sábado, mayo 12, 2007

Filosofía y espíritu de la época

Theodor Adorno está sentado en el sofá de su casa mirando la final de Gran Hermano. Sobre la pantalla del televisor de 14 pulgadas made in China, Mariano Peluffo parece más gordo de lo que es y ocupa, digamos, dos buenos tercios del cristal. Adorno tiene la boca semiabierta y está inmóvil, el control remoto reposa sobre su pantalón de corderoy gastado y con pitucones deshilachados. En sus ojitos alemanes -han visto los desfiles marciales del Reich por los bulevares de Berlín, han visto cómo el agua chocaba contra el Brooklyn Bridge en los años de exilio- Jorge Rial se refleja como un espectro de inagotable energía. Adorno parece muerto, o congelado, o extático. Tiene el rictus del científico demente a quien su criatura acaba de asesinar en un rapto de rebelión. La única luz de la casa es la pantalla. Es también el único sonido. Afuera comienza a hacer un intenso frío.

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Karl Marx desnudo en la cama de un telo. A su lado su mucama, también en bolas, enciende la televisión y pone a Marcelo Tinelli. Unos indigentes bailan la última danza de la Tierra. Algo como una polka, pero también podría ser una cumbia o un chamamé. La chica se entusiasma y le dice ¿puedo ver esto papi? Karl Marx odia con todo su corazón ese programa. Odia aún más a su vociferante conductor. Pero qué mierda, está loco por la nena, se está poniendo viejo y haría cualquier cosa por ella. Negrita de mi corazón.

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Michel Foucault siente un irreprimible deseo de escribir malas palabras sobre la pelada de Jorge Telerman en los afiches de la calle. ¿Tendrá Sindrome de Tourette? A veces no lo aguanta más, se levanta a las tres de la mañana, se pone un sobretodo y una bufanda y busca una calle oscura. Escribe: Chupame la pija, hijo de puta. Lavame sucio. Cabeza de poronga. Más aliviado regresa a su casa, a intentar dormir. También puede dar largos paseos por las plazas vacías, restregándose las manos, culpándose a sí mismo por ser tan débil, recordando su infancia en los Pirineos. Muchachos cargando fardos de heno, jugando al costado de los caminos rurales, trenzados en simulacros de lucha, rodando por la hierba. ¿Qué fue de todos ellos? ¿Dónde están ahora? Quisiera ser chico otra vez.

3 comentarios:

betina dijo...

Hannah Arendt viene de darse una vuelta por los blogs de siempre y, cansada y aburrida de toparse siempre con lo mismo, empieza un nuevo recorrido, link a link por blogs desconocidos.
Llega a este post y sonrie.

mariano dijo...

gracias, hannah, saludos a martin.

Anónimo dijo...

Georg Lukács acude al locutorio. Lleva anotados tres teléfonos. Decidirá por el que le inspire más confianza. La última vez que escogió un "servicio" en base a la tarifa más barata terminó corriendo calle abajo.