miércoles, febrero 22, 2006

Nazional

Cuando Rainer ingresó al Nazional Buenos Aires intuyó que las cosas no iban a ser muy fáciles. Apasionado por la literatura clásica, cualquiera hubiese dicho que el Nazional era el colegio ideal, pero dentro de sus muros la lectura de Horacio, Ovidio y Catulo ya no gozaba de buena fama. Sólo los bustos de piedra de los Muertos Ilustres parecían disfrutar las meditaciones grecolatinas. Sólo el eco de los claustros traía impregnado el sonido de las declinaciones inventadas a orillas del Tíber. Los vivos, entre tanto, practicaban otros placeres: ellos se medían las pijas en los baños; ellas cavilaban extravagantes poses para la fellatio y el cunnilingus. Si Rainer hubiese visto entonces "Saló" hubiera tenido una composición de lugar más acertada. Pero no era el caso, justamente. Ese invierno fueron de campamento a una comarca serrana. Rainer intentaba leer a Tomás de Kempis cuando fue arrojado de su carpa ante la inminencia de una orgía:
- ¡Esto es injusto! -intentó argumentar.
Esa misma noche vio a un poeta hoy famoso escribiendo en la pared del baño: "Le hablo a Dios, pero el cielo está vacío". Un profesor de gramática le vendió a buen precio dos clonazepán, y Rainer se durmió sobre la tierra húmeda pensando en las palabras finales de Epicteto, u otro estoico desdichado como él.

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