Alguna vez los sociólogos, los filósofos sociales, imaginaron la sociedad con la matriz de las abejas y las hormigas. El todo que se sostenía con el trabajo de cada una de las partes, para terminar resultando algo más, un plus valor, que la simple suma de las partes. Alquimistas sociales fascinados con ese descubrimiento tan vulgar: no podemos vivir solos, hasta el pensamiento más íntimo, la fantasía más inconfesable, dependen de lo que los otros hace con y para nosotros. Y eso que rige para la satisfacción de las necesidades más prosaicas - el alimento, el sexo, el abrigo, la conversación distendida en un restorán de mala muerte mientras te miro y me mirás, buscando algo, la gran respuesta a las preguntas informulables -, también rige para esas necesidades espirituales negadas a veces por la mala conciencia - ese libro que quería leer y nunca pude pero que ahora saco de tu biblioteca, en silencio, al irme de tu casa; esos intercambios cómplices de opiniones sobre el mundo, indefendibles pero con el contenido de verdad de las cosas que se hacen sólo entre dos; esos comentarios personales, llenos de pavor y angustia que se formulan con la luz apagada, un poco con la coartada del sueño inminente, un poco como piedrazos que se tiran a una laguna para observar el efecto revulsivo que producen en la quietud del agua estancada.
Y todos esos intercambios, esos lleva y trae, perfectamente reglados, perfectamente encuadrados en el sistema de necesidades que construímos día a día con quienes no son más cercanos. Ondas que se tocan en algún punto, que se intersectan, que se traslapan, que se superan para luego ir desvaneciéndose poco a poco. Un tapiz, un tejido fuerte como la verdad en cuyos dibujos nos buscamos sin descanso.
Y todos esos intercambios, esos lleva y trae, perfectamente reglados, perfectamente encuadrados en el sistema de necesidades que construímos día a día con quienes no son más cercanos. Ondas que se tocan en algún punto, que se intersectan, que se traslapan, que se superan para luego ir desvaneciéndose poco a poco. Un tapiz, un tejido fuerte como la verdad en cuyos dibujos nos buscamos sin descanso.
2 comentarios:
Por fin querido amigo, por fin un escrito que me deslumbra. aunque, supongo, los pensamientos siempre nos maltratan...
Largue la caña la mariposa con miel,el libro de maeterlink,la vida de las abejas,y salga a romper la noche del sabado.
e-l-
Publicar un comentario