viernes, abril 20, 2007

Para una sociología del mal gusto


Hace unos días en el Evento Que Gracias A Dios Ya Terminó tuvimos la pésima idea de entrar a ver unos cortos (eran gratis) de Jorge Polaco. Lo de pésimo no es por el cine de Polaco, que sin duda me parece horrendo, sino por la "glosa" crítica que le dedicó el presentador (creo que escribe en la revista de un panelista del programa de Pettinato). Esa actitud ¿cómo llamarla? "estoy de vuelta y gracias a eso yo veo en lo que a vos te parece una bazofia un gesto estético contestatario, pero claro que eso es sólo para algunos iniciados". Este individuo invocaba la palabra "camp" para desarticular cualquier argumento acerca de la debilidad y condición fallida del cine de Polaco. Camp. Camp... Un comodín usado frecuentemente por quienes quieren revestir de sofisticación teórica objetos que la mayor parte de las veces han nacido en la ingenuidad de la simple mala factura.
Es interesante el fenómeno propio de los últimos años de los estudiantes y críticos de cine que redescubren en obras siempre consideradas "malas" ciertos atributos estéticos positivos. La palabra bizarro ocupa en este medio tal vez la misma posición (aunque no exactamente el mismo sentido) que Sontag le daba a la palabra camp en los años sesenta. Cine Bizarro. Televisión Bizarra. Actores Bizarros. Cómo diría Flaubert: gente que uno creía perfectamente educada de repente se volvió admiradora de Armando Bo. Jóvenes que abandonaban a Truffaut para lanzarse en los brazos de Roger Corman. Allen Ginsberg podría haber escrito varias remakes de Howl en cineclubs donde se proyectaban setentistas films de la Coca Sarli o de luchadores mexicanos enmascarados o de ninjas monocromáticos.
Por supuesto, todo esto es un "efecto de campo". No tiene que ver con cualidades artísticas redescubiertas sino con poses, gestos y estrategias de posicionamiento en el espacio de los gustos estéticos. Hay una cierta homogeneidad social entre los cultores del cine berreta, ciertas características compartidas en cuanto a la posición que ocupan, edades, condición social, background cultural familiar, etc. Como con cualquier gusto: nada más alejado del libre albedrío y la elección individual, sino pura coacción de fuerzas que predisponen la atracción hacia ciertos objetos y la identificación con ciertas obras.
Nada seduce más que enrrostrarle al otro la posesión de saberes y gustos a priori considerados bajos, para luego de una pausa desgranar un discurso alto que los justifique teóricamente. En el campo del arte rige la ley de la valorización de lo raro, de esa manera se explican las nuevas tendencias y las nuevas sensibilidades que impulsan a los aficionados a las artes a colonizar nuevos territorios y a abandonarlos cuando éstos se han vuelto demasiado concurridos. El amor a lo bizarro, a lo vintage, a lo camp o a lo simplemente malo obedece las reglas de esta dinámica.

La estampita de Sandro que la estudiante de Letras tiene inmantada en su heladera, pronto caerá. Las cintas de películas clase Z que el recién graduado dramaturgo atesora junto a ejemplares de Beckett se enmohecerán. La bandita de chicos de Bellas Artes que pintaba stencils de Mirtha Legrand se disgregará. Otros gustos remplazarán a los viejos y se volverá a creer en ellos con la misma, exacta, fe.

4 comentarios:

AL-JAZERRA dijo...

no olvidarse de las criticas de diego curubetto en el diario ambito y sus libros sobre lo camp, y lo bizarro. alejandro

Anónimo dijo...

me parece una pelotudez lo que escribiste, segui leyendo fotocopias borrosas de letra chiquita, que los comentarios inteligentes se los dejamos a otro.

mariano dijo...

rajá, boludito, rajá

Henry dijo...

Que costumbre esta de los anonimos! No entiendo que se pueda ser tan pelotudo de criticar poniendo "pepe".
Saludos.