martes, abril 17, 2007

Un nuevo realismo

Cuando se habla de realismo en la literatura se entienden cosas distintas según la tradición nacional en la que uno se pare. En la Argentina la literatura realista (o hiperrealista) se ha centrado siempre en los personajes y ambientes de los "márgenes", en las otredades, en el afuera que rodea -o amenaza, o acecha- el centro representado aproximadamente por lo urbano y de clase media. De ahí que el realismo argentino se haya siempre ligado de maneras más o menos conflictivas con la denuncia social o con la pintura de tipos sociales pertenecientes a minorías, clases y grupos no "integrados". Una tradición tal vez más afincada en Zola que en Balzac. Desde Bernardo Verbitsky a Washigton Cucurto cierta idea generalizada en los escritores argentinos liga el desafío del relato realista - en el sentido de tener in mente lo que sea que entienden por realidad- a la reproducción (sermoneante, lúdica o apologética) de textos que merodean con distinto éxito la voz de los "sin voz".
Por el contrario, en la literatura americana el realismo es entendido esencialmente como una puesta en palabras del "estado de la mente colectiva" o, en palabras de Don DeLillo, del fluir de la conciencia de una cultura entera. En este sentido, los americanos no han abandonado la pretensión de construir la Gran Novela que de cuenta del mosaico social y que permita en sus entrecruces el enjuiciamiento de los pensamientos, objetos, sensibilidades, obsesiones y terrores que la sociedad se va relatando a sí misma todos los días. Y para lograrlo halla el camino más accesible en utilizar como protagonistas a personajes que "están dentro del sistema" y cuyo derrotero les permite develar las distintas partes de lo social. Las sátiras de Tom Wolfe, DeLillo, Roth, Updike (y Amis en UK), pero también los delirios de Pynchon, D. Foster Wallace, o J. Kennedy Toole.
Creo que la vía americana al realismo es más efectiva. Es como transitar una gran avenida que atraviesa la ciudad de un lado a otro, algo central pero al mismo tiempo una perspectiva que permite la contemplación de los márgenes, de lo abandonado, de lo exitoso, de lo antiguo, de lo pasajero. La pretensión, nunca alcanzada completamente, de lograr un fresco balzaquiano que diseccione en sus mil partes el cuerpo tendido de la sociedad. En Argentina, con excepción de novelas como El traductor de Salvador Benesdra o Vivir afuera de Fogwill, hay pocas obras que cuenten con esa ambición de llevar a la ficción el estado de situación de una cultura.

3 comentarios:

SL dijo...

sí. Pero tampoco nos pongamos tecnos. Las dos protagonistas femeninas centrales de VAF y Der Übersetzer son marginetas. La de Quiquito, Mariana, es una putita merquera de los barriales de la costa del conurbano sur. La del suicidado, una negrita salteña evangelista sadomaso del barrio de Eleven. Claro: ellas no tienen voz: la de Quiquito habla como Quiquito pero en boca de ella. La evangelista no habla.
Acá toda operación cultural es una traducción politizada, i.e., el poeta beatnik Guevara recorre América a dedo y se hace guerrillero, en vez de hacerse poeta. Si la traducción es literal y apolítica, no funca, i.e., Biblioteca del Sur.

SL dijo...

y otra cosa: "llevar a la ficción el estado de situación de una cultura": no es una frase que le calza perfecto a la obra de Borges?

león herbívoro dijo...

Muy bueno el post.

Sería interesante pensar sobre la Gran novela argentina...

Aira decía -a lo Aira- que la literatura argentina tiene más tendencia al cuento que a la novela. Quizás uno podría pensar esto en esa misma linea.



Saludos.


Pd: Y Los Sorias??