* Ayer vi una película. Ayer vi dos películas. Fue en nuestra amada reunión de ya saben qué -no quiero repetir los improperios que le dediqué hace una año a este noble acontecimiento, supongo que crecí, supongo que me volví más indulgente. La segunda película de la noche se llama AFR y es un documental apócrifo sobre el asesinato de un primer ministro danés. Un primer ministro conservador que manda tropas a Irak, un primer ministro que cualquiera desearía ver muerto. Sin embargo la película esta bien: usa hasta el exceso los recursos del género y sobrecarga la trama de inverosimilitudes que la vuelven casi una parodia. Lo más interesante al fin de cuentas es siempre la ficción y en ese irse al carajo del realismo por exceso está tal vez lo más disfrutable del film. Una fantasía sobre los prósperos, agotados, viejos, demacrados países nórdicos.
** Antes de la proyección alguien dice que el director, lamentablemente, se ha retrasado y no podrá estar presente en la sala. Pienso posibles escenarios que retienen al director danés. Van, lógicamente, bordeando lo obvio: yo perdí la guerra contra el cliché. El danés atado con fundas de almohada a la cama, una puta dominicana y su cómplice desvalijándole la habitación. El acompañante terapéutico del danés -joven psicólogo de una clínica de las afueras de Copenhagen- llorando en el pasillo por la sobredosis que no pudo evitar. Tal vez el tipo odia su película y prefirió quedarse en el hotel mirando televisión o mirando por la ventana como las luces se iban apagando y como los automóviles se iban ralentizando y sintiendo frente a la ventana abierta como el viento se le metía en la camisa y le susurraba que era un fraude, que no valía la pena tanta impostación, que mejor tenderse en la cama de una ciudad desconocida hasta que la hora más oscura, frenética, del alma haya pasado.
*** En un momento de la película un taxi boy dice sobre otro: "yo no les meo encima a los cientes, ni les cago encima, ni les pego: él sí. Y otras cosas también: untarles cemento, por ejemplo. Hay gente a la que le gusta que le unten cemento."
**** Alguien comenta: en estos países la gente se aburre mucho. Yo completaría: frente al aburrimiento de la prosperidad no sólo muere el jacobinismo, no sólo las Biblias revolucionarias se convierten en coffee-books que posan su gesto maldito en bilbliotecas civilizadas -¿acaso un Das Kapital no es un objeto pop?- también se revela el lado oscuro de la farsa democrática, su alquimia que convierte mágicamente consenso en coacción querida, deseada. O, sampleando a Saint-Just: La felicidad es una idea pasada de moda en Europa.
***** Tras el final, nosotros los kirchneristas, nosotros el sistema, nosotros el lado de adentro del sistema, abandonamos rapidamente el cine. Los viejos, supervivientes de la izquierda verduga y de la izquierda víctima, reconvertidos luego a los algodones de la socialdemocracia, ahora militantes unicamente de la izquierda cultural - ese lugar donde no hay barro ni hay tiros- felices con sus mujeres de haber cumplido el rito religioso del cine independiente -¿de qué?-. Los jóvenes, aprendices rápidos de los gestos que les permitirán estar siempre dentro del deber ser cultural, cuerpos educados, cuerpos entrenados en las predisposiciones apropiadas al campo y sus leyes: conocer la medida justa de los entusiasmos, de los halagos, de los comentarios post-film, toda una economía simbólica de los intercambios de pasillo.
Y afuera está la calle. Pero la calle dejó de significar algo relevante hace ya mucho tiempo.
** Antes de la proyección alguien dice que el director, lamentablemente, se ha retrasado y no podrá estar presente en la sala. Pienso posibles escenarios que retienen al director danés. Van, lógicamente, bordeando lo obvio: yo perdí la guerra contra el cliché. El danés atado con fundas de almohada a la cama, una puta dominicana y su cómplice desvalijándole la habitación. El acompañante terapéutico del danés -joven psicólogo de una clínica de las afueras de Copenhagen- llorando en el pasillo por la sobredosis que no pudo evitar. Tal vez el tipo odia su película y prefirió quedarse en el hotel mirando televisión o mirando por la ventana como las luces se iban apagando y como los automóviles se iban ralentizando y sintiendo frente a la ventana abierta como el viento se le metía en la camisa y le susurraba que era un fraude, que no valía la pena tanta impostación, que mejor tenderse en la cama de una ciudad desconocida hasta que la hora más oscura, frenética, del alma haya pasado.
*** En un momento de la película un taxi boy dice sobre otro: "yo no les meo encima a los cientes, ni les cago encima, ni les pego: él sí. Y otras cosas también: untarles cemento, por ejemplo. Hay gente a la que le gusta que le unten cemento."
**** Alguien comenta: en estos países la gente se aburre mucho. Yo completaría: frente al aburrimiento de la prosperidad no sólo muere el jacobinismo, no sólo las Biblias revolucionarias se convierten en coffee-books que posan su gesto maldito en bilbliotecas civilizadas -¿acaso un Das Kapital no es un objeto pop?- también se revela el lado oscuro de la farsa democrática, su alquimia que convierte mágicamente consenso en coacción querida, deseada. O, sampleando a Saint-Just: La felicidad es una idea pasada de moda en Europa.
***** Tras el final, nosotros los kirchneristas, nosotros el sistema, nosotros el lado de adentro del sistema, abandonamos rapidamente el cine. Los viejos, supervivientes de la izquierda verduga y de la izquierda víctima, reconvertidos luego a los algodones de la socialdemocracia, ahora militantes unicamente de la izquierda cultural - ese lugar donde no hay barro ni hay tiros- felices con sus mujeres de haber cumplido el rito religioso del cine independiente -¿de qué?-. Los jóvenes, aprendices rápidos de los gestos que les permitirán estar siempre dentro del deber ser cultural, cuerpos educados, cuerpos entrenados en las predisposiciones apropiadas al campo y sus leyes: conocer la medida justa de los entusiasmos, de los halagos, de los comentarios post-film, toda una economía simbólica de los intercambios de pasillo.
Y afuera está la calle. Pero la calle dejó de significar algo relevante hace ya mucho tiempo.
1 comentario:
Lea su ultimo parrafo, querido Kanal, y dese cuenta de que usted no ha cambiado. A Dios gracias.
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