viernes, enero 06, 2006
Una excursión a los indios playeros
En esas franjas marrones de la costa bonaerense (donde llegar implica pasar por pueblos empapelados con el rostro de la primera dama y de la ex primera dama, ajados por el sol y la lluvia), en esas franjas de pueblos a medio construir con sus edificaciones hechas para tres meses, sus paradores de madera terciada; sus peatonales de niñas adolescentes con pieles quemadas, cabellos mojados y bombachitas blancas asomando apenas por el tiro bajo del pantalón; sus hoteles donde lloran niños asustados por la inmensidad del océano y padres que elaboran complejas maniobras para quedarse 15 minutos solos y efectuar el santísimo coito; en esos balnearios donde una ficha de metegol o tejo en el pseudo sacoa equivale al postre antes de dormir y las familias comprenden con horror que deben convivir las 24 horas uno arriba del otro, sin escapatoria, sin salida, sin intimidad; en esos lugares dados a lo que un cínico podría llamar infierno pequeñoburgués donde las horas son cronometradas con mayor exactitud que en una fábrica de textil de Lancanshire; en esos lugares decía, el buensalvaje que es quién escribe esto, la pasó bastante bien. Tomó sol el buensalvaje, se bañó en el mar de los sargazos y despuntó el vicio en un viejo tetris de la época de Breshnev. No hizo mucho más. O sí, pero eso está por verse.
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4 comentarios:
Por que deja a la "blogaudiencia" con el suspenso? Es que pudo acometer a alguna muchachuela entre los inexistentes médanos, o lo suyo es supenso ad pedum?
Alerta, está Ud. en el Conurbano Bonaerense.
En territorio bonaerense, sí. Me lo confirman los policías con cara de haber participado fallidamente del casting de Bad Lieutenant para acompañar a Harvey Keitel. Pero junto al mar. Rabas, adolescentes bronceadas (sí, siempre vuelvo al mismo tópico) y cubiertas de vidrio en los porteros eléctricos pueden atestiguarlo.
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