lunes, enero 23, 2006

La leyenda del indomable sociólogo (continuación)


Aquí vía Perfil y vía monolingua un clavo más en el ataúd del profesor Fogwill.
Ya hemos departido amablemente en este espacio (ver más abajo un post al respecto) acerca de este personaje que despierta desde hace casi treinta años las pasiones bajoventrales de las estudiantes de letras y los terrores bienpensantes de los escribas del lugar común. Fogwill genera miedo y calentura, lo cual no deja de ser llamativo en un campo tan dado a gestos pacíficos y superados como el espacio literario. Hay toda una leyenda Fogwill sustentada (como toda leyenda) no tanto en sus textos sino en lo que pensamos y especulamos sobre Fogwill quienes no lo conocemos. Está esa foto de los ochenta de un Fogwill con ojos de alucinado y melena parnasiana; están sus intercambios de mails con chicas entre lo jocoso y lo babeante; están las sobremesas con amigos en que deliramos acerca de los excesos de Fogwill, no sin admiración; están sus arranques patoteriles frente a críticas adversas (buscar, por ejemplo, las cartas cruzadas entre Quintín, Link y Fogwill sobre Vivir afuera) y sus declaraciones incomprensibles como aquella culpando a la industria de la pirotecnia por los sucesos de Cromañón, en un reportaje del canal Ciudad Abierta. Está ese uso de su apellido, despojado de los nombres de pila, que lo emparenta con ciertos iconos de la música pop (¿acaso llamarse Fogwill a secas no es similar a llamarse Morrissey a secas, o Madonna o Prince a secas?).
Todos elementos que se van inflando mutuamente para componer en nuestras mentes una imagen de Fogwill como sujeto extraño, como rara avis literaria, como objeto interesante sobre el cual apasionarse y discutir. En este sentido, Fogwill no es Aira. ¿Quién va enredarse en una charla sobre el ermitaño de Flores, barrio aburrido y clasemediero si los hay? En cambio, la invocación del nombre "Fogwill" siempre es acompañada por sintagmas peligrosos y estimulantes: cocaína, reviente, marketing, masturbación, servicios de inteligencia, literatura y sociología. Literatura y sociología. Dos mundos de la experiencia sensible que Fogwill ha explorado en solitario y que lo convierten (más allá y más acá de nuestras fantasías) en una referencia ineludible a la hora de revisar territorios peligrosos como la dictadura, las organizaciones armadas, los años 90, los entrecruzamientos de clases sociales, la vida urbana, las grandes corporaciones y el dinero, el sexo y el lenguaje.
Por todo eso seguimos leyendo a Fogwill y nos dejamos inocular por su venenosa visión de las cosas; por todo eso deseamos y fantaseamos que algún día sea lectura obligatoria en la ex maternidad de la calle Marcelo T. de Alvear. ¿Fogwill decano de Sociales? Sería un cago de risa.

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