alcohol, la ruta y el peligro fueron las presencias dominantes de aquella noche. Algunos de los fragmentos que mencionaba:
- A bordo del chevy, yendo en dirección a Oakland: "Mentiría si dijera que me peleé con Kerouac porque me quiso tocar la pija en el baño aquella noche. La verdad es que ya ni me acuerdo porqué nos peleamos, pero si el mejor escritor de tu país te quiere tocar la pija en un baño, te apuesto lo que quieras a que te acordarías". "Todas esa putitas y putitos escribiendo poesía... no sé, le dan demasiado importancia al asunto, cuando éramos jóvenes todo era más simple: una excursión al campo, los negros levantando la cosecha, la música saliendo de las ventanas de cada casa. La redención yacía entre tu novia y vos cuando la luna entraba a la habitación y se mezclaba con el aroma dulce del sexo". "Faulkner, Faulkner".
- Más tarde en un estacionamiento desierto al pie del Puente de la Bahía, dónde Kim Novak se le escapaba a Jimmy Stewart en Vértigo: "Yo trabajaba para el Departamento de Bienestar Social. Viajaba por todo el país midiendo la talla y el peso de los desnutridos de América. A los que estaban por debajo de cierto coeficiente les entregaba cupones del gobierno. A los demás les daba las gracias y los veía saludarme mientras me alejaba en la camioneta. Volverían a sus casuchas cubiertos de polvo. De mi polvo". "Yo sí vi a muchas mentes de mi generación destruídas por la locura". "¿No es hermoso ese gran puente, no es hermoso el naranja de sus fuertes pilares abatido por las olas del Océano?"
- Luego de comprar una botella de licor en un K-Mart de la ruta a Big Sur: "Tengo 75 años. Tengo una hija de 36 años. Tengo una nieta de 14 años. Viven en Baltimore, en un departamento junto al tren elevado. No puedo entender como pueden dormir con todo ese ruido. No las veo desde hace más de 10 años. Tal vez ya se hayan mudado". "Consíguete un trabajo. Consíguete una novia. Consíguete algo para hacer por las tardes. Lleva los niños al colegio. Limpia la casa cuando tu mujer no está. Iza la bandera los 4 de Julio. Saluda a los servidores de la Ley cuando pasan con sus largos patrulleros. Que nadie te arrebate el cuchillo para cortar el pavo el Día de Acción de Gracias. Y que tu mujer no descubra nunca, nunca, las fotos de niñas desnudas que guardas en el ropero, entre el álbum de tu casamiento y la Magnum 45. que te regaló papá". "Montaña, montañita/ en la hierba está la ardillita".
- A las seis de la mañana, entrando en la ciudad dormida haciendo ruido, como si fuéramos ladrones principiantes. Ultima parada en un café de camioneros: "Ahora tengo sueño, compañero. Fue 'una velada agradable' como decía Dorothy Parker subiéndose la bombacha. Yo vivo a dos cuadras de aquí. Mi vecino se llama Ramón y es pentecostal, quiera Dios saber lo que eso significa. Siempre me está diciendo: '¿Raimundo, no te quieres redimir? ¿No quieres la salvación de nuestro Señor Jesucristo?' y al final siempre termina mirándome con sus ojos tristes y negros, sus ojitos de viejo perro apaleado: 'Este mundo es sólo oscuridad. Eso lo sabes, ¿no?' Y yo me pongo serio e imito su mirada compungida y le digo 'Sí, Ramón, eso lo sé'. Y lo gracioso es que lo digo en serio". "¿Dónde está Allen Ginsberg ahora?, ¿dónde está William Carlos Williams? ¿dónde están los hermanos Marx? ¿dondé está Buddy Holly? ¿dónde está la nena que atendía el guardarropas del Chelsea Hotel en el 57? ¿dónde están los muchachos que ganaron el campeonato de football en mi viejo colegio de Greenville, Alabama? ¿Qué fue de Temple Drake, amigo? No contestes, por favor". "El municipio debería ocuparse de limpiar las hojas secas de las calles. El año pasado gasté media jubilación en destapar el desagüe". "La mejor hora del día: el amanecer. Cuando era niño tenía la pretensión de descubrir el momento exacto en que la noche se hace día. No hay momento exacto. Todo es mezcla. O tal vez el momento exacto sucede cuando cerramos los ojos y por eso decimos que no existe. Bella ciudad, bello mundo durmiente".
Caminé tambaleando los metros que me separaban de una parada de ómnibus. Eran las siete de la mañana y el aire de mar llegaba hasta esa lejana parte de San Francisco. En el asiento de atrás del ómnibus, con el sol matinal pegándome en la cara, pensé en Stevens y en su vecino Ramón discutiendo de teología como dos perfectos caballeros espirituales. ¿No querés la redención? Las cosas son un poco más complejas. Hermoso mundo durmiente.
7 comentarios:
Lo mas interesante a la hora de escribir es elevar el mundo que ya se conoce. Traicionarlo otorgandole todo eso que la realidad nego o simplemente no dio. Reversionar lo sucedido.
Lo mejor de la literatura anida en personajes improbabls, un sociologo pongamos, a los cuales le suceden cosas improbables: una borrachera con un beat, un sueño improbable en una bañadera, o, ponele, la realizacion de una maquina de guerra contra el mundo.
/ I wanna go to heaven, so you give me some more /
gracias, Miranda, por su lectura de esa larga parrafada.
Por favor, todas las veces que quiera y me necesite.
Yo también lo he leído y me ha gustado, Lic. Y eso que no pertenezco al mundo Bolaño ...
bueni SiSmo
bueno, ok. siempre se puede escribir mejor
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