Un par de cosas sobre la "canonización" de Alfonsín que me vienen dando vueltas después de mirar horas de tele este último día.
El borramiento discursivo en los medios del caracter eminentemente conflictivo del gobierno de Alfonsín: de las polémicas sobre el divorcio y la patria potestad (con amenazas de excomunión incluidas) no se habla. Tampoco - o casi nada - de la confrontación con la Sociedad Rural que se plasmó en aquella silbatina famosa, por ahí andaba Biolcati rindiendo honores a un difunto que despreciaron con saña en los ochentas. El 1989 de los saqueos y la hiperinflación, del menemismo triunfante recorriendo el mundo boicoteando las finanzas maltrechas del Estado, creo que ni siquiera fue mentado. ¿Dónde está Cavallo? No escuché a nadie recordar los epítetos nefastos de "sinagoga radical" y "patota cultural" tan al uso de la derecha ochentista. Hasta se escucha ahora a gente reinvindicar los proyectos más megalómanos de aquel momento, aquellos como el traslado de la capital a Viedma o la conformación de un Tercer Movimiento Histórico, que en esa época ridiculizaban abiertamente. El nombre de Ubaldini, uno de los sindicalistas más dignos de este país, sólo ha sido mencionado en referencias hostiles a los 13 paros generales, sin ponerlos en el contexto de una crisis económica terminal. Los velorios, lo dice la sabiduría popular, son momentos propicios para las peores hipocresías.
Digamoslo abiertamente: el alfonsinismo tuvo su momentum fundacional que terminó deshilachándose a los pocos años de asumido el gobierno. El discurso de Parque Norte quedó como un bello documento de una Argentina posible que fracasó ante la Argentina real. Por supuesto son esos instantes del gobierno de Alfonsín los que rescatamos, y los que nos ligan afectivamente con RA. La famosa y tan ridiculizada frase de "con la democracia se come, se educa, se cura" que durante los 90s era el blanco predilecto del menemismo más obsceno y pragmático, contenía en germen la verdad de que sólo con una democratización profunda de las estructuras sociales sería posible alcanzar umbrales de igualdad. Claro que la palabra "democracia" fue entendida sólo como preservación del sufragio periódico, de libertades negativas. Ese fue el fracaso más estrepitoso del Alfonsín post Felices Pascuas: congelar el significado de aquella palabra en su sentido mínimo.
La continua cantinela del consenso y el diálogo enarbolada por los referentes de la oposición actual produce el efecto de borrar las confrontaciones y las disputas que signaron el gobierno de Alfonsín. Aquellos sí que eran años de "crispación" y "frentes abiertos". ¿No era acaso eso lo que le criticaban a Alfonsín cuando envió, por ejemplo, la ley de divorcio al Congreso? ¿Qué necesidad tenía de sumar a la Iglesia a la lista de enemigos? Sin embargo, la historia - incluso la historia reciente - siempre se lee según la clave del presente. En veinte o treinta años desfilarán otras voces evocando el "dialoguismo republicano" de Néstor K. El tiempo lo trastoca todo.
Digo esto pensando en los días horribles del 2000 - 2001 cuando Alfonsín era una presencia molesta para el gobierno sushi de Fernando De la Rúa. No hace tanto. Personajes ínfimos que no le darán nombre ni a una plazoleta, como Chrystian Colombo (¿se acuerdan?) o Patricia Bullrich salían a cruzar sin piedad al ahora "Padre de la Democracia" porque sus declaraciones enojaban a los mercados. Allí estaba, impertérrita, Bullrich ensayando su guitarreo frente al féretro. Colombo, thanks God, abandonó la política.
Así como las sociedades reclaman chivos expiatorios, también, a veces, requieren de héroes en los que imaginarse reflejadas. Es un proceso extraño, pero funcional al mantenimiento de cierta idea de comunidad nacional. No es algo que haya que censurar, las cosas son así. Alfonsín, parece encaminarse a ocupar un lugar en el panteón de la historia argentina. Lo más inteligente es recordar que las cosas nunca son tan lineales ni tan puras, que la Historia con mayúscula usualmente ofrece una versión edulcorada de los conflictos, de las peleas, de las historias con minúscula. Algunos hombres permanecen.
PS: leyendo esto en Crítica, qué oratoria de la puta madre, Dios.
El borramiento discursivo en los medios del caracter eminentemente conflictivo del gobierno de Alfonsín: de las polémicas sobre el divorcio y la patria potestad (con amenazas de excomunión incluidas) no se habla. Tampoco - o casi nada - de la confrontación con la Sociedad Rural que se plasmó en aquella silbatina famosa, por ahí andaba Biolcati rindiendo honores a un difunto que despreciaron con saña en los ochentas. El 1989 de los saqueos y la hiperinflación, del menemismo triunfante recorriendo el mundo boicoteando las finanzas maltrechas del Estado, creo que ni siquiera fue mentado. ¿Dónde está Cavallo? No escuché a nadie recordar los epítetos nefastos de "sinagoga radical" y "patota cultural" tan al uso de la derecha ochentista. Hasta se escucha ahora a gente reinvindicar los proyectos más megalómanos de aquel momento, aquellos como el traslado de la capital a Viedma o la conformación de un Tercer Movimiento Histórico, que en esa época ridiculizaban abiertamente. El nombre de Ubaldini, uno de los sindicalistas más dignos de este país, sólo ha sido mencionado en referencias hostiles a los 13 paros generales, sin ponerlos en el contexto de una crisis económica terminal. Los velorios, lo dice la sabiduría popular, son momentos propicios para las peores hipocresías.
Digamoslo abiertamente: el alfonsinismo tuvo su momentum fundacional que terminó deshilachándose a los pocos años de asumido el gobierno. El discurso de Parque Norte quedó como un bello documento de una Argentina posible que fracasó ante la Argentina real. Por supuesto son esos instantes del gobierno de Alfonsín los que rescatamos, y los que nos ligan afectivamente con RA. La famosa y tan ridiculizada frase de "con la democracia se come, se educa, se cura" que durante los 90s era el blanco predilecto del menemismo más obsceno y pragmático, contenía en germen la verdad de que sólo con una democratización profunda de las estructuras sociales sería posible alcanzar umbrales de igualdad. Claro que la palabra "democracia" fue entendida sólo como preservación del sufragio periódico, de libertades negativas. Ese fue el fracaso más estrepitoso del Alfonsín post Felices Pascuas: congelar el significado de aquella palabra en su sentido mínimo.
La continua cantinela del consenso y el diálogo enarbolada por los referentes de la oposición actual produce el efecto de borrar las confrontaciones y las disputas que signaron el gobierno de Alfonsín. Aquellos sí que eran años de "crispación" y "frentes abiertos". ¿No era acaso eso lo que le criticaban a Alfonsín cuando envió, por ejemplo, la ley de divorcio al Congreso? ¿Qué necesidad tenía de sumar a la Iglesia a la lista de enemigos? Sin embargo, la historia - incluso la historia reciente - siempre se lee según la clave del presente. En veinte o treinta años desfilarán otras voces evocando el "dialoguismo republicano" de Néstor K. El tiempo lo trastoca todo.
Digo esto pensando en los días horribles del 2000 - 2001 cuando Alfonsín era una presencia molesta para el gobierno sushi de Fernando De la Rúa. No hace tanto. Personajes ínfimos que no le darán nombre ni a una plazoleta, como Chrystian Colombo (¿se acuerdan?) o Patricia Bullrich salían a cruzar sin piedad al ahora "Padre de la Democracia" porque sus declaraciones enojaban a los mercados. Allí estaba, impertérrita, Bullrich ensayando su guitarreo frente al féretro. Colombo, thanks God, abandonó la política.
Así como las sociedades reclaman chivos expiatorios, también, a veces, requieren de héroes en los que imaginarse reflejadas. Es un proceso extraño, pero funcional al mantenimiento de cierta idea de comunidad nacional. No es algo que haya que censurar, las cosas son así. Alfonsín, parece encaminarse a ocupar un lugar en el panteón de la historia argentina. Lo más inteligente es recordar que las cosas nunca son tan lineales ni tan puras, que la Historia con mayúscula usualmente ofrece una versión edulcorada de los conflictos, de las peleas, de las historias con minúscula. Algunos hombres permanecen.
PS: leyendo esto en Crítica, qué oratoria de la puta madre, Dios.
3 comentarios:
Coincido casi en su totalidad con el post.
Y es precisamente aquella faceta del gobierno alfonsinista que perpetuó la formalidad institucional de la democracia en sacrificio de discusiones que asumieran el hecho de que la voluntad popular requería que efectivamente con la democracia se curase, se educase y se comiese. El divorcio de estas palabras con los hechos fue demasiado intempestivo: a pesar de visualizar con mayor nitidez lo popular que cualquier otro radical, Alfonsín conservó la genética del temor reverencial a las masas, y la realidad se lo hizo saber.
El Alfonsín que se busca canonizar(el del consenso y el diálogo como significantes insipidos-Cobos-)responde a un problema político: la búsqueda desesperada de legitimación política que buscan amplios sectores no peronistas que se ven huerfanos de representación: es una olla a presión que perjudica también al peronismo.
La desintegración del radicalismo no sólo le trae problemas a ellos.
Sabiamente, Duhalde pide la recomposición del bipartidismo, para que el peronismo no cumpla dos roles a la vez.
Alguien lo tenía q decir!
muy buen post, coincido practicamente con todo.
pasate por mi blog!
www.elrousseauniano.blogspot.com
saludos
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