jueves, diciembre 21, 2006

Louder than bombs

Como los negocios estaban paralizados, la inquietud y una curiosidad estúpida empujaba a todo el mundo fuera de sus casas. El descuido en el arreglo atenuaba la diferencia de los rangos sociales, el odio se ocultaba, las esperanzas se desplegaban, la multitud estaba llena de suavidad. El orgullo de un derecho conquistado alumbraba sus rostros. Se sentía como una alegría de carnaval, las maneras eran de vivac; nada fue tan divertido como el aspecto de París, los primeros días (...).
La razón pública estaba perturbada como después de los grandes trastornos de la naturaleza. Gente de espíritu quedó idiota para toda su vida.
Flaubert, La educación sentimental

Cinco años después ¿qué queda de las jornadas de diciembre de 2001? Leyendo anteayer los comentarios de "destacados intelectuales" en Página 12, parecería existir cierto consenso: ni la catástrofe anunciada, ni la toma del cielo por asalto. Más bien, restauración del llamado orden democrático y gradual salida de la depresión económica. Una vuelta lenta a la normalidad, en la que permanecen, sin embargo, ciertas formas más o menos residuales de intervención pública características de los momentos de agitación. Entonces, ¿debe pensarse el 19 y 20 de diciembre desde un punto de vista arqueológico? ¿Tuvo lugar, realmente, el 19 y 20 de diciembre?
Somos grandes y ya no creemos en los relámpagos de días soleados. Toda revuelta es resultado de procesos lentos de acumulación de fuerzas disruptivas. Las crisis son síntomas y la equivocación mayor que se suele cometer (en el fragor de la batalla, en el espasmo de la pasión, el la ceguera del motín) es tomarlas por inicio de algo cuando en realidad, son más bien el exponente anómalo de una serie mayor en la que se inscriben.
Pero dejemos la jerga pseudoacadémica. Cinco años después estamos viviendo en un país que creció al 9 % durante 4 años seguidos, y derramó beneficios económicos en ciertos sectores. La patria sojera te refriega sus 4x4 en las ciudades prósperas del interior. La clase media alta se sube a la ola del consumismo tecnológico. Las viejas cacerolas decembristas a esta altura ya deben haber sido reemplazadas por modernos ejemplares de teflón. El movimiento sanguíneo de la ciudad exhibe el resultado de la "vuelta a la normalidad". Acá no ha pasado nada, o casi nada.
Quedan, quedarán, los miles de papers, monografías, trabajos prácticos, artículos, compilaciones, documentos, esforzadamente escritos por los intérpretes de diciembre: una masa de intervenciones intelectuales destinadas a no ser leídas, a transitar el camino de interpretar demasiado pronto algo que escapaba de los moldes teóricos prefijados, montañas de expresiones de deseo, wishful thinkings spinozianos. La política real sigue, seguirá por su camino habitual: relaciones de fuerza, el tira y afloje entre lo nuevo y lo viejo, la permanencia de los modos de pensar y actuar, el movimiento perpetuo del avance y el retroceso.
Paremos acá, antes de que la ola del pesismismo sea demasiado grande. Hasta la próxima crisis, amigos, hasta la próxima gran emoción.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te olvidaste de la patria cartonera que te refriega sus 4x4 (dos ruedas+dos piernas) y la clase baja que se sube a la ola del consumismo "pacológico".