Yeltsin, traidor/
saludos a Vandor.
miércoles, abril 25, 2007
Los hundidos y los salvados
Mmmmm, no sé muy bien qué anda pasando... No sé si esto que escribo ahora se verá efectivamente, este blog estuvo desaparecido durante varios días.
Hola?
Cri, cri, cri...
Hola?
Cri, cri, cri...
viernes, abril 20, 2007
Para una sociología del mal gusto

Hace unos días en el Evento Que Gracias A Dios Ya Terminó tuvimos la pésima idea de entrar a ver unos cortos (eran gratis) de Jorge Polaco. Lo de pésimo no es por el cine de Polaco, que sin duda me parece horrendo, sino por la "glosa" crítica que le dedicó el presentador (creo que escribe en la revista de un panelista del programa de Pettinato). Esa actitud ¿cómo llamarla? "estoy de vuelta y gracias a eso yo veo en lo que a vos te parece una bazofia un gesto estético contestatario, pero claro que eso es sólo para algunos iniciados". Este individuo invocaba la palabra "camp" para desarticular cualquier argumento acerca de la debilidad y condición fallida del cine de Polaco. Camp. Camp... Un comodín usado frecuentemente por quienes quieren revestir de sofisticación teórica objetos que la mayor parte de las veces han nacido en la ingenuidad de la simple mala factura.
Es interesante el fenómeno propio de los últimos años de los estudiantes y críticos de cine que redescubren en obras siempre consideradas "malas" ciertos atributos estéticos positivos. La palabra bizarro ocupa en este medio tal vez la misma posición (aunque no exactamente el mismo sentido) que Sontag le daba a la palabra camp en los años sesenta. Cine Bizarro. Televisión Bizarra. Actores Bizarros. Cómo diría Flaubert: gente que uno creía perfectamente educada de repente se volvió admiradora de Armando Bo. Jóvenes que abandonaban a Truffaut para lanzarse en los brazos de Roger Corman. Allen Ginsberg podría haber escrito varias remakes de Howl en cineclubs donde se proyectaban setentistas films de la Coca Sarli o de luchadores mexicanos enmascarados o de ninjas monocromáticos.
Por supuesto, todo esto es un "efecto de campo". No tiene que ver con cualidades artísticas redescubiertas sino con poses, gestos y estrategias de posicionamiento en el espacio de los gustos estéticos. Hay una cierta homogeneidad social entre los cultores del cine berreta, ciertas características compartidas en cuanto a la posición que ocupan, edades, condición social, background cultural familiar, etc. Como con cualquier gusto: nada más alejado del libre albedrío y la elección individual, sino pura coacción de fuerzas que predisponen la atracción hacia ciertos objetos y la identificación con ciertas obras.
Nada seduce más que enrrostrarle al otro la posesión de saberes y gustos a priori considerados bajos, para luego de una pausa desgranar un discurso alto que los justifique teóricamente. En el campo del arte rige la ley de la valorización de lo raro, de esa manera se explican las nuevas tendencias y las nuevas sensibilidades que impulsan a los aficionados a las artes a colonizar nuevos territorios y a abandonarlos cuando éstos se han vuelto demasiado concurridos. El amor a lo bizarro, a lo vintage, a lo camp o a lo simplemente malo obedece las reglas de esta dinámica.
La estampita de Sandro que la estudiante de Letras tiene inmantada en su heladera, pronto caerá. Las cintas de películas clase Z que el recién graduado dramaturgo atesora junto a ejemplares de Beckett se enmohecerán. La bandita de chicos de Bellas Artes que pintaba stencils de Mirtha Legrand se disgregará. Otros gustos remplazarán a los viejos y se volverá a creer en ellos con la misma, exacta, fe.
jueves, abril 19, 2007
Michael Moore, te perdonamos
Sí, gordo chanta y teatrero, reconocemos que nos dio un poquito de verguenza ajena cuando te vimos en Bowling for Columbine acosar a Charlton "Ben Hur" Heston con la fotito de la nena masacrada en la escuela, en ese momento -aunque siempre dimos por evidente la locura inherente a America- te tomábamos solamente como el inofensivo lefty que parecías ser.
Estados Unidos es una máquina narrativa: en unos meses tendremos las diferentes versiones fílmicas y novelescas de la masacre de Virginia. Para todos los gustos, habrá dramas blockbuster producidos por Jerry Bruckheimer con Ben Affleck como el guapo psicólogo del asesino y Brittany Murphy en el rol de putesca cheerleader que se salva por poco de las balas del coreano; habrá una versión indie a la Gus Van Sant de Elephant con planos larguísmos y afrancesados y adolescentes agustiados de ser tan ricos y familias disfuncionales y un soundtrack buenísimo con temas de Jesus and Mary Chain, Bloc Party, The Math and Physics Club, Tide, alguno viejo de REM y alguno más hardcore de Slipknot. O por qué no una versión propiamente coreana del tema, ahora que algún delirante menciona a Old Boy como influencia del asesino. Algo bien rebuscado, sangriento, pero al mismo tiempo lírico y estetizado.
Eso es lo genial de USA, hasta el producto más repugnante de su dinámica social, aquello que en otros sitios se tendería a esconder o a remitir como anormalidad extraordinaria e irrepetible, es convertido por arte de magia -vía Hollywood, vía su máquina cultural- en productos no sólo redituables económicamente sino también valorables artísticamente, en muchos casos.
Y cómo en la UBA este tipo de cosas no pasan (¿afortunadamente?) las veremos pronto comodamente desde las butacas del cine.
Estados Unidos es una máquina narrativa: en unos meses tendremos las diferentes versiones fílmicas y novelescas de la masacre de Virginia. Para todos los gustos, habrá dramas blockbuster producidos por Jerry Bruckheimer con Ben Affleck como el guapo psicólogo del asesino y Brittany Murphy en el rol de putesca cheerleader que se salva por poco de las balas del coreano; habrá una versión indie a la Gus Van Sant de Elephant con planos larguísmos y afrancesados y adolescentes agustiados de ser tan ricos y familias disfuncionales y un soundtrack buenísimo con temas de Jesus and Mary Chain, Bloc Party, The Math and Physics Club, Tide, alguno viejo de REM y alguno más hardcore de Slipknot. O por qué no una versión propiamente coreana del tema, ahora que algún delirante menciona a Old Boy como influencia del asesino. Algo bien rebuscado, sangriento, pero al mismo tiempo lírico y estetizado.
Eso es lo genial de USA, hasta el producto más repugnante de su dinámica social, aquello que en otros sitios se tendería a esconder o a remitir como anormalidad extraordinaria e irrepetible, es convertido por arte de magia -vía Hollywood, vía su máquina cultural- en productos no sólo redituables económicamente sino también valorables artísticamente, en muchos casos.
Y cómo en la UBA este tipo de cosas no pasan (¿afortunadamente?) las veremos pronto comodamente desde las butacas del cine.
martes, abril 17, 2007
Un nuevo realismo
Cuando se habla de realismo en la literatura se entienden cosas distintas según la tradición nacional en la que uno se pare. En la Argentina la literatura realista (o hiperrealista) se ha centrado siempre en los personajes y ambientes de los "márgenes", en las otredades, en el afuera que rodea -o amenaza, o acecha- el centro representado aproximadamente por lo urbano y de clase media. De ahí que el realismo argentino se haya siempre ligado de maneras más o menos conflictivas con la denuncia social o con la pintura de tipos sociales pertenecientes a minorías, clases y grupos no "integrados". Una tradición tal vez más afincada en Zola que en Balzac. Desde Bernardo Verbitsky a Washigton Cucurto cierta idea generalizada en los escritores argentinos liga el desafío del relato realista - en el sentido de tener in mente lo que sea que entienden por realidad- a la reproducción (sermoneante, lúdica o apologética) de textos que merodean con distinto éxito la voz de los "sin voz".
Por el contrario, en la literatura americana el realismo es entendido esencialmente como una puesta en palabras del "estado de la mente colectiva" o, en palabras de Don DeLillo, del fluir de la conciencia de una cultura entera. En este sentido, los americanos no han abandonado la pretensión de construir la Gran Novela que de cuenta del mosaico social y que permita en sus entrecruces el enjuiciamiento de los pensamientos, objetos, sensibilidades, obsesiones y terrores que la sociedad se va relatando a sí misma todos los días. Y para lograrlo halla el camino más accesible en utilizar como protagonistas a personajes que "están dentro del sistema" y cuyo derrotero les permite develar las distintas partes de lo social. Las sátiras de Tom Wolfe, DeLillo, Roth, Updike (y Amis en UK), pero también los delirios de Pynchon, D. Foster Wallace, o J. Kennedy Toole.
Creo que la vía americana al realismo es más efectiva. Es como transitar una gran avenida que atraviesa la ciudad de un lado a otro, algo central pero al mismo tiempo una perspectiva que permite la contemplación de los márgenes, de lo abandonado, de lo exitoso, de lo antiguo, de lo pasajero. La pretensión, nunca alcanzada completamente, de lograr un fresco balzaquiano que diseccione en sus mil partes el cuerpo tendido de la sociedad. En Argentina, con excepción de novelas como El traductor de Salvador Benesdra o Vivir afuera de Fogwill, hay pocas obras que cuenten con esa ambición de llevar a la ficción el estado de situación de una cultura.
Por el contrario, en la literatura americana el realismo es entendido esencialmente como una puesta en palabras del "estado de la mente colectiva" o, en palabras de Don DeLillo, del fluir de la conciencia de una cultura entera. En este sentido, los americanos no han abandonado la pretensión de construir la Gran Novela que de cuenta del mosaico social y que permita en sus entrecruces el enjuiciamiento de los pensamientos, objetos, sensibilidades, obsesiones y terrores que la sociedad se va relatando a sí misma todos los días. Y para lograrlo halla el camino más accesible en utilizar como protagonistas a personajes que "están dentro del sistema" y cuyo derrotero les permite develar las distintas partes de lo social. Las sátiras de Tom Wolfe, DeLillo, Roth, Updike (y Amis en UK), pero también los delirios de Pynchon, D. Foster Wallace, o J. Kennedy Toole.
Creo que la vía americana al realismo es más efectiva. Es como transitar una gran avenida que atraviesa la ciudad de un lado a otro, algo central pero al mismo tiempo una perspectiva que permite la contemplación de los márgenes, de lo abandonado, de lo exitoso, de lo antiguo, de lo pasajero. La pretensión, nunca alcanzada completamente, de lograr un fresco balzaquiano que diseccione en sus mil partes el cuerpo tendido de la sociedad. En Argentina, con excepción de novelas como El traductor de Salvador Benesdra o Vivir afuera de Fogwill, hay pocas obras que cuenten con esa ambición de llevar a la ficción el estado de situación de una cultura.
lunes, abril 16, 2007
Yo pisaré las calles nuevamente
"El viaje de vuelta duró siete horas. Los jóvenes socialistas -un instalador de teléfonos de la compañía Verizon, un barman que antiguamente fue una estrella de fútbol en Brown, un profesor en su primer año de docencia- comparaban sus móviles, leían a Marx en ediciones resumidas ('te ahorras el leerte tres tomos de El Capital durante dos años'), unanimemente alababan Friends y discrepaban, según líneas estrictas homo/hétero, sobre los méritos de Xena, Warrior Princess. Hay pocos placeres comparables con el de viajar en un autobús después de anochecer, con un retraso de horas y gente con la que estás de violento acuerdo. Pero al final es inevitable que te depositen de nuevo en la ciudad. La lluvia se congela en el suelo, la nieve cubre la nieve fundida. Tal vez seas todavía una versión de ti mismo, la versión del autobús, la más joven y más roja, mientras esperas el metro para regresar a casa. Pero luego te quitas las capas termales, todavía húmedas, del atuendo del largo día, y ves un tipo de ropa completamente distinta colgada en el armario; y en la ducha estás desnudo y solo."
Jonathan Franzen, "Toma de posesión del Presidente, enero 2001" en Cómo estar solo, Seix Barral, Barcelona, 2003.
domingo, abril 15, 2007
¿Qué pasa cuando las uvas de la ira se secan?
Es una verdadera lástima vivir en estos tiempos desdramatizados, donde la tragedia escasea y la única salida para el pathos acorralado de nuestras vidas es el gesto irónico y pseudo gracioso. Haciendo una digresión, habría que escribir algo acerca del "espíritu de la ironía" y la corrosión del caracter, cómo diría Sennett, que esta acarrea. Sin duda la civilización consiste en ir puliendo nuestros instintos y lograr una sublimación de los mismos que evite, en lo posible, el derramamiento de sangre.
Ahora bien, escribo derramamiento de sangre pensando en Jorge Telerman. Es cómo si una palabra llevara a la otra sin mediación alguna. Pienso en eso carteles horribles, frívolos, inútiles de la Actitud Buenos Aires. Ahora hay uno que dice algo tipo "Buenos Aires Om" e invita a una jornada -libre y gratuita- de relajación oriental en (cuándo no) Palermo. ¿Qué clase de mente enferma puede diseñar una política comunicacional que pase por esas banalidades? Una mente y un cuerpo acostumbrado al confort, a la saciedad, a la vereda luminosa de la vida. Una mente hecha en base a "programas" de sábado a la noche que incluyen esa mezcla tan triste del cosmopolitismo periférico y el sin sentido típico de los habitantes del barrio antes mencionado. Nada que ver con la ciudad bestial que expulsa contingentes de muertos de hambre todos lo días vía el aumento descontrolado de la renta de la tierra y de las propiedades. Nada que ver con las casas que se desmoronan debido a la codicia sin límites de la corporación inmobiliaria, o los asentamientos que se incendian misteriosamente.
El gobierno Telerman es el gobierno de los verdaderos triunfadores post 2001, y para peor, de los triunfadores que se perciben a sí mismos como no-triunfadores (lo que los igualaría subjetivamente con los triunfadores de los 90), como una clase de gente cuyo único capital es cultural, olvidando que en el actual capitalismo la posesión de capital cultural y capital social iguala el valor que en el viejo capitalismo tenía el capital económico. Cómo si poseer una maestría de una universidad del extranjero (pero no una cuenta bancaria taaaan grande) no fuera en los actuales tiempos un indicador más que obvio de una situación privilegiada dentro de la estructura social. A la gente "con capital cultural" habría que recordarle esa frase genial que Bourdieu les dedicaba a los intelectuales: el mayor de sus goces consiste en el olvido de las condiciones sociales que los produjeron como tales.
Y mientras tanto, mientras comen comidas étnicas, mientras salen del cine comentando la última de Kim Ki Duk, mientras se llaman telefónicamente (celularmente) para seguir el programa en la casa de aquellos amigos entrañables, mientras hablan del compañero de facultad que ahora vive en Nueva York y del soporífero atraso en los vuelos de Ezeiza, y de la muestra imperdible que abrió en alguna galería hype, mientras hacen todo eso bajo la mirada de Buda de Jorge Telerman y el mundo se reduce a las manzanas comprendidas entre Córdoba y el río, hay -sin duda que hay- personas para las cuales la vida es algo más y algo menos que un programa feliz de findesemana. Esos no privilegiados, esos que se acuestan temprano, esos que siguen ligando trabajo a algo producido materialmente, esos que no viajan, que no van al cine, que ni siquiera alientan la secreta esperanza de las vacaciones, esos que nunca dicen que están estresados, que dicen más bien que están molidos, que tienen la espalda rota, que tiene los pies a la miseria y luego se ponen a ver antes de dormir a tinelli o a gran hemano o a osvaldo laport en el televisor con una carpetita pedorra encima con adornitos vulgares, con souvenires de alguna fiesta de 15, con una fotito no digital que los chicos se sacaron en el zoológico de florencio varela, y tienen unos pocos libros en el rapiestant donde seguro que no hay ningún kazuo ishiguro ningún nabokov ningún néstor perlongher ningún copi ninguna djuna barnes ningún parís era una fiesta, pero sí alguna enciclopedia de lomo carmesí pero sí algún diccionario pero sí algún manual que los pibes ya no usan o algún libro de enseñanzas para la vida escrito por algún chanta que dice grandes verdades, de esas certeras e incontestables. Y esos son los que antes llamábamos "la sal de la tierra" y ahora son simplemente tierra o ni siquiera eso. Esos son los que heredarían el paraíso que nuestras luchas fallidas (qué suerte tío, qué suerte tía, que no están para ver tanta tristeza ahora) les iba a preparar. Pero ahora ya estamos lejos de que en nuestros corazones resuene algo parecido a la música que John Ford ponía al final de Viñas de ira, cuando Henry Fonda se aleja de la villa miseria y esas estrofas -arriba los parias del mundo/ arriba famélica legión...- dejaban al espectador con el gusto agridulce del magnífico porvenir. Ahora ya hemos desandado tanto el camino que no podríamos encontrar -aún queriéndolo- la buena senda.
Telerman es sólo un nombre. Intercambiable por cualquier otro. Hasta me arrepiento de haberlo mentado, pero ya no tengo ganas de borrarlo. Lo importante es otra cosa. Es saber quienes ganan siempre y quienes pierden siempre. Y lo más difícil es saberlo y no tener el coraje de actuar en consecuencia.
Ahora bien, escribo derramamiento de sangre pensando en Jorge Telerman. Es cómo si una palabra llevara a la otra sin mediación alguna. Pienso en eso carteles horribles, frívolos, inútiles de la Actitud Buenos Aires. Ahora hay uno que dice algo tipo "Buenos Aires Om" e invita a una jornada -libre y gratuita- de relajación oriental en (cuándo no) Palermo. ¿Qué clase de mente enferma puede diseñar una política comunicacional que pase por esas banalidades? Una mente y un cuerpo acostumbrado al confort, a la saciedad, a la vereda luminosa de la vida. Una mente hecha en base a "programas" de sábado a la noche que incluyen esa mezcla tan triste del cosmopolitismo periférico y el sin sentido típico de los habitantes del barrio antes mencionado. Nada que ver con la ciudad bestial que expulsa contingentes de muertos de hambre todos lo días vía el aumento descontrolado de la renta de la tierra y de las propiedades. Nada que ver con las casas que se desmoronan debido a la codicia sin límites de la corporación inmobiliaria, o los asentamientos que se incendian misteriosamente.
El gobierno Telerman es el gobierno de los verdaderos triunfadores post 2001, y para peor, de los triunfadores que se perciben a sí mismos como no-triunfadores (lo que los igualaría subjetivamente con los triunfadores de los 90), como una clase de gente cuyo único capital es cultural, olvidando que en el actual capitalismo la posesión de capital cultural y capital social iguala el valor que en el viejo capitalismo tenía el capital económico. Cómo si poseer una maestría de una universidad del extranjero (pero no una cuenta bancaria taaaan grande) no fuera en los actuales tiempos un indicador más que obvio de una situación privilegiada dentro de la estructura social. A la gente "con capital cultural" habría que recordarle esa frase genial que Bourdieu les dedicaba a los intelectuales: el mayor de sus goces consiste en el olvido de las condiciones sociales que los produjeron como tales.
Y mientras tanto, mientras comen comidas étnicas, mientras salen del cine comentando la última de Kim Ki Duk, mientras se llaman telefónicamente (celularmente) para seguir el programa en la casa de aquellos amigos entrañables, mientras hablan del compañero de facultad que ahora vive en Nueva York y del soporífero atraso en los vuelos de Ezeiza, y de la muestra imperdible que abrió en alguna galería hype, mientras hacen todo eso bajo la mirada de Buda de Jorge Telerman y el mundo se reduce a las manzanas comprendidas entre Córdoba y el río, hay -sin duda que hay- personas para las cuales la vida es algo más y algo menos que un programa feliz de findesemana. Esos no privilegiados, esos que se acuestan temprano, esos que siguen ligando trabajo a algo producido materialmente, esos que no viajan, que no van al cine, que ni siquiera alientan la secreta esperanza de las vacaciones, esos que nunca dicen que están estresados, que dicen más bien que están molidos, que tienen la espalda rota, que tiene los pies a la miseria y luego se ponen a ver antes de dormir a tinelli o a gran hemano o a osvaldo laport en el televisor con una carpetita pedorra encima con adornitos vulgares, con souvenires de alguna fiesta de 15, con una fotito no digital que los chicos se sacaron en el zoológico de florencio varela, y tienen unos pocos libros en el rapiestant donde seguro que no hay ningún kazuo ishiguro ningún nabokov ningún néstor perlongher ningún copi ninguna djuna barnes ningún parís era una fiesta, pero sí alguna enciclopedia de lomo carmesí pero sí algún diccionario pero sí algún manual que los pibes ya no usan o algún libro de enseñanzas para la vida escrito por algún chanta que dice grandes verdades, de esas certeras e incontestables. Y esos son los que antes llamábamos "la sal de la tierra" y ahora son simplemente tierra o ni siquiera eso. Esos son los que heredarían el paraíso que nuestras luchas fallidas (qué suerte tío, qué suerte tía, que no están para ver tanta tristeza ahora) les iba a preparar. Pero ahora ya estamos lejos de que en nuestros corazones resuene algo parecido a la música que John Ford ponía al final de Viñas de ira, cuando Henry Fonda se aleja de la villa miseria y esas estrofas -arriba los parias del mundo/ arriba famélica legión...- dejaban al espectador con el gusto agridulce del magnífico porvenir. Ahora ya hemos desandado tanto el camino que no podríamos encontrar -aún queriéndolo- la buena senda.
Telerman es sólo un nombre. Intercambiable por cualquier otro. Hasta me arrepiento de haberlo mentado, pero ya no tengo ganas de borrarlo. Lo importante es otra cosa. Es saber quienes ganan siempre y quienes pierden siempre. Y lo más difícil es saberlo y no tener el coraje de actuar en consecuencia.
jueves, abril 05, 2007
Sobre una película y nada más
* Ayer vi una película. Ayer vi dos películas. Fue en nuestra amada reunión de ya saben qué -no quiero repetir los improperios que le dediqué hace una año a este noble acontecimiento, supongo que crecí, supongo que me volví más indulgente. La segunda película de la noche se llama AFR y es un documental apócrifo sobre el asesinato de un primer ministro danés. Un primer ministro conservador que manda tropas a Irak, un primer ministro que cualquiera desearía ver muerto. Sin embargo la película esta bien: usa hasta el exceso los recursos del género y sobrecarga la trama de inverosimilitudes que la vuelven casi una parodia. Lo más interesante al fin de cuentas es siempre la ficción y en ese irse al carajo del realismo por exceso está tal vez lo más disfrutable del film. Una fantasía sobre los prósperos, agotados, viejos, demacrados países nórdicos.
** Antes de la proyección alguien dice que el director, lamentablemente, se ha retrasado y no podrá estar presente en la sala. Pienso posibles escenarios que retienen al director danés. Van, lógicamente, bordeando lo obvio: yo perdí la guerra contra el cliché. El danés atado con fundas de almohada a la cama, una puta dominicana y su cómplice desvalijándole la habitación. El acompañante terapéutico del danés -joven psicólogo de una clínica de las afueras de Copenhagen- llorando en el pasillo por la sobredosis que no pudo evitar. Tal vez el tipo odia su película y prefirió quedarse en el hotel mirando televisión o mirando por la ventana como las luces se iban apagando y como los automóviles se iban ralentizando y sintiendo frente a la ventana abierta como el viento se le metía en la camisa y le susurraba que era un fraude, que no valía la pena tanta impostación, que mejor tenderse en la cama de una ciudad desconocida hasta que la hora más oscura, frenética, del alma haya pasado.
*** En un momento de la película un taxi boy dice sobre otro: "yo no les meo encima a los cientes, ni les cago encima, ni les pego: él sí. Y otras cosas también: untarles cemento, por ejemplo. Hay gente a la que le gusta que le unten cemento."
**** Alguien comenta: en estos países la gente se aburre mucho. Yo completaría: frente al aburrimiento de la prosperidad no sólo muere el jacobinismo, no sólo las Biblias revolucionarias se convierten en coffee-books que posan su gesto maldito en bilbliotecas civilizadas -¿acaso un Das Kapital no es un objeto pop?- también se revela el lado oscuro de la farsa democrática, su alquimia que convierte mágicamente consenso en coacción querida, deseada. O, sampleando a Saint-Just: La felicidad es una idea pasada de moda en Europa.
***** Tras el final, nosotros los kirchneristas, nosotros el sistema, nosotros el lado de adentro del sistema, abandonamos rapidamente el cine. Los viejos, supervivientes de la izquierda verduga y de la izquierda víctima, reconvertidos luego a los algodones de la socialdemocracia, ahora militantes unicamente de la izquierda cultural - ese lugar donde no hay barro ni hay tiros- felices con sus mujeres de haber cumplido el rito religioso del cine independiente -¿de qué?-. Los jóvenes, aprendices rápidos de los gestos que les permitirán estar siempre dentro del deber ser cultural, cuerpos educados, cuerpos entrenados en las predisposiciones apropiadas al campo y sus leyes: conocer la medida justa de los entusiasmos, de los halagos, de los comentarios post-film, toda una economía simbólica de los intercambios de pasillo.
Y afuera está la calle. Pero la calle dejó de significar algo relevante hace ya mucho tiempo.
** Antes de la proyección alguien dice que el director, lamentablemente, se ha retrasado y no podrá estar presente en la sala. Pienso posibles escenarios que retienen al director danés. Van, lógicamente, bordeando lo obvio: yo perdí la guerra contra el cliché. El danés atado con fundas de almohada a la cama, una puta dominicana y su cómplice desvalijándole la habitación. El acompañante terapéutico del danés -joven psicólogo de una clínica de las afueras de Copenhagen- llorando en el pasillo por la sobredosis que no pudo evitar. Tal vez el tipo odia su película y prefirió quedarse en el hotel mirando televisión o mirando por la ventana como las luces se iban apagando y como los automóviles se iban ralentizando y sintiendo frente a la ventana abierta como el viento se le metía en la camisa y le susurraba que era un fraude, que no valía la pena tanta impostación, que mejor tenderse en la cama de una ciudad desconocida hasta que la hora más oscura, frenética, del alma haya pasado.
*** En un momento de la película un taxi boy dice sobre otro: "yo no les meo encima a los cientes, ni les cago encima, ni les pego: él sí. Y otras cosas también: untarles cemento, por ejemplo. Hay gente a la que le gusta que le unten cemento."
**** Alguien comenta: en estos países la gente se aburre mucho. Yo completaría: frente al aburrimiento de la prosperidad no sólo muere el jacobinismo, no sólo las Biblias revolucionarias se convierten en coffee-books que posan su gesto maldito en bilbliotecas civilizadas -¿acaso un Das Kapital no es un objeto pop?- también se revela el lado oscuro de la farsa democrática, su alquimia que convierte mágicamente consenso en coacción querida, deseada. O, sampleando a Saint-Just: La felicidad es una idea pasada de moda en Europa.
***** Tras el final, nosotros los kirchneristas, nosotros el sistema, nosotros el lado de adentro del sistema, abandonamos rapidamente el cine. Los viejos, supervivientes de la izquierda verduga y de la izquierda víctima, reconvertidos luego a los algodones de la socialdemocracia, ahora militantes unicamente de la izquierda cultural - ese lugar donde no hay barro ni hay tiros- felices con sus mujeres de haber cumplido el rito religioso del cine independiente -¿de qué?-. Los jóvenes, aprendices rápidos de los gestos que les permitirán estar siempre dentro del deber ser cultural, cuerpos educados, cuerpos entrenados en las predisposiciones apropiadas al campo y sus leyes: conocer la medida justa de los entusiasmos, de los halagos, de los comentarios post-film, toda una economía simbólica de los intercambios de pasillo.
Y afuera está la calle. Pero la calle dejó de significar algo relevante hace ya mucho tiempo.
miércoles, marzo 28, 2007
martes, marzo 27, 2007
Archipiélago Gulash

No sé cómo llego a estos lugares, pero termino encontrándolos. ¡Hasta tiene la musiquita de L'Internationale de fondo! aunque yo preferiría Go West de los Village People para darle un toque más camp.
También es digna de visitar la página del Movimiento Stalin Vive que nos ofrece, entre otras cosas, una opción al decadente e imperialista monopolio de Google llamada "Sabemos tu IP".
viernes, marzo 16, 2007
Los paraísos artificiales
La campaña contra el "paco" que ha iniciado el Gobierno de la Ciudad es inentendible. No sé si vieron los afiches, pero no alcanzo a comprender qué efectividad puede tener ese mensaje sobre la población "en riesgo" a la que supuestamente se dirige. Quiero decir, si esta droga es consumida por los sectores más marginados, más excluídos de la sociedad ¿no deberían usarse esos recursos en políticas, justamente, focalizadas sobre esa población? ¿Quién puede pensar, excepto los cráneos creativos del G. de la Ciudad, que un pibe adicto al paco va a buscar ayuda gracias a los afiches incomprensibles de Telerman? En fin, supongo que algunos piensan que todo se resuelve con comunicación, diseño, y colores visualmente atractivos.
Hasta el pianísimo de la postrera edad (sobre Weber)
El sábado pasado salió en la ñ una entrevista a un alemán (Dick, lo siento pero olvidé tu nombre) especializado en Max Weber. Parece que los estudios que toman a Weber como punto de referencia están cobrando auge, incluso existe una revista académica llamada, creo, Max Weber Studies que reune trabajos de investigadores de distintas partes del mundo. Acá en Buenos Aires, en la lejana y bárbara Buenos Aires (pero te quiero) hay una cátedra de la facultad especializada en el querido Max. Alguna vez, hace mucho pero no tanto, cometí la audacia de publicar un artículo sobre Weber en un libro que editó esta cátedra. No recuerdo mucho lo que escribí, nada más que puse un epígrafe medio de contrabando de Dylan Thomas (tendría que haber puesto uno de Bob Dylan, mejor) y que mientras el país se incendiaba yo escribía sobre el confucianismo y el taoísmo y la imposibilidad del capitalismo en la China imperial - lo que haría cagarse de risa a los camaradas millonarios de Shangai mientras toman merca de la mejor en un rascacielos de 500 pisos que mira hacia la bahía y hacia el más que venturoso Futuro que el Gran Timonel les prometió.
Pero vuelvo a Weber que me sigue pareciendo interesante y vigente. Tal vez esa vigencia reside en el nihilismo que Weber adquirió en sus lecturas juveniles de Nietszche y que a pesar de su prosa seca nunca pudo sacudirse del todo. Digamos, Marx era un iluminista. Marx era un hijo del árbol de la libertad que Hegel plantó una vez en su jardín. Marx creía en el futuro, un futuro incierto, ok, que se desplegaría dialécticamente, bla, bla, bla, pero un futuro sobre el que era posible decir algo. Durkheim era un positivista, un positivista más inteligente que los positivistas bestiales tipo Lombroso, pero positivista al fin. Un laburante esforzado que creía que la sociedad tenía cierta forma y que los cambios seguían determinadas pautas y que con rigurosidad y empeño uno podía, también, decir algo sobre lo que vendrá. Weber en cambio te deja en el páramo de Eliot, Weber no dice nada sobre el futuro. El capitalismo (ese es el tema, ahora y hace 150 años) es una máquina infernal y tiene, al parecer, combustible para rato. Pero también cabe la posibilidad de un cambio radical (la política, la pasión, los iluminados, La Voluntad) que destruya el sistema. Puede pasar o no. Y si pasa, puede ser debido a consecuencias no buscadas de la acción, puede ser un resultado por carambola que rompe toda teleología. Al fin y al cabo, unos boludos que creían que la única manera de complacer a Dios era laburar, laburar y laburar sin descanso y ahorrando cada centavo sin gastarlo en jodas, le dieron el puntapié inicial al capitalismo. ¿Querían eso? No, nada más querían la salvación eterna. Y crearon el infierno en la tierra, pero bué...
Weber, entonces, me cae simpático. Leer a Marx es reconfortante, aún cuando cuenta sobre los niñitos de 7 años explotados en las fábricas de Lancanshire, aún cuando te detalla las torturas a las que sometían a los campesinos para expulsarlos de sus tierras, aún con sus divertidas anécdotas sobre los panaderos que usaban cal y vidrio molido para ahorrar harina, a pesar de eso siempre termina con la moraleja tranquilizadora del dulce porvenir: Marx es el Nuevo Testamento. Weber es el Antiguo Testamento: esperen, esperen tranquilos que Él no vendrá.
Pero estoy exagerando los tantos: Weber y Marx estaban de acuerdo en más cosas de las que vulgarmente se cree. La diferencia entre ellos no es tanto teórica sino de temperamento y generacional: uno escribió en el esplendor del modo de producción, en su fase pionera, aventurera, ascendente; el otro escribió sobre el capitalismo con la catástrofe ante sus ojos, cuando el sistema se había consolidado y había perdido su cara rozagante de reciénllegado. Entre Marx y Weber existe la diferencia entre quien llega a la fiesta al comienzo y quien llega sobre el final: el que está desde el principio todavía confía en que las cosas (con un poco de esfuerzo) se puedan enderezar, el que llega bien entrada la noche se da cuenta que todo está perdido.
Pero vuelvo a Weber que me sigue pareciendo interesante y vigente. Tal vez esa vigencia reside en el nihilismo que Weber adquirió en sus lecturas juveniles de Nietszche y que a pesar de su prosa seca nunca pudo sacudirse del todo. Digamos, Marx era un iluminista. Marx era un hijo del árbol de la libertad que Hegel plantó una vez en su jardín. Marx creía en el futuro, un futuro incierto, ok, que se desplegaría dialécticamente, bla, bla, bla, pero un futuro sobre el que era posible decir algo. Durkheim era un positivista, un positivista más inteligente que los positivistas bestiales tipo Lombroso, pero positivista al fin. Un laburante esforzado que creía que la sociedad tenía cierta forma y que los cambios seguían determinadas pautas y que con rigurosidad y empeño uno podía, también, decir algo sobre lo que vendrá. Weber en cambio te deja en el páramo de Eliot, Weber no dice nada sobre el futuro. El capitalismo (ese es el tema, ahora y hace 150 años) es una máquina infernal y tiene, al parecer, combustible para rato. Pero también cabe la posibilidad de un cambio radical (la política, la pasión, los iluminados, La Voluntad) que destruya el sistema. Puede pasar o no. Y si pasa, puede ser debido a consecuencias no buscadas de la acción, puede ser un resultado por carambola que rompe toda teleología. Al fin y al cabo, unos boludos que creían que la única manera de complacer a Dios era laburar, laburar y laburar sin descanso y ahorrando cada centavo sin gastarlo en jodas, le dieron el puntapié inicial al capitalismo. ¿Querían eso? No, nada más querían la salvación eterna. Y crearon el infierno en la tierra, pero bué...
Weber, entonces, me cae simpático. Leer a Marx es reconfortante, aún cuando cuenta sobre los niñitos de 7 años explotados en las fábricas de Lancanshire, aún cuando te detalla las torturas a las que sometían a los campesinos para expulsarlos de sus tierras, aún con sus divertidas anécdotas sobre los panaderos que usaban cal y vidrio molido para ahorrar harina, a pesar de eso siempre termina con la moraleja tranquilizadora del dulce porvenir: Marx es el Nuevo Testamento. Weber es el Antiguo Testamento: esperen, esperen tranquilos que Él no vendrá.
Pero estoy exagerando los tantos: Weber y Marx estaban de acuerdo en más cosas de las que vulgarmente se cree. La diferencia entre ellos no es tanto teórica sino de temperamento y generacional: uno escribió en el esplendor del modo de producción, en su fase pionera, aventurera, ascendente; el otro escribió sobre el capitalismo con la catástrofe ante sus ojos, cuando el sistema se había consolidado y había perdido su cara rozagante de reciénllegado. Entre Marx y Weber existe la diferencia entre quien llega a la fiesta al comienzo y quien llega sobre el final: el que está desde el principio todavía confía en que las cosas (con un poco de esfuerzo) se puedan enderezar, el que llega bien entrada la noche se da cuenta que todo está perdido.
martes, marzo 13, 2007
No somos nada
La semana pasada se murió Portantiero. Muchos dicen que la muerte de grandes figuras de la sociología argentina estaría dejando vacante el espacio de la reflexión crítica sobre la sociedad argentina. ¿Cómo? Si ahí están las magnas figuras de chipicastillismo para tomar el relevo... A no preocuparse.
lunes, marzo 12, 2007
The Peter Sellers Appreciation Society

Risa en la oscuridad
Lo gracioso fue leer hoy en la revista veintitrés la cantidad de eufemismos, las loables hazañas linguísticas, el tour de force metafórico desplegado para describir el estado alterado en el que se encuentra Maradona -o eso dicen, al menos- por estos días. Por ejemplo:
"Diego, que no se encontraba en un momento de lucidez, cayó al piso..."
"... el Diego de la gente acaba de reincidir otra vez en un camino sinuoso de pendientes pronunciadas." (my favourite one)
"Diego ha perdido otra vez el control de su cuerpo"
Realmente ignoro la razón de por qué resulta impronunciable la palabra cocaína y los periodistas se ven obligados a describir tantos circunloquios a fin de evitar quedar mal con el ex jugador de fútbol. ¿Qué poder tiene Maradona que obliga a tratarlo con la diplomacia sofisticada de las palabras dulces?
En fin, lo más bizarro de la nota en realidad viene al final, cuando una de las viudas maradonianas -un tal Zannoni-, se despacha diciendo: "... quién investigue su vida (la de Maradona, no la de Zannoni) se dará cuenta que él es muy amigo de la ciclotimia. No es culpa de él sino de los extremistas (?)" y remata muy político: "Me animo a pronosticar que en este año electoral un Maradona sano y recuperado puede resultarles muy útil a los que buscan votos en cualquier parte".
Sí, en Gallo y Paraguay sobre todo.
"Diego, que no se encontraba en un momento de lucidez, cayó al piso..."
"... el Diego de la gente acaba de reincidir otra vez en un camino sinuoso de pendientes pronunciadas." (my favourite one)
"Diego ha perdido otra vez el control de su cuerpo"
Realmente ignoro la razón de por qué resulta impronunciable la palabra cocaína y los periodistas se ven obligados a describir tantos circunloquios a fin de evitar quedar mal con el ex jugador de fútbol. ¿Qué poder tiene Maradona que obliga a tratarlo con la diplomacia sofisticada de las palabras dulces?
En fin, lo más bizarro de la nota en realidad viene al final, cuando una de las viudas maradonianas -un tal Zannoni-, se despacha diciendo: "... quién investigue su vida (la de Maradona, no la de Zannoni) se dará cuenta que él es muy amigo de la ciclotimia. No es culpa de él sino de los extremistas (?)" y remata muy político: "Me animo a pronosticar que en este año electoral un Maradona sano y recuperado puede resultarles muy útil a los que buscan votos en cualquier parte".
Sí, en Gallo y Paraguay sobre todo.
miércoles, marzo 07, 2007
Colores Primarios II
Los colores de hoy versan sobre dos ex candidatos a presidente de aquella ya lejana elección del 2003. Y dos futuros candidatos perdidos en la niebla opositora de la era K.
1- Lilita interrumpió su "situación existencial de pensamiento" (tal vez una de las más bizarras frases jamás utilizadas para decir "no tengo la menor idea de qué voy a hacer") para anunciar su desafiliación del partido político creado a su imagen y semejanza. El argumento para justificar su desafiliación es lograr una "equidistancia" que le permita liderar una "gran coalición cívica" que finalmente consiga derrotar a los feos, sucios y vulgares (tan vulgares!) ocupantes del gobierno nacional. O algo así, porque leyendo las declaraciones de Carrió uno no puede dejar de tener la impresión de alguién que ha optado definitivamente por ocupar el lugar de oráculo incuestionable y misterioso que emite directivas hacia sus cada vez más confudidos seguidores. Un lugar sacerdotal, digamos. Un lugar que se sitúa más allá del barro de la política realmente existente. Un lugar cómodo e inofensivo.
Vayamos por partes. Construír un partido político no es fácil: requiere dinero, infraestructura, líderes, cuadros directivos, militantes, adherentes y simpatizantes que se nucleen en torno a -al menos- algunas ideas y sentimientos básicos sobre lo que hubo, hay y/o habría que hacer desde el poder. Si bien el modelo de partido político moderno (weberiano, digamos) ya ha sido erosionado en todas partes del mundo por las fuerzas de los liderazgos mediáticos y la debilidad de las identidades políticas, algunas cosas se mantienen: un partido político debe tener recursos materiales y humanos para salir a pelear un lugar en el espacio público.
Las cosas se complican mucho más si se trata de un partido nuevo que cuenta como activo principal -o único casi- la figura carismática del líder. Y se complica hasta lo indecible si el líder es alguien que te anuncia por los diarios una mañana que ya no pertenece al partido que ella creó. Quiero decir, Leandro Alem pudo pegarse un tiro y la UCR seguir funcionando porque se había dotado de una estructura orgánica y territorial que excedía al líder.
En el caso del ARI es evidente que eso no existe. Es evidente que Carrió ocupa el lugar de líder oracular a quién no se le puede discutir nada porque ella "es" el ARI. De otra manera no se entiende las declaraciones de la secretaria general del partido ante la desafiliación de Carrió: "Es un gesto de generosidad y un testimonio de que la construcción puede ser diferente. El mensaje a la gente es que no habrá disputas por cargos". ¿Cómo no habrá disputas por cargos? ¿Qué otra cosa es un partido político sino una máquina de disputar cargos? ¿No es la lucha por el poder -a través de disputar y ganar cargos- lo que define a un partido político?
Lo más preocupante, en resumen, es la incapacidad de una fuerza política opositora que se plantea como alternativa republicana y en cinco años de existencia no ha logrado producir las más mínimas instancias de debate y democracia internas que le permitan no depender de los caprichos proféticos de su líder.
2- Vamos con López Murphy. Ah, sí! La última esperanza blanca del 2003. El hombre que proclama adustamente su melancolía -otra vez- por los buenos viejos tiempos republicanos perdidos. Porque la Argentina siempre fue un país muy republicano ¿no?. En esto coincide con Carrió: son, a su pesar, viejos mitristas llorando la época austera de las familias distinguidas porteñas ante el avance de los mercaderes roquistas. La diferencia es que mientras Carrió tiene su corte de creyentes incondicionales, López Murphy ve su futuro condicionado a lo que decida el voluble hijo de Franco Macri, y -todos lo sabemos- los simpatizantes de derecha no son tipos muy emocionales que digamos, son pragmáticos y emigrarán a la oferta más rentable en plaza.
Por eso López Murphy va convirtiéndose día a día en una caricatura de sí mismo: el adusto hombre de derechas pero honesto que no se manchará las manos apoyando a cualquier arribista desesperado por poder. Un hombre que se indigna por el clientelismo de Sobisch y el panquequeo de Lavagna y se presenta - nuevamente- como el último popperiano honesto de estas pampas.
Extraña convivencia, esa de la honestidad personal con una trayectoria pública marcada por la solidaridad alevosa con los violadores de derechos humanos (Ministerio de Defensa) y por la aplicación salvaje de la ideología económica neoliberal (Ministerio de Economía). Extraña combinación de virtudes privadas y vicios públicos. Lo que lleva, una vez más, a hacer la pregunta: ¿qué valor político tiene la honestidad personal?, o más brutalmente: ¿qué destino tienen las construcciones políticas fundadas exclusivamente en la virtud privada de los hombres?
1- Lilita interrumpió su "situación existencial de pensamiento" (tal vez una de las más bizarras frases jamás utilizadas para decir "no tengo la menor idea de qué voy a hacer") para anunciar su desafiliación del partido político creado a su imagen y semejanza. El argumento para justificar su desafiliación es lograr una "equidistancia" que le permita liderar una "gran coalición cívica" que finalmente consiga derrotar a los feos, sucios y vulgares (tan vulgares!) ocupantes del gobierno nacional. O algo así, porque leyendo las declaraciones de Carrió uno no puede dejar de tener la impresión de alguién que ha optado definitivamente por ocupar el lugar de oráculo incuestionable y misterioso que emite directivas hacia sus cada vez más confudidos seguidores. Un lugar sacerdotal, digamos. Un lugar que se sitúa más allá del barro de la política realmente existente. Un lugar cómodo e inofensivo.
Vayamos por partes. Construír un partido político no es fácil: requiere dinero, infraestructura, líderes, cuadros directivos, militantes, adherentes y simpatizantes que se nucleen en torno a -al menos- algunas ideas y sentimientos básicos sobre lo que hubo, hay y/o habría que hacer desde el poder. Si bien el modelo de partido político moderno (weberiano, digamos) ya ha sido erosionado en todas partes del mundo por las fuerzas de los liderazgos mediáticos y la debilidad de las identidades políticas, algunas cosas se mantienen: un partido político debe tener recursos materiales y humanos para salir a pelear un lugar en el espacio público.
Las cosas se complican mucho más si se trata de un partido nuevo que cuenta como activo principal -o único casi- la figura carismática del líder. Y se complica hasta lo indecible si el líder es alguien que te anuncia por los diarios una mañana que ya no pertenece al partido que ella creó. Quiero decir, Leandro Alem pudo pegarse un tiro y la UCR seguir funcionando porque se había dotado de una estructura orgánica y territorial que excedía al líder.
En el caso del ARI es evidente que eso no existe. Es evidente que Carrió ocupa el lugar de líder oracular a quién no se le puede discutir nada porque ella "es" el ARI. De otra manera no se entiende las declaraciones de la secretaria general del partido ante la desafiliación de Carrió: "Es un gesto de generosidad y un testimonio de que la construcción puede ser diferente. El mensaje a la gente es que no habrá disputas por cargos". ¿Cómo no habrá disputas por cargos? ¿Qué otra cosa es un partido político sino una máquina de disputar cargos? ¿No es la lucha por el poder -a través de disputar y ganar cargos- lo que define a un partido político?
Lo más preocupante, en resumen, es la incapacidad de una fuerza política opositora que se plantea como alternativa republicana y en cinco años de existencia no ha logrado producir las más mínimas instancias de debate y democracia internas que le permitan no depender de los caprichos proféticos de su líder.
2- Vamos con López Murphy. Ah, sí! La última esperanza blanca del 2003. El hombre que proclama adustamente su melancolía -otra vez- por los buenos viejos tiempos republicanos perdidos. Porque la Argentina siempre fue un país muy republicano ¿no?. En esto coincide con Carrió: son, a su pesar, viejos mitristas llorando la época austera de las familias distinguidas porteñas ante el avance de los mercaderes roquistas. La diferencia es que mientras Carrió tiene su corte de creyentes incondicionales, López Murphy ve su futuro condicionado a lo que decida el voluble hijo de Franco Macri, y -todos lo sabemos- los simpatizantes de derecha no son tipos muy emocionales que digamos, son pragmáticos y emigrarán a la oferta más rentable en plaza.
Por eso López Murphy va convirtiéndose día a día en una caricatura de sí mismo: el adusto hombre de derechas pero honesto que no se manchará las manos apoyando a cualquier arribista desesperado por poder. Un hombre que se indigna por el clientelismo de Sobisch y el panquequeo de Lavagna y se presenta - nuevamente- como el último popperiano honesto de estas pampas.
Extraña convivencia, esa de la honestidad personal con una trayectoria pública marcada por la solidaridad alevosa con los violadores de derechos humanos (Ministerio de Defensa) y por la aplicación salvaje de la ideología económica neoliberal (Ministerio de Economía). Extraña combinación de virtudes privadas y vicios públicos. Lo que lleva, una vez más, a hacer la pregunta: ¿qué valor político tiene la honestidad personal?, o más brutalmente: ¿qué destino tienen las construcciones políticas fundadas exclusivamente en la virtud privada de los hombres?
sábado, marzo 03, 2007
viernes, marzo 02, 2007
martes, febrero 27, 2007
Colores Primarios
Qué suerte que Macri nos avisó que no todo el mundo vive en Callao y Alvear. Gracias, Mauricio. No lo sabíamos hasta ayer.
Alguna vez habría que escribir algo sobre lo extraña que resulta la retórica política de Macri. Ayer mismo, durante su "lanzamiento", mezcló alusiones a Martín Palermo y la película Happy Feet, con un escenario que pretendía demostrar la decadencia urbana actual (pregunta: ¿cuándo Macri señalaba el paisaje que lo rodeaba y decía: “Desde acá, mostrando lo que queremos erradicar, les decimos se puede”, se refería al basural a sus espaldas o al Sur de la ciudad in toto?).
Macri utiliza permanentemente un tono de niño hastiado de que sus compañeritos no le hagan suficiente caso y no reconozcan su supuesto liderazgo natural. Además se le nota mucho el esfuerzo que hace para parecer simpático y décontracté... ¡La lavandina que habrá usado ayer al llegar a su casa para sacarse de encima todo vestigio de Villa Lugano!
Alguna vez habría que escribir algo sobre lo extraña que resulta la retórica política de Macri. Ayer mismo, durante su "lanzamiento", mezcló alusiones a Martín Palermo y la película Happy Feet, con un escenario que pretendía demostrar la decadencia urbana actual (pregunta: ¿cuándo Macri señalaba el paisaje que lo rodeaba y decía: “Desde acá, mostrando lo que queremos erradicar, les decimos se puede”, se refería al basural a sus espaldas o al Sur de la ciudad in toto?).
Macri utiliza permanentemente un tono de niño hastiado de que sus compañeritos no le hagan suficiente caso y no reconozcan su supuesto liderazgo natural. Además se le nota mucho el esfuerzo que hace para parecer simpático y décontracté... ¡La lavandina que habrá usado ayer al llegar a su casa para sacarse de encima todo vestigio de Villa Lugano!
lunes, febrero 26, 2007
Gente que no
Leía un comentario dejado en este blog sobre el affaire Di Nucci (qué lindo, qué culto, es eso de usar affaire, hace sentir al más humilde un furioso dreyfusard). No puedo dejar de estar de acuerdo con la reflexión del comentador. Efectivamente el plagio supone un trabajo: buscar el objeto a plagiar, seleccionarlo cuidadosamente, enmascararlo, apropiárselo, montarlo y unirlo al resto del texto borrando sus límites. Es un trabajo, casi, de amor. ¿Para qué decir con otras palabras lo que ya está bien dicho? ¿Si encaja tan bien en nuestro universo, no es acaso que nos pertenece también a nosotros? Si de lo que se trata es de literatura, ¿qué tiene que ver aquí la moral del copyright, la celosa custodia de palabras, sólo palabras?
Un sujeto cuyo único mérito ha sido ganarle un juicio civil a un gran escritor dice: "Sergio Di Nucci es un vulgar ladrón. Un plagiero. No parecía escritor, porque no es escritor." Y luego agrega, en una pausa de sus cómodas vacaciones frente al mar, justo antes de quitarse la arena de los pies: "No queremos a este imbécil en la literatura argentina". Evidentemente los largos años dedicados a transitar tribunales y trasegar expedientes le han adherido la firme creencia en la judicialización de la literatura. Para Nielsen y otros indignados buenos ciudadanos, los libros de ficción deben analizarse, ante todo, con el Código Civil en la mano. Por otra parte, ¿qué es eso de "no parecía escritor"? ¿Cuál es el physique du rol de un escritor? ¿Nielsen cumple con esos requisitos?
El único valor que debe considerarse a la hora de juzgar un libro es su eficacia poética. Lo demás es campo para los policías y jueces amigos del señor N.
Un sujeto cuyo único mérito ha sido ganarle un juicio civil a un gran escritor dice: "Sergio Di Nucci es un vulgar ladrón. Un plagiero. No parecía escritor, porque no es escritor." Y luego agrega, en una pausa de sus cómodas vacaciones frente al mar, justo antes de quitarse la arena de los pies: "No queremos a este imbécil en la literatura argentina". Evidentemente los largos años dedicados a transitar tribunales y trasegar expedientes le han adherido la firme creencia en la judicialización de la literatura. Para Nielsen y otros indignados buenos ciudadanos, los libros de ficción deben analizarse, ante todo, con el Código Civil en la mano. Por otra parte, ¿qué es eso de "no parecía escritor"? ¿Cuál es el physique du rol de un escritor? ¿Nielsen cumple con esos requisitos?
El único valor que debe considerarse a la hora de juzgar un libro es su eficacia poética. Lo demás es campo para los policías y jueces amigos del señor N.
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