"Hegel dice en alguna parte que la historia se repite dos veces: una como tragedia y otra como farsa." Cuando Rainer leyó estas líneas tenía 19 años y había ingresado recientemente a la Facultad. No las leyó donde, todos lo sabemos, fueron colocadas por el místico alemán de iniciales K. M., su famoso folleto Der 18 Brumaire des Louis Napoleon (Die Revolution, New York, 1852), sino en los azulejos del baño del tercer piso de la Facultad, medio escondidos entre el número telefónico de un chupapijas desesperado, un dibujito de una relación sodomita y un "Atlanta Rules!". Esta bien la frase, pensó Rainer, pero ¿quién determina cuál es la tragedia y cuál la farsa? ¿es sólo la sucesión cronológica tragedia - farsa la que nos permite identificarlas? ¿todo lo anterior sería tragedia, todo lo posterior sería farsa? La niñez sería, bajo esta curiosa óptica, pensaba Rainer ya saliendo del baño, la verdadera tragedia del hombre, su punto de máxima hondura y patetismo; la adultez sólo una sucesión de ridículos intentos por emular esos años, por volver vivo lo ya muerto.
Pero la vida universitaria se agitaba en los mares profundos y oscuros de la lucha política, y no había tiempo para especulaciones metafísicas. La Banda del Buho de Minerva, como se conocía a la fracción rouge más radical, intentaba tomar los claustros denunciando el despido del cura Dry, antiguo profesor de teología, por enseñar la ligazón esencial entre los Rollos del Mar Muerto y la polítca latinoamericana de los años 70. "Empiriocriticismo" gemían. "Racionalismo burgués". "Materialismo antiespiritualista". Vagaban por los claustros munidos de pequeñas biblias provistas por la gente de la Iglesia Brasilera del Reino de Dios. "Proletarios del mundo, Paren de Sufrir" era una de sus consignas. A veces se enfrentaban en un pasillo a la Banda de los Hermanos Cínicos, agrupación formada por los remanentes averiados de la antigua Banda del Color Morado y por los restos del naufragio de la VI Internacional Liberal. "Larga vida a los mártires de todas las Revoluciones fallidas", "Vivan los muertos de los gobiernos inconclusos", "Acordaos de los niños que tienen tristeza", esas era algunas de las consignas de los Cínicos. Y bajando las escaleras uno se internaba en el territorio, en el gueto, de otra agrupación: la Banda de los Hombres Decididos, éstos tenían las cosas más claras y sólo propugnaban que los dejaran en paz y lucrando con el negocio de las fotocopias y la organización de fiestas con cerveza a 1 peso el vasito. Rainer los fue conociendo a todos a medida que se veía envuelto en las escaramuzas de los pasillos de la Facultad, en las pequeñas batallas, en las incursiones fríamente planificadas a territorio enemigo, en las desorganizadas retiradas después de la derrota. No simpatizaba con ningún grupo, aunque lo atraía estéticamente un insignificante grupúsculo llamado Pequeño Ejército de los Chicos y Chicas Desesperados por Amor, Valor y Compasión, de inspiración claramente cheeveriana y desviacionista.
Una noche las clases se suspendieron al correrse la noticia de un incendio que había destruido el restó de la Facultad. "Maniobra claramente antipopular, alentada por los elementos más peligrosos del lumpenproletariado antiproletario rémora de instituciones precapitalistas como el impuesto en corvea, el matrimonio entre primos cruzados y el paganismo pitagórico/neoplatónico" dijeron el padre Dry y sus discípulos de la Banda del Buho de Minerva, mientras buscaban el versículo exacto en las epístolas de San Pablo o Sao Paulo según las biblias brasileras. "Operación de vicitimización autoconsciente por parte de los stalinistas de siempre, que no aprendieron las lecciones del XX Congreso del Partido ni las lecciones de los muros que cayeron, que siguen creyendo en el movimiento a motor diesel de la Historia" retrucaron los Hermanos Cínicos. La Banda de los Hombres Decididos, en tanto, lloraba por los jornales caídos ante el siniestro. El Pequeño Ejército cheeveriano-desviacionista se dispersaba a los bares cercanos para hacer los que hacían siempre: llorar, reir, hablar, brindar, consolarse mutuamente ante el horror del mundo que los perseguía como una mala sombra donde quiera que fuesen.
Rainer subió al baño del tercer piso e intentó escribir una nueva frase en los azulejos: "la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos". Un escudito de Almirante Brown, el teléfono de una puta solitaria y otras frases llenas de locura y amor, no le dejaron ningún espacio.
3 comentarios:
che, que los links abran otra ventana también es una grasada
¿Por? yo que estaba tan feliz con mi "innovación"...
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