martes, diciembre 20, 2005

Hace cuatro años

Para muchos fueron los Diez días que conmovieron al mundo. Para otros se pareció más a El año que vivimos en peligro. La mayoría, supongo, no asoció esos días a ningún libro o película. A fines del año 2001 se percibía en el aire que algo estaba por explotar y mientras se fugaban los dólares y la última esperanza blanca del neoliberalismo argentino se disolvía en el aire viciado de un tumultuoso fin de fete, yo preparaba mi viaje a la patagonia en compañia de mi novia. Esas semanas previas a la caída, por mis preocupaciones desfilaban listas de compras, itinerarios cordilleranos y, claro la ansiedad por ver in situ como el sueño menemista por fin se hacía mil pedazos. Lecturas de la guía YPF y de los documentos de la CTA. Pasajes subrayados de En el camino de Kerouac (¿qué otra lectura encarar ante un viaje de mochilas?) y monografías sobre la deuda externa y la paridad cambiaria.
El 19 los comerciantes de Caballito bajaban sus persianas ante la llegada inminente de los saqueadores del conurbano. La TVE y la CNN vendían al mundo el estallido de una guerra civil que nunca se produjo. En la recordada emisión nocturna de Daniel Hadad se mencionaban ataques a countries a punta de machete. La televisión sabe vender sus productos y aquello debía parecerse a una toma de la Bastilla en menor escala. En la madrugada del 20, luego de la declaración del estado de sitio, las matronas porteñas emularon a sus semejantes chilenas del 73, convirtiendo las baterías de cocina en bocina política. Por la tarde de ese 20 de diciembre y como muchos avancé por las calles de Buenos Aires. Multitud, dijeron luego los filósofos políticos llamando al espectro del holandés de apellido español.
Lo que yo ví fue patrulleros a 200 km por hora por Callao, Una marea humana en Corrientes que ejercía su flujo y reflujo al compás asordinado de las balas policiales. "Hay quilombo en Congreso" "La goma está en la 9 de Julio" "Mataron a uno en Avenida de Mayo" Esa sensación extraña de lugares conocidos sometidos a situaciones nunca vistas, un poco como en el Eternauta con la nieve cayendo sobre la cancha de River. Recuerdo mirar para arriba y ver a los pizzeros de Guerrín enharinados saludando a la multitud sobre Corrientes. Recuerdo las fogatas encendidas, ya entrada la noche, sobre Diaz Velez con grupos girando a su alrededor. Un tipo al lado mío traía la noticia de la renuncia de De la Rua, otro decía que ya estaba todo arreglado para la asunción de Duhalde. En ese momento no lo podíamos creer, pero sucedió. Nunca como entonces vimos que el aprendizaje político se juega en la práctica y que la potencia de la multitud radica en la contundencia de su presencia en los momentos decisivos, pero que esa misma potencia es nada sino se sostiene con el pasar del tiempo. Esos momentos donde lo político no tiene que ver tanto con la toma del poder, sino con el bullir de la sangre y el latir presuroso del corazón.
Volví a casa cansado, pero feliz. Las turbulencias políticas suelen tener el efecto de despertar zonas dormidas y presentar ante nuestros ojos un nuevo horizonte. Por breves instantes todo parece posible y lo conocido se vuelve extravagantes y las preocupaciones ordinarias pasan a segundo plano. ¿Acaso no decía Durkheim que se cometen pocos suicidios en las épocas de agitación social? Yo estaba enamorado y ella me quería y teníamos ante nosotros la perspectiva brillante de todo un verano por delante. No podía pedir mucho más.
Y ahora cuando escribo esto trato de aclarar mis recuerdos sobre aquellos días. Extrañamente, esos días oscuros y caóticos me parecen más felices que los actuales y daría mucho por volver a sentir aquella excitación infantil, aquella confianza en el porvernir, aquel sentimiento glorioso que se experimenta cuando se unen, inesperadamente, la educación política con la educación sentimental.

2 comentarios:

Henry dijo...

Viejo dejese de joder, no estará anhelando un nuevo estallido político-social para enamorarse? Aparte esa perspectiva es poco probable considerando que el partido del General Vvvviró (diría su amigo Capa de arroz) detenta muy saludablemente el poder.

mariano dijo...

Se viene el estallido, se viene el estallido!!!