we will wade in the shine of the ever
we will wade in the tides of the summer
we will wade in the tides of the summer
Pixies
Esos mensajes que ella me enviaba, ¡ay! cómo los disfrutaba.
Una semana contenían publicidad del Mental Health and Broken Hearts Clinic de Saratoga, FL invitándome a suscribir su seguro de salud; a la otra semana llegaban anunciandome con pompa y circunstancia la salida a la bolsa de las acciones de la compañía Cosmetics, Dog Food & Other Nasty Body's Parts Inc. con sede en los exóticos suburbios de Chippinnewa, CA; unos días más tarde bien podía comunicarse conmigo (¡conmigo!) para darme la buena nueva de cierto artefacto fusiforme con la mágica propiedad de alargar mi parte más intima (descarada...) en unas pocas sesiones de uso intensivo. Así llegaban sus mensajes, uno tras otro, sugiriendome estrategias para mejorar mi salud, mi economía, mi sexualidad. ¿Cómo no estarle agradecido? ¿Cómo no caer perdidamente enamorado ante su atención, ante su desinterasada devoción por mi bienestar?
Y su nombre, claro. Mantra lujurioso que pronunciaba por las noches en mi cama. Allison. Sheena. Mary Ann. Louise. Lo-li-taaaaaaa. Velouria, my Velouria. No me importaba nada esos cambios repentinos de nombre. Los tomaba como una exquisita excentricidad: caprichos de una mujer misteriosa que se enhebraban dentro de una estrategia de seducción a distancia, fatalmente efectiva.
Con un poco de paciencia fui desandando el camino que me conduciría hacia ella. Pasé noches interminables chequeando direcciones de empresas, saltando de un castillo a otro, viajando frente a la pantalla por páginas sórdidas, divertidas, banales, repugnantes, sin salida, abandonadas luego de fiestas movidas, páginas en construcción, entrópicas, laberínticas, vacías por entero salvo pequeños detalles ocultos en lo más bajo de su diseño. Todo aquello que ví en mi peripecia estaba justificado: por las líneas enemigas era capaz de aventurarme con tal de conseguir un dato que me llevara a esos dedos que me enviaban los mensajes. Por fin, obtuve un número de teléfono y una dirección. Por fin podría escuchar su voz, el aire de sus pulmones viajaría miles de kilómetros por cables de cobre, ondas magnéticas, fibras silentes enterradas bajo montañas de cadáveres aún vivos.
Me atendió un maldito contestador automático. Los nervios y la mala calidad de la comunicación me impidieron escuchar bien el mensaje de bienvenida. Cuando oí el bip me precipité a contar quién era yo, con quién quería hablar, cúanto la amaba, cúanto me habían emocionado sus mensajes, cúanto deseaba conocerla y hacerla feliz para el resto de nuestra vida en esta tierra. Por favor, llamame, por favor, por favor.
No dormí esperando la mañana, el momento del día en que sus mensajes acostumbraban aparecer. Pero al mediodía no había ningún mensaje en la bandeja de entrada. A las tres de la tarde tampoco. A las cinco ya había consumido tres paquetes de cigarrillos, destruído cuatro vasos (temblaba), golpeado la pared hasta hacer un pequeño agujero. A las 20:47 (inolvidable hora de la vida) un mensaje ingresó a la casilla.
Sobre un fondo de palmeras y mar azul unas letras formaban las palabras: "El Zopilote Hotel Resort". Y más abajo: "Yucatán, México". Y más abajo: "Donde TODO puede suceder". Y más abajo: "No pierda su lugar en el PARAISO". Y debajo de las palmeras, del mar azul, de la chica en bikini rojo y sombrero de paja que de espaldas a la cámara mira el mar, estaba su nuevo nombre: Shareenna.
No salgo mucho de casa, casi nunca en realidad, pero ahora estoy viajando hacia ella. Usaré un sombrero de paja y una noche bajo la luna -mientras en las montañas selváticas los animales se despedazan mutuamente y los hombres y las mujeres del mundo vagan buscando amor- yo voy a encontrarme con ella.
5 comentarios:
Is she weird, is she wild?
Ella es verde, ella es de Wilde ... hablando en serio, a mi me pasó algo parecido ... cuando tenía 8 años hablaba permanentemente con la chica del 114 "Usted se ha comunicado con el servicio de reparaciones, por favor, disque el número del teléfono descompuesto" ... Ella era rubia, tenia unos 27 años ... decidí ir a buscarla a la salida de su trabajo, en el edificio de ENTEL (ahora Telefónica) de Corrientes y Maipú ...corría el año 86 ... realmente la amaba ... fuimos a comer una muzzarella al palacio de la pizza ... ella hablaba con voz de maquina, como el cantante de los pet shop boys ... pero lo nuestro no podia durar, yo tenia apenas 8 años ... hoy el 114 no existe. Ya no hay lágrimas sobre el teléfono.
si era de entel lo más probable es que fuese una cincuentona pintarrajeada y de ancho trasero típico de empleada pública. Perdón, perdón, por la boutade noventista... yo también extraño esos días dorados de los teléfonos naranjas, los cospeles y las cabinas psicodélicas con techo de acrílico amarillo.
uno tiene la sensación de queshereena no se encontrará en yucatán; pero también tiene la sensación que a él no le importaría, que la buscaría en otro lado.
Estaba citando un tema de Pixies. Me olvidé poner las comillas. Mis comentarios después de las 12 AM no son muy lúcidos (los otros tampoco).
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