Cómo pega Quintín. Al menos cumple la función de avisarnos a que taller no ir. Sin conocer el taller de Paszkowski, concuerdo en la crítica a esa visión de la literatura como obra de relojería que muchos "maestros" inculcan a sus alumnos. Supongo que esto se debe a que es mucho más fácil enseñar ciertos yeites, ciertas técnicas, ciertos "efectos" que incentivar la vena literaria (o el talento, para hablar mal y pronto) de los alumnos. De esta manera se obtienen relatos correctos, bien construídos, con personajes delineados y remates sorprendentes, pero nos quedamos sin eso que es lo más importante de una obra: el estilo personal, las arbitrariedades, las licencias, el lenguaje personal. Son como los productores discográficos que sueñan con la canción pop perfecta. Y las canciones pop perfectas habitualmente terminan sonando en los cumples de 15, en los casamientos o en las radios berretas.
Creo que lo más atractivo de la literatura está en esas imperfecciones que la pedagogía de los talleres se esfuerzan por borrar. Celine, Arlt, Lamborguini, Burroughs, por ejemplo, no son escritores "perfectos" están llenos de huecos, de personajes injustificables, de anécdotas sin remate, de inexactitudes. Los leemos porque sus libros son superiores a cualquier amaneramiento, a cualquier "cuidado" técnico. En ellos late algo parecido a la verdad, a la sustancia de que está hecha la vida. Son una voluntad de creación que se niega a mirar hacia atrás para corregir, tachar, depurar. Primero publicar, después escribir. En el mejor de los sentidos.
Creo que lo más atractivo de la literatura está en esas imperfecciones que la pedagogía de los talleres se esfuerzan por borrar. Celine, Arlt, Lamborguini, Burroughs, por ejemplo, no son escritores "perfectos" están llenos de huecos, de personajes injustificables, de anécdotas sin remate, de inexactitudes. Los leemos porque sus libros son superiores a cualquier amaneramiento, a cualquier "cuidado" técnico. En ellos late algo parecido a la verdad, a la sustancia de que está hecha la vida. Son una voluntad de creación que se niega a mirar hacia atrás para corregir, tachar, depurar. Primero publicar, después escribir. En el mejor de los sentidos.
2 comentarios:
Estoy de acuerdo contigo en que, muchas veces, lo "perfecto" no late. Supongo que el equilibrio estaría en escribir con voz propia y desde las vísceras, pero dominando la técnica. Luego, se puede jugar con la técnica, pero sólo si se domina. Como sólo se puede uno saltar las reglas si las conoce (porque si no las conoce, entonces no puede decir que se las salte). En fin, que yo estaba escaldada de talleres literarios varios hasta que una amiga me recomendó la Escuela Contemporánea de Humanidades (http://www.escuelacontemporanea.com/). Me abreron ventanas que no sabia q existían. Te recomiendo que eches un vistazo a lo que hacen. Un saludo y ánimo con el blog!
gracias lola, pasaré por allí. concuerdo que uno debe conocer las reglas lo más profundamente posible, pero cuando uno se aboca a una tarea más o menos creativa, las reglas deben quedar en suspenso y solo actuar implicitamente. lo bueno de los talleres es que uno puede ir testeando sus escritos con un público reducido de oyentes/lectores, esto puede levantarte la autoestima y darte mas seguridad o puede confirmarte la mediocridad. Depende mucho de la suerte el encontrar un grupo con capacidad crítica y buena onda al mismo tiempo. saludos para vos.
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