domingo, enero 29, 2006
¿Un libro? Los Siete Pilares de la Sabiduría
Esa pregunta tan de revista Gente de la década del 80: ¿cuál es su libro preferido? Nunca la pude responder, en primer lugar porque preguntar por sólo un libro (o una película) me traba instantáneamente y los días subsiguientes me arrepiento de no haber nombrado este o aquel libro fundamentales de los cuales no podría prescindir. ¿Qué libro te llevarías a una isla desierta? Bueno, en realidad me llevaría un botiquín y una botella de JB, que serían tanto más útiles.
Pero como no estamos en una isla desierta, sino en una ciudad muy poblada y caótica, el libro que elijo, el que salvaría de un hipotético incendio sería Los siete pilares de la sabiduría de T.E. Lawrence. Lo quise leer desde los 16 años cuando vi por primera vez Lawrence de Arabia de David Lean pero lo conseguí recién hace poco más de un año. Un libro infinito como el desierto saudí, un libro que es al mismo tiempo memorial de guerra, tratado antropológico, ensayo moral, diario de viaje y novela épica. Un libro que te lleva a parajes extraños y desolados no por su conformación geográfica (los desiertos árabes) sino por el ejercicio autodestructivo e impiadoso que ejerce T. E. en cada página. Nunca una autobiografía fue más cruel con su autor, nunca un escritor se expuso tan impúdicamente como en los Siete Pilares lo hace Lawrence.
Hijo bastardo de un rico propietario galés, arquéologo oxfordiano, políglota, traductor de la Odisea de Homero, soldado destacado en Egipto, a los 28 encabeza la rebelión árabe contra el imperio otomano, a los 30 libera Damasco con su éjercito de beduinos aguándole la fiesta a los tropas de la Reina. Comprometido con la causa árabe aún sabiendo que ingleses y franceses los iban, inevitablemente, a traicionar, Lawrence dinamita puentes y locomotoras, se autoflagela por su deseo homosexual ante las pieles moras, es torturado por los turcos y descubre en las arenas de Arabia el perfecto escenario para desaparecer completamente, para hundirse en la nada abismal que su angustia mental reclamaba. Ultimo victoriano, dandy wildeano atormentado, erudito renacentista, héroe de la liberación islámica, infiel entre los fieles, intelectual armado de fusíl, guerrillero que recitaba a Byron, Lawrence pertence a esa estirpe de escritores que escriben a pesar suyo, que escriben para desaparecer, para ser olvidados.
Para terminar transcribo un fragmento del poema de Lawrence que él coloca como invocación al inicio de los Siete Pilares:
Me pidieron los hombres que alazase nuestro monumento, la casa inviolada
en tu recuerdo.
Pero, para hacer la obra justa, la convertí en un fracaso, la dejé inacabada:
y ahora bullen esos minúsculos seres y apañan sus chozas
en la sombra y la ruina
del don que yo te había destinado.
Que Alá, Lawrence y Peter O'Toole nos protejan.
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